Martina amaneció aquella mañana con un profundo espíritu emancipador revoloteando en su alma por lo que, entonando a viva voz ese hermoso tema de Nino Bravo, Libre, abrió todas las cortinas para que se asomase el suave sol de otoño y con su luz acariciadora impregnase de vida a los objetos que dormían en sus habitaciones. Más tarde abrió todas las jaulas y los pequeños canarios, las catitas, jilgueros y periquitos se esparcieron por los aires como hermosos papeles picados de colores que con resuelta autonomía de vuelo se perdieron en el horizonte.
-Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre-canturreaba Martina al abrir las ventanas de par en par para que la fresca brisa se colara por las habitaciones soplando suavemente, haciendo danzar los flecos de los manteles y cortinas.
Más tarde abrió todas las cajitas de música para que estas llenaran la casa de melodiosos tintineos, desplegó un tríptico que trataba sobre los Libertadores y lo puso sobre la cómoda, abrió un cofrecito que atesoraba con cariño y arrojó por una de las ventanas las pocas joyas que allí se guardaban. Más tarde abrió la Biblia y entonó el hermoso salmo que apareció delante de sus ojos.
Por ultimo, abrió la puerta de calle y de inmediato se escaparon por ella su perro y sus dos gatos siameses y detrás de ellos su marido con un par de maletas y una sonrisa socarrona en sus labios…