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A las cuatro en punto de la tarde David tocó el timbre. Aunque el sms sólo decía “Te pasas el lunes a las cuatro y me configuras la impresora” un fin de semana estudiando termodinámica haía convertido aquel mensaje en algo que sin serlo, se parecía bastante a una cita.. Eva tardó en abrir. David se la imaginó atusándose el pelo en el espejo de la entrada. Abrió sonriente con una enorme camiseta de Bart Simpsom y un pantalón de pijama a rayas. Llevaba las gafas en la mano.
-¿Dónde está el paciente?
-Ja ja. Pasa. Pasa. Menos mal que has venido ¿No quieres primero un café?
-Prefiero ver primero que es lo que pasa a tu ordenador.
El pc estaba en su habitación. Ella se sentó en la cama.
-No parece que sea grave, tienes el buffer saturado. Mira, reinstalo el driver, reinicio, y andando...
La impresora empezó a emitir los ruidos de una mala digestión, mientras unos folios impacientes empezaban a caer al suelo.
-Ahora te cancelo la impresión y listo.
-¿Y ya está? Eres un genio.
-¿Ahora te enteras?
-Te he hecho venir por una tontería. ¿quieres ahora el café?
-Si, ahora sí, mientras me embargue la satisfacción del deber cumplido –dijo ahuecando la voz.
- Estás más tonto.
Ella fue a la cocina a preparar el café y David empezó a curiosear por el salón.
-¿Cómo lo quieres? ¿Con leche?
- No, yo lo tomo solo y sin azúcar como los vaqueros.
La risa de Eva sonaba metálica desde la cocina.
- No sabía que te gustara Albert Plá – gritó David con un cd de la mano.
- Me encanta –susurró Eva que ya se encontraba con una bandeja justo detrás de él.
- Perdona, no sabía....
- Siéntate..
Eva se acercó a poner el cd en el reproductor. David se percató de que estaba descalza.
- Me gusta estar descalza.
- Si, si, claro. –dijo azorado por haber sido sorprendido mirando sus pies.

Eva se sentó a su lado en el sofá.

Hablaron por riguroso orden cronológico: de Albert Plá, de impresoras laser y de chorro de tinta, de cuando se conocieron en la librería, de lo estirada que era la dueña de la librería, del jefe de Eva, del jefe de David, del parcial de termodinámica...

Y mientras David le intentaba explicar como funciona la máquina de Carnot, los ojos de Eva empezaron a comportarse como dos operarios de esos que aparcan los aviones agitando frenéticos sus banderitas. Estamos aquí -gritaban- ¿no nos ves?
-¿Tú eres muy fantasioso David?
-¿Cómo? –preguntó David sorprendido por la falta de relación de su pregunta con sus explicaciones metafísicas.
- Si, ¿qué si te imaginas cosas?
- Sí, claro. Como todo el mundo, supongo.
- ¿y que te imaginas?
- Todo el mundo imagina cosas mejores de las que vive.
- ¿Y para esta tarde tú te habías imaginado algo?
- Silencio.
- Silencio.
- David ¿a ti te decepciona la realidad?
- La fantasía está bien.
- ¿te basta con la fantasía?
- Silencio
- Silencio
- Yo podía haber imaginado que esta tarde tu pc hubiera estado lleno de virus y que...
- A mi no me hubiera importado que hubiera llovido.
- Silencio.
- Silencio.
- Silencio.
- Se está haciendo de noche.
- Y no llueve.
- Pero la impresora funciona.
- Sí, eso sí.
Sonó el teléfono.. Eva se puso las gafas. Era su madre.
- No sé ni para que cojo el teléfono –dijo mientras encendía la luz.
- ¿Pasa algo?
- No, nada nada cosas de madres. ¿quieres otro café? -la voz sonaba dura con tanta luz.
- Gracias, me tengo que ir, pero otro día me puedes llamar sin la excusa de la impresora.
- Ven cuando quieras. Ya sabes donde vivo.

Se despidieron con dos besos en las mejillas.

Texto agregado el 11-04-2006, y leído por 453 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
27-04-2006 Me ha encantado¡¡¡...un beso eloisa
21-04-2006 Me ha gustado mucho. He echado en falta algún comentario del narrador en los silencios erótico-térmicos (las preguntitas de Eva ponen). Enhorabuena. juanrojo
20-04-2006 Hay besos que duelen. Sin duda. dante_stapelli
12-04-2006 Esos silencios no se pueden rellenar. No sobran. Este cuento dice más por lo que no dice. Por lo que está latente. Por las cosas que no pasan. Ni_viva_ni_muerta
11-04-2006 Me gusta la fluidez con la que está escrito y los silencios incluídos en el diálogo. Creo que la oposición de voluntades necesaria en los cuentos está dada dentro de los personajes y no sale a la luz en el relato. Valdría la pena jugar con la rumia mental de ambos a ver qué pasa. Hay un par de repeticiones que se podrían evitar. Falta algún acento. CK CocinasKenia
11-04-2006 Un cuento encantador, con cada palabra y cada silencio en el lugar exacto. Éste fue el comentario pretendidamente serio, ahora el jocoso: David no se fue por "quedado", tal como se podría suponer, sino porque, habiendo aprendido ya la primera ley de la termodinámica, sabía que "nada se pierde" ¿Habrá pensado también que todo se transforma? :-) ***** Iwan-al-Tarsh
 
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