The Painkiller rises again
(El sacerdote Judas se eleva de nuevo)

Las nubes grises que cubrían el cielo aquella tarde amenazaban con una posible lluvia a las personas que impacientes esperaban con emoción el comienzo de la misa negra.
Algunas palabras se escuchaban a lo lejos, como ecos imaginarios de rituales muertos. Yo permanecía en silencio con la cabeza baja para que el sol que volvía a salir triunfante de entre las nubes perezosas no
quemara mi rostro. Miraba el suelo quebrado imaginando la importancia de aquella noche de rito, que jamás olvidaría y que había esperado desde que escuché gemir al sacerdote por primera vez.
Lo había imaginado tantas veces que me parecía raro estar allí en verdad, era como aparecer de pronto en la historia de un cuento que hubiera creado hace mucho tiempo. Pero este día era real, y yo estaba tan tranquilo, lo cual me provocó una cierta molestia, no estaba nervioso ni con la intensa emoción que siempre creí sentir si aquel día llegaba. Pensaba en esto cuando unos hombres viejos de rostros agrietados y ropas amarillas nos ordenaron alinear la fila. Entraríamos al recinto de gigantescas crestas puntiagudas que en poco se convertiría en iglesia.
Todos alzamos las manos cumpliendo una orden para que los hombres amarillos nos tocaran antes de entrar. Las puertas se abrieron con un triste rechinido de fierros oxidados, acelerando miles de corazones. Corrí hacia el altar gris sin mirar atrás. Al llegar, el olor del humo naciente despertó nuestro sentido olfativo. Las miradas iban de un lado a otro observando con emoción e incredulidad el recinto cubierto de luz, enfrente teníamos el inmenso altar tapado parcialmente por telas negras. Esperamos ansiosos dos interminables horas a que el sacerdote Judas se elevara sobre nosotros después de diez años de permanecer dormido. Los cuerpos pegados sudaban continuamente. Del suelo brotaba un
asfixiante calor humano. La hora llegó, todos mirábamos atentos cada detalle, esperando que en cualquier segundo apareciera. Las luces se apagaron sin previo aviso, gritamos con una emoción desbordada, del centro del altar surgió un enorme ojo azul abriéndose lentamente, era el ojo eléctrico que nos miró con su luminosa pupila roja, bañándonos de energía.
De pronto escuchamos su voz gritar, llamándonos desde la oscuridad. Apareció como la pupila del ojo gigante, saliendo lentamente hacia nosotros con su imponente figura de ojos negros. El Dios del metal por fin estaba frente a nosotros, materializado en los cinco sacerdotes de Judas. Lentamente nos fue seduciendo con su voz chillante, brutal en ocasiones. Caminaba sobre una plataforma plateada sostenida por cuatro tenedores del diablo.
Nuestros oídos y ojos fueron ametrallados por la energía demoníaca del apóstol traicionero. Muchos no resistieron y fueron cayendo muertos ante el despliegue del poder satánico, acumulado en más de treinta años.
El Dios calló durante un momento y comenzó a desgarrar su pecho, dando libertad a Painkiller, la materialización sonora del momento culminante de la misa, todos enloquecimos, agitando la cabeza en repentinas convulsiones de placer mientras el gruía furioso como un animal salvaje, los ojos desorbitados miraban las luces parpadeantes con locura, el sudor caía a chorros entre todos mientras el sacerdote agonizaba deliciosamente, en el altar del ángel monstruoso, que se elevaba lentamente, cubriendo con sus alas metálicas la iglesia inundada de sangre. El sacerdote nos dio una última mirada a todos, enviándonos su poder maldito, besándonos con su amor demoníaco.
Aquella noche fui marcado con un toque de maldad, por el trinche de sagrada oscuridad en mi corazón.

Painkiller


*ver primera parte del cuento: "The Painkiller (Sacerdote Judas)"