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El juez pensó que los ojos de la procesada eran enormes, que parecía que primero le habían crecido los ojos y que el resto del cuerpo, tarde o temprano, empezaría a aumentar hasta alcanzar la proporción adecuada. A un renacuajo se le perdona ese atentado a la proporción. Se le perdona por dos cosas: por renacuajo y porque su aberración es pasajera, pero ella era adulta y además no era un renacuajo. Sus ojos eran enormes como bolas de cristal donde el caprichoso futuro podría dejar señales para los que supieran mirar. Sus ojos eran enormes sin atenuantes.
El juez se reprendió por sus divagaciones y empezó a escuchar.
La procesada había cometido treinta y dos tentativas frustradas de homicidio contra treinta y dos Lunes.
Esta mujer ha intentado matar todos los últimos lunes de lo que va de año. Y estamos en Agosto, señor juez –acabó rotundo el fiscal.
Se había perdido los pormenores de la exposición buscando comparaciones ocurrentes para los ojos de la acusada, pero no le preocupaba la jurisprudencia estaba a su favor. Conocía de memoria los otros dos casos en los que la justicia tuvo que enfrentarse a asesinos de lunes.
Jonny el búho, también conocido como el carnicero de Milwoky, que despedazó un lunes en 84230 segundos y los desperdigó por el desierto de Luisiana. Muchos de esos segundos nunca fueron encontrados. Condenado a hacer 230 abdominales diarios. Uno por cada segundo no encontrado.
Y no podía olvidar a la perversa Madame Dilué que encerró durante más de cinco años a un lunes en las mazmorras de su mansión. Cuando el lunes fue rescatado había perdido la razón y creía ser un paragüero Art Decor. Los voluptuosos pechos de Madame Dilué cumplen condena perpetua bajo un enorme corsé blindado.
El juez recordó que en el sumario de los dos casos anteriores el instructor describió los ojos de los acusados como desproporcionados en uno y anormalmente grandes en el otro.
A todo el mundo no se le puede exigir mi estética literaria –pensó. Y aunque sus descripciones son prosa, en el peor sentido de la palabra, no impiden que saque las conclusiones al que el número tres de este caso invita y concluya que los asesinos de lunes tienen los ojos de un tamaño fuera de lo común.
Ahora sólo faltaba buscar una sentencia pintoresca como las de sus predecesores y el éxito y la fama vendrían de serie.
En eso andaba nuestro inductivo juez, cuando la acusada empezó a crecer y a crecer hasta que sus ojos eran del tamaño adecuado a su estatura. El juez miró con decepción a su acusada gigante de ojos proporcionados que acababa con su irresponsabilidad de hacer añicos su teoría. Nadie podrá convencer al juez de que sus divagaciones al comienzo del juicio y el crecimiento sorpresivo de la acusada son sucesos independientes. Se siente culpable.
Los ojos de la acusada ahora sólo son como pequeñas bolas de cristal donde el caprichoso futuro podría dejar señales a los que supieran mirar. Nuestro juez escudriña las bolitas deseando descubrir el revoloteo de unos segundos perdidos hace ya algunos años en el desierto de Luisiana. Encontrar algo, al menos, con lo que salvar los trastos.

Texto agregado el 06-06-2005, y leído por 516 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
16-08-2005 Mientras la acusada pensaba que el juez tenía los ojos excesivamente pequeños en relación a su rostro. Un texto genial, che. Saludos! SandiLaguna
23-06-2005 Matar un lunes, es genial...un beso eloisa
17-06-2005 Qué bien llevado se siente este relato. Me gustó mucho. Muy bueno. Saludos! TheWillow
13-06-2005 Lo confieso...yo también intenté matar a un lunes, ya lo dije Garfield "odio los lunes". Me encantó tu texto, derrochando imaginación como siempre mi_mundo_paralelo_y_yo
10-06-2005 Muy buen texto! peinpot
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