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Sentencias ejecutadas.

I
El ruido metálico de la puerta le estremeció, interiormente se maldijo por ello, se había propuesto hurtarles a sus verdugos la satisfacción de verle asustado, se llevaría con él lo último que le quedaba; el arrepentimiento. Después de todo… el único perdón que necesitaba le había sido negado en la última apelación.
Sonrió cínicamente a los guardias y se puso de pie con odiosa lentitud, le molestó sentir las manos sujetándole los brazos casi a la altura de las húmedas axilas pero se dejó conducir dócilmente, arrastrando ruidosamente las cadenas que llevaba en los tobillos.
Ignoró a todos los que encontró a su paso ya que iba concentrado en mantener una fría tranquilidad que conseguía al recrear los recuerdos más memorables de su negra y malévola existencia.
Llegaron frente a una puerta de acero, pensó que debía ser la sala de ejecuciones donde le aplicarían la inyección letal. Pronto terminaría todo, estaba preparado para ello.
Al otro lado de la puerta, en la austera y pequeña habitación de color blanco estaban tres hombres con uniformes azul marino, su complexión era similar y llevaban los rostros cubiertos de fina tela negra que solo mostraba unos pequeños orificios para mirar.
Había una cama metálica más alta de lo usual con una delgada colchoneta blanca y una mesa con una caja negra conteniendo jeringas llenas de un líquido transparente, dos de ellas con un tranquilizante inocuo y otra con el letal veneno que consumaría la sentencia.
Separada por una reja de gruesos barrotes de acero, estaba otra sala de igual tamaño con doce sillas que eran ocupadas por las personas autorizadas a presenciar la ejecución.
El silencio era absoluto, todos parecían maniquíes evitando mirarse unos a otros.
La pesada puerta se abrió y fue empujado levemente al interior.

II
Unas carcajadas estridentes le recibieron al entrar, eran tres sujetos descarnados, horriblemente malolientes y siniestros que le sujetaban con gran fuerza y le obligaban a acercarse al camastro. Un temblor incontrolable en las manos lo invadió, angustiosamente trató de repelerlos pero se percató de la súbita debilidad de sus piernas que torpes y erráticas le hacían perder el equilibrio.
Los músculos de su cuello y tórax fueron atacados por una creciente tensión y su respiración se aceleró dramáticamente con un irregular y frenético ritmo, la sensación de ahogo era terrible, las aletillas de la nariz se rigidizaban provocando la máxima abertura de sus orificios nasales y creaban una mueca ridícula en su labio superior.
Histéricos y desaforados gritos femeninos llenaron la habitación, se volvió y miró de donde provenían; las que fueron sus víctimas se amontonaban sobre la reja y le proferían todo tipo de improperios e insultos.
Sin dejar de reír ruidosamente, los descarnados seres le desnudaron y le hicieron acostar en el camastro. Le sujetaron a él, inmovilizando su cuerpo con gruesas cintas de cuero negro.
Estaba perdiendo la capacidad de discernir, ya era solo un costal de músculos en tensión con temblores incontrolables.
Con desorbitados ojos miró como le aplicaron la primera inyección en el cuello que le produjo un dolor terriblemente agudo.
Sin darle tregua desfilaron uno tras otro pinchándole en un lugar diferente cada vez mientras en su cerebro resonaba dolorosamente el torrente de voces del siniestro auditorio. El macabro evento se sucedió una y otra vez… hasta que…
Aterrado comprendió que ello no tendría fin.


Texto agregado el 04-09-2003, y leído por 657 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
10-09-2003 SEntí el pánico, me imaginé a los torturados, a los indefensos, sentí ira, todos los encontrados sentimientos que hay en el ser humano. Todas las emociones que quiso transmitir, compadre, están ahí, logradas absolutamente. Ese final es el infierno, el castigo eterno. Me anoto con 5 y mil más. Shakespeare
05-09-2003 Es un relato que paraliza, por la perfección de sus descripciones, por el carácter que presenta en el protagonista, el juego emocional que conllevan acusado y acusadores y por la rondante muerte. Me parece un texto brillante, que me plantea una serie de cuestionamientos. Usted es genial, este texto, fuerte pero magnífico. Saludos. CaroStar
04-09-2003 ¿Quien te parió a tí hombre?. Al leerlo pareciera que esto de escribir es tan fácil y eso es justamente su gran mérito a juicio de éste su primer lector. De verdad amigo y compañero Falcón que lo suyo desafía a cualquiera. Reciba mis más sinceros reconocimientos por todo su talento, y especialmente por esta perla que nos regala. ¿Se bajará alguna vez de la cresta de la ola?...yo he apostado hasta al perro porque no. Felicitaciones y mis aplausos. Tambien estrellas, aunque considero que son un desperdicio ante su brillo. cao
04-09-2003 wow, entonces sí hubo justicia, entonces a final de cuentas no pudo permanecer sin mostrar emocion... al menos no en ese otro lugar a donde sus disfrazada conciencia lo llevó Gabrielly
04-09-2003 Excelente descripción, sólo le hubiera cambiado el final, quedó como una agonía sin retorno, ¿Esa era la idea no?, un besito AnaCecilia
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