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Él siempre la veía a través de su ventana. Ella vivía en el edificio de enfrente, en un ático, justo enfrente, a la bastante distancia para verla cuando se asomaba a la ventana, cuando salía a la terraza a regar sus plantas, a tomar el sol o simplemente a tomar el aire. A respirar. Al parecer a ella no le importaba que su terraza diera a un “paisaje urbano” se notaba que le gustaba la ciudad, con sus edificios, sus ruidos, la gente….
Él estaba seguro de que ella no sabía que le observaba igual que ella observaba la ciudad. Estaba seguro. ¿O no?
Esa noche de agosto hacía mucho calor, ese calor aplastante y húmedo previo a una tormenta de verano, el aire estaba cargado y el cielo, ya nocturno, brillaba plomizo a la luz de una luna oculta, pero llena. Él miraba por la ventana inquieto, tanto por el calor como por las ganas de verla, hoy aun no la había visto, solo quería verla un instante fugaz antes de que empezara a llover, porque si llovía seguro que no salía a la terraza. Pasó un minuto, dos, tres… diez... ella no salía. En ese momento el cielo inconsciente de su espera se abrió dejando caer una lluvia torrencial, las gotas calientes y grandes golpeaban los cristales empañándolos y sacando los aromas húmedos de la tierra y el mar. Ella ya no saldría, ninguna persona en su sano juicio lo haría, pero siguió mirando por la ventana y en ese momento salió, con la lluvia tratando de limpiar la ciudad, nadie lo haría pero ella estaba allí, ajena a la mirada de él que registraba cada curva, cada movimiento, de su pequeño cuerpo blanco: Rubia, muy rubia, pensaba que tendría los ojos azules por su pelo y por esa piel blanca lechosa, que a veces le hacía parecer irreal, pero nunca podría comprobar ese detalle, nunca podría mirarla directamente a las pupilas como le habría gustado… su cabello le rozaba la espalda tras pasar por un cuello largo y fino y un pecho pequeño pero arrogante y salpicado de lunares (¿Cuántos lunares tendría? Otro detalle que nunca sabría). La cintura era pequeña y firme, pero dejaba paso a unas caderas rotundas y un culo que lo mínimo que se podía decir de él es que era imponente. Sus piernas, no eran eternas como las de las modelos, pero su fuerza tenía cierto encanto.
Ella estaba allí, bajo la lluvia, con la cara hacia el cielo, sus ojos cerrados, como en una plegaría silenciosa por el regalo inesperado, la lluvia cálida le mojaba, el pelo, los hombros, el pecho, las caderas, gruesas gotas caían de sus mechones mojados, de su nariz…Llevaba una camiseta blanca corta que dejaba al aire su ombligo y cierto tatuaje que no acertaba a distinguir, pero la lluvia descubrió más, mojando la tela la hizo transparente, y desafió a dos orgullosos pezones que respondieron queriendo escaparse de la fina e inútil tela. El agua empapó también el pequeño pantalón blanco que tapaba hace unos momentos un diminuto tanga…Ella estaba ajena a todo.
En el momento justo en que él estaba más absorto en esa imagen ella se giró y se quedó mirando fijamente en su dirección ¿Le estaría viendo? Le daban ganas de apartarse, pero entonces demostraría que la estaba mirando y prefirió seguir allí con aire casual, ella la clavó los ojos y señalándole le hizo un gesto con el dedo. Él lo entendió al instante, pero no lo creía, ¡Le estaba llamando! Ella tuvo que repetir el gesto para que se lo creyera.
No se lo pensó dos veces y cruzó la calle como en un sueño. Ella le abrió la puerta y se sumergieron juntos en la lluvia que los había unido en cierta manera. Se besaron fundiendo sus cuerpos en un abrazo mojado y devorador. Sus labios se peleaban lascivamente, sus dientes jugaban con los pliegues escondidos y sus lenguas probaban los sabores de la piel ligeramente salada. Las manos se perdieron, pronto, les faltó el aire y les sobró la ropa. La terraza se llenó de sonidos: Gemidos, suspiros respiraciones… él recorrió su cuerpo desnudo con sus manos, su lengua, contó sus lunares, se ahogó en sus pupilas enormes y dilatadas y confirmó que tenía los ojos azules. Ella gimió en su oído, le mordió el cuello y se deslizó por su pecho arrancando de su garganta quejidos y erizando su piel. Cuando no les quedó más por explorar, allí mismo, en el suelo mojado y fresco él entró en ella, la sintió rodeándole, estrecha, caliente y no pudo evitar un estremecimiento. Ella arqueaba las caderas, buscándole, intentando adelantar el contacto, pero él controlaba la situación y la mantuvo quieta un momento antes de empezar un suave bombeo.
Probó a poner las piernas, que ahora rodeaban su cintura, en los hombros, con algo de miedo por si le hacía daño, pero ella solo le contestó con una sonrisa en sus labios y él siguió con sus movimientos. Ella empezó a gritar, sentía que estaba tocando el cielo, ese cielo que descargaba la lluvia sobre ellos. Su espalda se arqueó, sus músculos se tensaron, un escalofrió recorrió sus terminaciones nerviosas y….¡Ya! se relajó un poco pero siguió gimiendo tras su primer orgasmo, agitándose, él, tratando de alargar aquello cambió de postura, la sentó sobre él, entrelazados en un erótico abrazo, recomenzaron los movimientos suave al principio pero de forma ligeramente salvaje después, ella le mordía el cuello y gemía :¡Sííí! Él le cogía por las caderas y le paraba en algunas ocasiones, tratando siempre de prolongar aquellos momentos. Otro, y otro más…él ya no tenía ganas de aguantar más, se agarró fuerte a ella y se dejo ir. Sus músculos tensos se relajaron por fin y ella se unió en un prolongado orgasmo en el que perdieron el mundo de vista, dejaron de oír los gritos del otro y solo sintieron el placer que inundaba sus cuerpos, la lujuria que desquiciaba sus mentes….
Se quedaron allí, tumbados, relajados uno en brazos del otro, saboreando los restos del placer que acaban de sentir. Él cerró los ojos solo un momento.
Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que se había dormido mirando por la ventana, esperando a que ella saliera. La terraza estaba mojada y vacía, ¿Lo había soñado todo?
Ella salió rubia, muy rubia… le miró, le saludó y se fue.
Él siempre la veía a través de su ventana. Estaba seguro de que ella no sabía que le observaban. Estaba seguro ¿O no?


Texto agregado el 18-08-2005, y leído por 363 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-03-2008 las descripciones son buenas, al final a mi parecer falta un poco de fuerza, pero eso es idea mia, de todas formas muy buen cuento +++++ aqui_estoy
16-03-2006 muy bueno, te felicito, una gran composión literaria. burguesitoilustrado
19-08-2005 excelente aannttoonn
 
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