Vuelo un temblor temeroso,
me recuesto en ti,
deslizando mi piel asilada en tu respiro.
No me dejes,
si aún la música trepa estas praderas,
si la calma se sucede al desenfreno,
si morimos en el intento de ser uno,
amarrados bajo el delirio de las carnes.
Me pierdo paulatina
bajo la oratoria de tus labios,
en ese vivir de la sonrisa
o el acústico suspiro de las bocas.
A veces sigilosa me disipo
entre tus manos
para acunar la piel que se desgrana
con tus besos.
Estoy en ti,
navego ese semblante
bajo la sudestada de mi llanto,
me tienes presa,
sumergida en el abismo con tus dedos,
como una prosa de ensueños
ramificada al sino de las noches.
No nos alejemos,
mientras la quietud
es un espejo de silencios
que reflejan nuestras almas,
si tu luz se propaga en la mirada
bajo ese prístino invierno
que se ha deshecho en primavera...


Ana Cecilia.