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Desde el foro: Oscuras historias familiares




Había amanecido cansada, con la memoria alejada del cuerpo. Sus manos temblorosas, ubicaron su
semblante, en el espacio y tiempo necesarios; mientras, el despertador sonaba, y sus mejillas
arrugadas, amanecían lentamente. La habitación estaba cargada de recuerdos bellos y de los
otros; -¿Estaré viva? – se preguntaba, enredada en su propia telaraña, a la vez que deambulaba
por el piso de parquet, hacia los baldosones del baño. Todo había cambiado; la familia que fue,
ahora estaba convertida en sombras; solo figuras reflejadas en el anonimato, imaginarias o
chinescas, que mutaban de un lugar a otro. Desayunó liviano; la soledad le había apoderado el
cuerpo, aunque no la mente; allí, las luces jugaban en su laberinto, en el que desfilaban
innumerables seres. A veces era yo; otras papá; de vez en cuando los tíos; como una secuencia
familiar, que la mantenía atrapada en el encanto, sin importar la vida, ni la muerte. El tiempo
se acumulaba en los latidos de su andar; más delgada, y algo renga, se exponía al mundo de la
calle, con su bastón enjuto de madera blanda, y su temple enfrentado hacia el futuro. Esa mañana
hablamos por teléfono; la noté mejor, relatando sus historias con desconocidos:

- Anoche otra vez apareció él en el cuarto – me dijo como asustada, pero cómplice –
- ¿Quién mamá? – le pregunté –
- El que te dije que siempre viene a casa, por las noches
- ¡Un ladrón! – exclamé casi al borde de los nervios –
- No, no; ese hombre que siempre vuelve con su figura gris, para atravesar sigilosamente la
puerta de la habitación, sin despertarme,y que luego sigue su camino hacia el comedor.
Yo me quedé paralizada; tratando de no manifestar lo que sentía; callada, aunque siguiendo su
relato:
- ¿Pero es un hombre, o una figura? – pregunté asustada –
- Una figura de un hombre – respondió, como si nada –
- Bueno, ¿se lo dijiste al médico?
- No, los médicos nunca escuchan nada; les empezas a hablar, y te ponen cada cara... Te lo
cuento ahora que estoy lúcida, para que sepas lo que siento, y puedas comentarlo después, si es
que te lo preguntan.
Los ojos se me bañaron de una llovizna calma, que se mantenía detrás de mis suspiros; como una
brisa que albergaba el recorrido de la vida, en solo unos instantes. Cerré los párpados,
tratando de no mirar atrás; de no responder sus miedos con los míos, que eran muchos. El sol se
fue ocultando entre los días, como una herida profunda, que a medida que cerraba, dolía más. La
conversación había terminado; ella seguiría danzando, a la par de sus fantasmas, imaginarios o
no; y yo, acumulando nuevas almas, en el equipaje de mi espíritu.


Me quedé pesando en voz baja; seguramente después de algunos años, ese mismo hombre de gris,
amanecería dentro de mi habitación.

Ana Cecilia.

Texto agregado el 07-01-2003, y leído por 580 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
08-01-2003 Cinco estrellas a la mutifacética de Anita... :) Seudonimo
07-01-2003 Una historia real como la vida que te hace pensar y replantearte tantas cosas. Gracias Ana por habernos hecho este regalo. alqutun
07-01-2003 Sensacional,me encantó.Leo y releo el final y sigue produciendo escalofríos. tylerfenix
 
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