Perdió el vuelo. Le cortaron el teléfono por no pagar.
Despertó a los vecinos con su algarabía.
Desperdició la oportunidad de ser el arquitecto de su destino.
Pisó caca. Pisamos todos caca.
Se le manchó la blanca camisa con salsa de tomates:
"ni con el mejor detergente harás desaparecer dicha suciedad".
Se le agotaron las pilas.
Anoche llamaron a su casa (aún podía el teléfono recibir llamadas)
para decirle que se marchitaron sus plantas:
¡nadie les echó agua!
Rompió el aparato con sus propias manos.
Se abalanzó contra los espejos y los trizó.
Rompió también las miles de promesas
que a su amada hizo y las trizó: ¡ni siquiera compró flores!
En vano recorrió su país de pies a cabeza, de lado a lado;
tropezó dos veces, pero no con la misma piedra:
la primera la guardó y se la arrojó en la cabeza a su más fiel compañero de viaje.
¡No dejó de molestar! ¡No entiende con palabras!
Sembró arroz y se lo comió todo; cosechó trigo y lo quemó.
Sustrajo ilícitamente el único candelabro de oro de la capilla;
orinó y eyaculó en los pies del altar.
Dejó las llaves corriendo e inundó la casaquinta de sus suegros.
Intentó sin éxito abusar de sus tres sobrinas (todas rubias).
Frió espantos en el sartén; no se los comió:
los tiró hacia la calle para alimentar a dos obreros que pasaban por ahí.
Demostró generosidad y luego la pisoteó.
"No lo hizo de adrede".
Escupió al cielo pero no le cayó en la cara: alcanzó a moverse.
Respondió todas las preguntas en la conferencia de prensa:
vetó a todos los diarios conservadores.
Habló con la verdad, pero de todas formas mintió.
Golpeó al ciego de la esquina por unos cuantos pesos:
casi lo pillan los carabineros.
Casi enmienda sus pecados. Casi pisa caca de nuevo.
A lo mejor, eso es lo que de verdad necesita:
partir de cero, limpiar sus alpargatas, lavarse las manos,
pedir disculpas, comer hostias, botar la basura en el papelero,
reciclar, inscribirse en el registro electoral, manejar sobrio,
conseguir pareja estable, conversar con el mar, afeitarse la pubis,
no aullar, pensar. Razonar.
Aprovechar sus dotes histriónicos.
Cambiar el color de las flores de su vecino
(el rojo le acomoda por sobre los otros colores).
Tratar de explicar ecuaciones cuadráticas a lactantes.
Pasar la noche en soledad con dios.
Comprarse un nuevo espejo y mirarse en él al despertar.
Caminar con más cuidado
y tratar de no volver a pisar caca.-