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Ninguno de los dos salía de su asombro y aunque hablaban sin parar, no se entendían, pues ninguno escuchaba, lo hacían para espantar la aparición que cada uno tuvo del otro.

Pedro, desde el lomo de su rucio, observaba mientras hablaba. La covacha en la que habitaba el anciano, de no ser por la noche y guiado por el fuego, jamás la hubiera encontrado en aquel páramo.

El eremita o loco o espectro, con los ojos salidos de sus órbitas blandía jaculatorias, santiguaciones y besos a un crucifijo hecho con dos ramas peladas.

Cuando vieron que ninguno era peligroso para el otro se fueron serenando. El viejo echó más leña al fuego y el labrador, movido a compasión por el anacoreta, descendió del jumento y se aproximó a la cueva.

Tendió la mano el religioso y subió dos piedras hasta llegar adentro. Le sorprendió lo bien ordenado que estaba todo aún en la pobreza más absoluta. Tomó asiento en una piedra que hacía de banco.

• Mire usté señor ermitaño, yo siempre voy a misa los domingos, de más joven cantaba en el coro y no me pierdo ninguna procesión, así que nada más le digo. Pa que vea que habla con cristiano, que no ha de temer nada de mí, que si me acerqué fue porque creí que necesitaba ayuda y una caridá no se niega a nadie y menos en estos eriales que no viven ni conejos.- Decía protegiéndose de antemano de alguna de esas jaculatorias que bien podía haberlo enviado al infierno.

• Hace aproximadamente dos años que perdí la cuenta del tiempo.- Sentenció el anciano con la mirada ida, mientras tomaba asiento en otra piedra frente al aldeano.- Así que debo estar apartado del mundo unos cuarenta años más o menos. Vine a los treinta.

El hombre de la burra le dejó hablar, pensó que Dios sabría cuánto tiempo no lo pudo hacer con nadie y que le iría bien desahogarse.

• En la cumbre de un amor. Cuando más ciego estaba por una bella mujer, una voz interior me dijo que mi alma estaba reservada a Dios para servirle en exclusividad hasta la muerte. Así que me despedí de ella en un mar de llanto. Sólo Él sabe lo que la eché de menos, pero si me pide algo no dudo en absoluto en darle lo que esté en mi mano. De familia cristiana vengo y soy fiel a mis principios.- Su voz cascada y entrecortada por la emoción, le hacía emitir alguna sílaba en falsete y la amarillenta luz de la hoguera le iluminaba de abajo a arriba, dándole una imagen fantasmagórica.

• Pues que Dios me perdone, pero tanto le ha pedido el Señor que no le queda a usté ni el pellejo. Es un decir. Me agobia verle con esas heridas abiertas en piernas y brazos y si usté quiere, agora mismo preparo un emplaste con miga de pan, vino caliente y unas hojas de carrasca picadas y se lo aplico. Al menos que sirva de algo que esté yo aquí.

• ¡Quiá! No haga caso de mis heridas, tampoco yo les hago. El agua y el viento que Él me manda son mi remedio, y si duelen, ¿acaso no padeció más Cristo en la cruz? Que bastante he de haber ganado el cielo sirviéndole y domeñando mis instintos durante cuarenta años como para ahora flaquear y eludir sacrificios.
Le vi la cara al demonio en multitud de ocasiones y siempre acudí a la vara para alejarlo. No dándole a él sino a mí, que me ponía le espalda y las piernas como con brevas negras y abiertas. Traté mi cuerpo como al de un mulo, que animal es a fin de cuentas y afiné tanto mis sentidos con el ayuno, que juro por lo más santo que he visto a san Jenaro y san Cosme y aún a san Esteban, flechado y moribundo, dando gracias a Dios por el martirio. Nada poseo que me ate y no soy esclavo de la vanidad, así que bien podría Nuestro Señor, en este mismo momento, llevarme a su diestra.

• Pues a mí que no me lleve aún que me queda mucho por hacer.- Adujo Pedro.- Los instintos aún los tengo y todos, pues cuando veo a la Francisca, mi mujer, lavando en el río, no me se viene otro pensamiento que el que se pueda suponer. Bueno, mejor que no lo suponga porque también el pensamiento peca. Del cerdo me gustan hasta los andares y teniendo una bota llena de vino me siento el hombre más libre y feliz. Atau no me siento más que a mis hijos y a la mujer, a mis padres y a la burra, lo demás es como el humo, lo mismo viene que va. No he visto a santo ninguno ni me dio un arrebato, mas vi parir a mis hijos. No sé cómo será el cielo pero que sea como el día en que Francisca se me dio en el pajar, y no solo por el cuerpo, que sé que es un animal, sino por esas cosquillas en el pecho y esas ganas de trabajar para tener hijos propios, un hogar. Mis hijos grandes estudian y el pequeño está tan mal, que cruzaría la tierra para buscar su remedio y que goce de su tiempo, que dos años, no los ha de tener más.

Se miraron largamente, de hito en hito, sin atreverse a decir la siguiente frase. El hombre tendió su mano al eremita al tiempo que le decía: “La paz sea con vos, hermano”, “Vaya usted con Dios”, le contestó. Bajó las dos piedras, acarició el morro de la burra y subió a su lomo. Dos chasquidos con la lengua indicaron al animal que había que andar y se internó entre las aliagas y los espinos siguiendo a la luna.




Texto agregado el 09-09-2005, y leído por 276 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
03-03-2009 Excelente ,me voy con el placer de haber disfrutado de un cuento magnifico.Gracias nuevamente ***** shosha
20-09-2005 "Y aunque hablaban sin parar, no se entendían. Hablar en paralelo. Eso es lo que casi siempre hacemos. Cada uno a su bola, pendiente el uno de lo que dice él mismo y no de lo que escucha del otro, y que a su vez éste hace lo mismo. Aunque en este caso hay una justificación "mayor": espantar con el habla el miedo. Yo conozco, Juan, a muchos que su ansiedad les da por hablar sin parar. Bueno entremos en tu texto. Me reafirmo en mi comentario anterior, casi te adiviné el estilo. Cervantino a tope, tirando más a Sancho que a Quijote. Con ese deje tan natural e instintivo, que se me abrieron todos los agujeros del cuerpo con tan sólo oirte. azulada
16-09-2005 Me ha gustado mucho y me ha mantenido el interés hasta el ultimo adios... esa separación casi simbolica entre las dos formas de ver la vida: hacia la trascendencia o hacia la cotidianidad. Quiza en esta historia el silencio del burro sea el discurso más sabio... franjalova
14-09-2005 Este Pedro es el puro ejemplo de vivir para vivir la vida con la Razón por bandera frente a este "majara" ermitaño que vive de una ilusión llena de alucinaciones, dos personajes de primera, pero fijate que ésto tiene catadura de novela... como que me quedé con ganas de más, te lo digo ¡quiero más! barrasus
12-09-2005 Notable, como todo, ahora si me doy cuenta que te he leído,jajajaja.Es la clorinda. LAPLUMA
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