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El siglo XX fueron cien años de falsos mesías. Ahora es aún peor, un alto porcentaje de esta sociedad se considera un salvador designado por alguna instancia sagrada y suprema para salvarnos de algún infierno. Desgraciadamente ya he vivido lo suficiente como saber que cada uno de nosotros lleva su pequeño, intenso y malvado, purgatorio dentro. En cuanto las cosas salen mal, se tuercen, lo rebosamos.
Este es un mundo de mierda que construimos entre todos, con la porquería que llevamos dentro.
Suena el teléfono, un supuesto amigo, encima de todos, por encima de nuestras miserias, nuestras debilidades. Debe ser fácil ser Dios cuando no tienes que tocar el mundo. Una vez has metido las narices en él, te arrastrado por tu fango, has vomitado encima de ti cada uno de tus miedos y has hecho reales todas tus pesadillas, entonces, renuncias a ser Dios. El sentido del humor no te da para tanto.
No es mal tío, lleno de buenas intenciones y grandes palabras. Es como el compendio de mil ejercicios espirituales en el colegio. Frases medidas, prefabricadas y una completa, total y absoluta incapacidad de ser permeable a la realidad ajena.
Con él son todo monólogos, de él, por supuesto, en torno a la verdad, la justicia, el amor y la amistad. Permanece en esas cómoda esfera de lo teórico y cuando por una casual, la vida entra en liza, le resulta incómoda, y acaba por dar largas, es un tema nada interesante, o poniendo parches, poniéndose a recaudar fondos con una hucha de negrito para salvar del hambre y la pobreza a unos cuantos malnacidos en algún lejano país. La suficiente distancia de esos pobres desgraciados es una condición imprescindible, no sea que demos cuenta de que no arreglamos nada.
Me dirás, y yo seré incapaz de negarlo, que la utopía es el camino, y que mejor colectas piadosas, estancias casi turísticas en esos parajes donde la vida humana no vale mucho más que unas entradas al cine. Sin duda, te contestaré. Sólo que se quedan en el camino, pavonándose de su condición de buenas personas, de arcángeles salvadores en un sistema injusto que creamos con nuestro día a día.
La revolución ha muerto. Nada parece ser capaz de cambiar un mundo que nos hemos fabricado a nuestra imagen y semejanza.
Mi limitado consuelo es no regocijarme de mi estupidez o hipocresía. Tampoco modifica un carajo la realidad de los que sufren, correcto, pero al menos no me tiene que aguantar nadie las recetas de parroquia de pueblo para una felicidad vital.
Viernes tarde, y de nuevo borracho, acompañado por un libro, que tiene la ventaja de dar mucha conversación sin pedir nada. Onanismo compulsivo durante cada noche de la semana, alguna revista porno y vino barato. Tengo el estómago roto y no dejo de perder peso.
Ayer vino a verme una amiga. Joven, de carnes duras y risa fácil, que aún cree que mi crítica tiene algo de divertida. Le digo que también ella es una mierda.
- No tengo porque aguantar esto, puedes irte al diablo tú y todo tu cinismo. Apesta tu soberbia, y tus malas formas.
Lo sé, tiene razón. Apesto. Me estoy pudriendo por dentro. Le abrazo, le beso. Alcoholizado a las nueve le desgarro la camisa, le devoro los pezones.
Dándole la vuelta, mordiéndole el cuello, mientras las manos debajo de su cortísima falda, le desprenden de un tanga negro.
Le poseo. Uno, dos, ritmo, amigo mío, ritmo y respiración. Ella se corre, mentando al mismo Dios y su santa ostia. Después me vengo yo, sobre su culo duro, maldiciéndola. Quedamos retorcidos, sobre el sofá, con la camiseta rota.
Voy a por el vino y bebemos. Hasta la madrugada. Bebiendo y jodiendo como locos. Con cada orgasmo aumentaba mi odio hacia mi y hacia ella.
Ella dice que me quiere y la creo. Desde luego, siente lo que dice. Pero es la misma porquería, y me gustaría poder pensar, un instante que fuera de otra forma.
Sale el sol, tres botellas, un montón de preservativos por el suelo, y ella desnuda, espléndida, en medio de aquel caos. ¿qué narices ha venido a hacer un ángel rubio una noche en la basura?
Pensé que tenía suerte. Siempre la he tenido.
Pero llevo mi infierno dentro y lo he visto sin miedo. Tampoco ella podrá sacarme.
Hoy llueve, con fuerza, casi con rabia. Me gustaría que esos torrentes se me llevarán. Al menos a lo que llevo dentro.

Texto agregado el 17-09-2005, y leído por 138 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
19-09-2005 Bien Jacobo,tu protagonista se ha deshecho de sus pensamientos negros con la misma rabia que se ha deshecho de sus fluidos corporales.Dios de espaldas y el ángel rubio también.Bien,pues a por la espalda de la rubia,a por sus pechos,a por su boca ...Que tu protagonista se deshaga de sus propios monólogos,que converse con ella...que se emborrache de vida.***** Gadeira
 
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