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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El hombre que las amaba a todas (Segunda parte)

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Parte segunda

La chica se perdió en el horizonte, dejando abismado a Guillermo. No molestó tanto al hombre la indiferencia de ella sino su aparente inmaterialidad, algo que la transformaba en un ser casi sublime, más al alcance de sus sueños que de la realidad.

Ese fue el inicio de un estado febril que se aposentó en el espíritu de Guillermo. Le resultaba imposible pensar en otro asunto que no fuese aquella muchacha tan diabólicamente perfecta, tan a su gusto y sin embargo tan volátil. Esta era la definición más exacta para ella, dado que el la buscó por todas partes y nadie la conocía, ni tampoco se sabía de alguna chica con sus características que hubiese llegado al lugar en aquellos días.

Guillermo intentó encontrar sosiego en el amplio círculo de sus conquistas pero se percató que todo aquello ya no lo seducía y no era más que un pálido sucedáneo de la sensación que lo había embargado cuando vio a la muchacha. ¿Cuál sería su nombre? ¿De donde provenía? ¿Adonde se dirigía? Interrogantes que lo acuciaban y lo colocaban al borde de un vacío en cuyo fondo intuía que debían encontrarse las respuestas.

-Ella puede ser una idealización tuya, un simple reflejo de tu espíritu ardiente- le decía Alfonso, un tipo que algo sabía de psicología, otro poco de ontología y mucho de parapsicología.
-¿Eso crees tú? Y mira que estoy por darte la razón ya que sentí algo raro durante su presencia y te digo que era palpable, deliciosamente concreta pero un aspecto de ella me dejó atónito.
-¿Qué cosa?- preguntó Alfonso, mientras se dedicaba a darle unas cuantas pinceladas a una naturaleza muerta, ya que el tipo también era pintor.
-Su mirada. Era de una dulzura sin par y sin embargo en el fondo de ella se advertía algo malévolo. Es difícil explicarlo, pero el asunto es que la chica en cuestión parecía transitar en un plano acaso diferente, como si no se diera cuenta de lo que la rodeaba.
-¡Hum! Interesante, muy interesante. Pero te voy a recomendar algo y no quiero que lo tomes a mal: No te obsesiones ¿Ya? Puede que la mujer esa nunca más aparezca por estos lados ¿Para que persistir entonces en este asunto?
-Te diré algo. Ella, la chica misterio, existe, es real, lo sé, como también sé que en algún momento me toparé con ella nuevamente.
-Cuidado, encontrarte con la niña esa puede significar que ella desea que lo hagas. Y entonces es cuando debes ser muy cauto. Me huelo algo sombrío en todo esto.
-¿Crees que puede ser un ente diabólico?
-Lo presiento más bien. Ella puede estar cumpliendo una misión y este estado de ansiedad en que te encuentras puede ser precisamente lo que ella desea. Cuídate, te lo reitero.

-No. Ella es ni más ni menos que una chica real, un prodigio de la naturaleza. Que haya sido inmune a mis requiebros no significa nada. Está bien. Pero aunque muchas otras me han rechazado, no por ello me he sumido en la angustia. ¿Qué me sucede entonces?
Así discurría Guillermo tendido sobre su cama, sin querer ni poder pensar en algo más que en esa visión de ensueño que lo desacomodaba a tal punto que ya no intentaba despercudirse de este estado, recurriendo a sus innumerables conquistas. Había comenzado a sentir un profundo tedio, ya le resultaba tremendamente oneroso visitar a cien chicas en un día y subyugarse con un punto específico de sus anatomías. Se sintió ridículo y pensó que si tuviese la fortuna de intimar con la chica misterio, y teniendo la certeza de que todo lo que le atraía de una mujer estaba concentrado en esa anatomía perfecta, sus días de conquistador habrían terminado en ese mismo momento para encauzar toda su adoración en ese portento de mujer.

Fueron largos días de incertidumbre para Guillermo. El potente recuerdo de la chica misterio no le permitía discernir y su salud pareció resentirse al descuidar su alimentación. Pasaba tardes enteras recorriendo la ciudad pero su objetivo parecía haberse esfumado para siempre.

Mas, una buena noche, al llegar a su casa, sintió que su teléfono sonaba con insistencia. Con una extraña corazonada, se abalanzó sobre el aparato. Era Alfonso.
-Tengo que hablar ahora mismo contigo- le dijo con su voz parsimoniosa el multifacético amigo.
-Dime, dime.
-Creo tener la respuesta a tus devaneos. Es necesario que conversemos ¿Qué tal si nos encontramos en el Bar de Ramiro a las diez?

-Estoy seguro que esa chica es parte de un extraño fenómeno- aventuró Alfonso.
-Me gustaría que fueses claro ya que no estoy entendiendo nada.
-Ten calma. No debes perderla por ningún motivo. Te diré. Pienso que la muchacha es una representación de algo mucho mayor y que se manifestó, primero para advertirte y segundo porque si te vuelves a encontrar con ella se cerrará un círculo y de ti dependerá que salgas indemne.
-Me asustas.
-No, sólo te prevengo. Suceda lo que suceda, no pierdas la cabeza. Dentro de lo que pareciera ser ilógico, existe un rango de sensatez aún para lo que pareciera ser descabellado...

(Concluirá)























Texto agregado el 19-12-2005, y leído por 228 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-12-2005 chu! anemona
19-12-2005 esto... además de que me parece bastante bueno, me ha hecho entender algunos comportamientos la raza masculina. voy por mas, voy a la tercera parte wicca
 
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