La tarde noche de lluvia fresca, se abalanzaba en mi cuerpo sin movimiento, ya que las horas tristes de aquel olor a sudor que se asemejaba tanto a la de estas gotas reventar en las piedras, sepultaron mis asquerosos pensamientos en vinagre de manzana podrida, pues era difícil explicar mi cara junto a la cobardía de aquella maldita mujer, que se arrodillaba cínicamente entre él roció lánguido de mi cara de ciervo triste, o bien su rostro de hiena infiel se ocultaba tan bien entre el disfraz de bella dama, y bien, era ya de noche, no corría viento ni mucho menos los pajarracos locos se involucraban en la escena, pues el solo clamor de una maldita tarde deprimente entre mis sesos rotos, era el testigo tambalearte de mis ojos amarillos y sin brillo alguno, Pero claro, no podré pararme frente a ella por mas que triste este, pues aun en sus manos podía apreciar el olor a hombre y el sudor a engaño. Pero tantos momentos por mi mente se cruzaron que aun sin pensarlo escribía y guardaba en el infierno de mis antiguas vidas sonrientes, o será que los mismísimos humos del puente con hedor a inconciencia deseaba conseguir una victima mas entre el no-perdón y el no saber que hacer, bueno, no lo sé, solo miro las nubes serrarse lento, como el cicatrizar de mi perdón algún día, y ya no quiero mas, prefiero ahorcarla, si, lapidarla, que sufra lo que sufre el hilo que me mantiene aun pisando. ¡Te lo buscaste¡, saca esa lengua que paseabas quizás por cuantos poros bajo el placer que nunca debiste alcanzar y sueña allá arriba, y pídeme perdón, a ver si cuando me abra los ojos el puente, pueda en otra creación perdonarte.