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Inicio / Cuenteros Locales / mi_mundo_paralelo_y_yo / El pollito encadenado y el bombero

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Había una vez un pollito encadenado a un árbol, árbol seco por el paso del tiempo que no hubiese servido de cancerbero más que para un animal de proporciones tan diminutas. La cadena que rodeaba el cuello del ave era gruesa y estaba medio oxidada, de tal manera que el pollo no se movía, tanto por el peso de ésta como por el temor a contraer algún tipo de enfermedad al contacto con la misma. Melancólica era su mirada desde su nacimiento, lógico si se tiene en cuenta que desde hacía más de un mes, es decir, desde que sus patitas consiguieron sostenerle en equilibrio, se hallaba atado.

Un día, apareció por el corral un señor bien gordo cuyos tirantes parecían a punto de salir disparados a causa de la presión ejercida por su gran panza. Se dirigió sin vacilar al pollito diciéndole:

- Pollo, soy tu señor, el hacendado, sé que anhelas la vida de otros, sé que darías tu pico por correr en libertad, pero yo soy un rico hacendado, que todo lo que tiene lo consiguió peleando, unas veces limpio y otras no tanto, así que te ofrezco algo y es que trabajes para mí. Si decides hacerlo, yo a cambio te regalaré tu libertad, si no, el resto de tus días pasarán sin pena ni gloria junto a un viejo tronco. Mi plan es construir una gran presa y para ello necesito cientos, miles de piedrecitas que me ayuden a contener el actual cauce del río y a desviarlo de tal modo que llegue de pleno a mis pozos y riegue mis tierras. ¿Qué me dices?- dijo.

-Acepto- la voz casi le arañó la garganta.

Desde ese día, el pollito se esmeró cogiendo piedras, lo hacía de una en una, con su pico las cargaba hasta un montón que se encontraba en la misma orilla del río si bien no se había librado de la cadena que le acompañaba desde hacía más de un mes, sólo que ahora ésta se alargaba ahora varios metros más.

El trabajo diario era supervisado por el hacendado quien, con dificultad a causa de su sobrepeso, se echaba al final del día sobre las rocas para recontarlas e inspeccionar su correcta disposición.

Al cabo de los días, una mañana cuando el sol mandaba a dormir a la transnochada luna, el pollito oyó un ruido, un ronroneo de motor que se aproximaba lentamente. Minutos más tarde se asomaba por la ventanilla de un camión rojo la cabeza morena de un hombre:

-¿Qué haces, pollo? Duro trabajo parece el tuyo, ¿quién te castiga de ese modo?- soltó de sopetón.

- Hola, buenos días, pues reúno piedras para construir una presa que desvíe el río para que el rico hacendado que es mi amo pueda duplicar e incluso triplicar su cosecha y así, hacerse aún más rico de lo que es- respondió sinceramente.

-¿Qué me dices, muchacho? No puedo creerte, no tienes por qué hacer eso, eres un pollito con mucha vida por delante, debes corretear libremente, hacer tu vida y decidir por ti mismo qué hacer y qué no; nunca dejes que nadie decida por ti porque eso te convertirá en una simple marioneta. Mira, soy bombero y en la parte de atrás tengo unas tenazas, si lo deseas, en un abrir y cerrar de ojos, puedo liberarte ¡vamos, hombre, no lo pienses más! piensa que soy tu hada madrina ¿acaso crees que vendrán muchas más?- le espetó.

Largo rato estuvo pensando el pollito. Caminaba rápidamente sobre sus dos patitas y cuando llegaba lo más lejos que la cadena de hierro le permitía, volvía sobre sus pasos para hacer el recorrido inverso; finalmente y tras tanta meditación…-sí, lo haré, tienes razón, yo no decidí que me atasen, mi vida la decidieron otros y, lo que es peor, lo hicieron por su propia conveniencia e interés, egoísmo puro fue eso; ¡vamos!-.

Mientras el bombero se dirigía a la parte trasera del camión, le explicó al pollito que, pese a llevar el coche oficial y de vez en cuando dedicarse a los menesteres propios de su profesión como aquel, en realidad, iba recorriendo el mundo buscando a una chica que conoció en una fiesta de la primavera hace algunos años; según contaba, ella era rubia y de formas redondeadas, joven e insensata, él le prometió apagar los más grandes fuegos por ella, ella tratar de recordar su número de teléfono cuando se pasase el efecto del vodka; el caso es que esa misma noche le perdió la pista y ahora vagaba de pueblo en pueblo por si alguien pudiera aportar datos sobre su amada desconocida.

El pollo quedó impactado con la historia y le cogió de sorpresa el entrechocar de los hierros cerca de su cuerpo así como el ruido que hacía un enorme bulto vestido con unas largos y ridículos calzones aproximándose sobre unas ruidosas pantuflas de esparto, que le hizo salir de su ensoñación, -¡oh, no, es el hacendado!- gritó el animal.

De un salto se coló dentro del camión de bomberos justo cuando el enorme hacendado volaba en el aire con los brazos extendidos como si de un guardameta se tratase con tal mala suerte que, en lugar de atrapar al animal, dio con el montículo de piedras cercano el cual, ante el peso, se desplomó haciéndolo caer al río. Lo peor de todo no fue esto, sino que el hombre no sabía nadar y, además, el enredo de los calzones con sus regordetas piernas le impedía cualquier intento de movimiento. Entre torpes manotazos y con el agua inundándole los pulmones pudo ver un ajetreo de plumas y una cuerda que de pronto le rodeó y, gracias a un par de tirones, le consiguió arrastrar hasta la orilla. El hacendado, con ojos lagrimosos y aparentemente arrepentido (todo el mundo parece arrepentido cuando ve la muerte de frente) se arrodilló ante las patas del pollito, que desde el palmo que levantaba del suelo le miraba con los ojos fuera de sus órbitas a causa de la sorpresa.

-Pollo, siento todo lo que te hice, siento haber sido tan cruel, el poder me cegó, sólo quería más y más sin importarme qué o a quién me llevaba en el camino, ve en libertad, haz y deshaz a tu antojo pues yo no soy nadie para darte órdenes; con tu acto de valentía me hiciste ver que la bondad existe, de ahora en adelante trataré a los demás como me gustaría a mí mismo ser tratado- tras esto ayudó al pollito a subir al asiento del copiloto del camión y le entregó unas monedas de oro que guardaba en el bolsillo. Lo último que el hacendado vio fue un ala de color grisáceo que se escapaba por la ventanilla a modo de despedida. Y así fue como el pollito y el bombero emprendieron juntos la búsqueda de la amada desconocida del segundo.

Texto agregado el 14-07-2005, y leído por 819 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
03-05-2006 En las escuelas, en los colegios, deberían contar cuentos como este, y este mismo. No lo hacen porque... porque es peligroso. Pretenden atarnos en SUS vidas a través de las nuestras... Malditos romanos... Es precioso, niña. Precioso. raes
27-08-2005 Eres la más deliciosa reina del absurdo social! barrasus
05-08-2005 Toda una orgía de mataforas y deduciones. Casi sentí qué leí el quijote de las aves. Muy bien, me gustó mucho. ***** lobomexiquense
23-07-2005 Muy bueno y con excelentes metáforas. Se lee fluído. Un saludo de SOL-O-LUNA
20-07-2005 Bueno, una estructura de libro, identificación de los personajes con estructuras sociales; con su función formativa y liberadora... de niños pero delicioso. Saludos maja. nomecreona
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