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Melitón y su compadre Felipe, cómo todos los sábados, se fueron de parranda. La noche parecía interminable y los tragos inacabables. Felipe por quinta vez en menos de media hora, le había pedido que se marcharan. Pero su socio siempre enloquecía, ante los acordes de un acordeón, el pendular de unas caderas simétricas y el diabólico amargor de un trago de Ron Palo Viejo.

Y se oyó el lejano canto de un Gallo, tal vez equivocado, porque la ausencia de luna de aquella terrible noche, bien que pudo haber trastornado a los observadores de los elementos. Felipe había logrado que su amigo le acompañara en el retorno a casa, pero la inseguridad de sus pasos, hacían el camino infinito. Su compadre tropezaba con cada árbol de la senda y su cabeza luchaba por encontrar la verticalidad, perdida muy a prima noche.

De repente, Melitón, balbució algunas palabras que Felipe interpretó como confidencias por tener un desorden intestinal.
---“¿Compadre Ud. Crée que no le da tiempo de llegar a la casa”? ---
Le preguntó realmente preocupado.
--- “La verdad que no, mi compadrito”.---
Le respondió, articulando a penas las palabras.
---“ Entonces agáchese debajo de esos arbustos, mi compadre, que la noche es la mejor alcahueta del borracho”.---

Y cuándo Melitón, se aseguró de haber vaciado hasta la última partícula impura de su interior, se puso de pié con tanta facilidad y orgullo, que pareció cómo que el Ron ingerido, había extrañamente, equivocado los caminos internos de su cuerpo. Entonces, se alegró y quiso mirar el resultado de sus “sudores”. Pero al no encontrarlo, una corriente muy fría invadió todo su ser. ---“¿ No pude haberlo soñado?”--- Se preguntó para sí mismo.
Y después de buscar sin éxito a su alrededor, se decidió a hacer a su compadre partícipe de semejante “desaparición”.

---Compadre, yo le juro que lo que hice fue aquí:---
Señalando el lugar de la operación. Pero Felipe insistió en que 'eso' estaba debajo de cualquier hoja de cacao y que debían de llegar a sus respectivas casas lo antes posible. Fue difícil, pero al fin creyó haberle convencido, y reanudaron la marcha.

Cuándo dentro ya de su aposento, Melitón, se disponía a acostarse, se aflojó el cinto de sus pantalones y los hizo descender. Sorpresívamente en el mismo centro de sus calzoncillos, estaba lo que tánto había buscado en el camino. Y de inmediato, regresó las ropas a su posición normal, salió de la casa y echó a correr en medio de la oscura madrugada, hasta llegar a la casa de su compadre, quién, apenas empezaba a dormir, despertándole brúscamente:
---¿Quién es? --- ¿ Qué pasa?---
Preguntó casi medio dormido.
---Soy yo compadre,---le respondió con mucha alegría.---Soy yo---insistió---que vine a decirle que ya puede dormir tranquilo. ¡Porque la 'cosa' apareció!





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Texto agregado el 11-11-2005, y leído por 391 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
02-05-2018 un final de mierda satini
02-08-2010 jajaja bueno al fin lo encontro guero
28-07-2009 Jajajaaa! Don Peco, eso compadres se la jugaron fria! Gracioso por demás! Le felicito. Jataca jataca1923
14-05-2009 JAJAJA, gracioso. DerSteppenwolf
17-11-2008 Final feliz para Meliton mas no para Felipe .Sorpresivo final .Muy bueno.5* ValerioCuervo
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