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DOS FLORES

El infierno está en nosotros mismos.
-Alejandro Jodorowsky-

I

- Amor, no te preocupes. Deja que te traiga el té de la mañana y veras que volveremos a reír como hace un momento.

Silencio.

- Bueno, voy a traértelo entonces. ¿No quieres que abra las cortinas?. Ya amaneció y parece que fuera de noche.

El hombre espera una respuesta que nunca llega. Lentamente se levanta con un rechinar de madera vieja y camina hacia las cortinas. Siente el frío del piso en sus pies descalzos, que empapados por el sudor se pegan y despegan a cada paso, haciendo un ruidito que por alguna razón le parece placentero.

Con sus manos toca el cordón que abre las cortinas. “Siempre que tú estés aquí no quiero que descorras las cortinas por favor. A veces la oscuridad es mejor...”.

Se detiene y siente cómo una hormiga pasa del cordón a su brazo. ¿Cuantas veces le ha dicho que la casa esta infestada?. Terca mujer, piensa, mientras reduce la hormiga a una masa informe con su dedo índice. Tal vez sea mejor no abrir las cortinas.

El sonido de los pasos desaparece rumbo a la cocina.

Frente a él hay una caja de madera. Al abrirla, ve los cadáveres ya secos de flores que dejan su alma y sus recuerdos en el agua caliente, apilados en bolsitas con diminutas etiquetas. El agua comienza a calentarse, le fascina verla hervir.

La taza le quema los dedos mientras camina con paso firme de regreso al cuarto. Uno de los halos de luz que se ha colado por las cortinas, ilumina por un breve instante el cuerpo desnudo que lo atraviesa y que después se sentará con un rechinar de madera vieja en aquel lugar de penumbra.

- Ya te traigo tu tecito, mira que rico huele.

Sentada en el parquet, la mujer desnuda no contesta nada. Su cabeza, cubierta de rizos enmarañados pintados de dorado, yace inclinada sobre la pared con la vista hacia el suelo. Debajo del cuello ligeramente arrugado, un par de senos grandes y flácidos caen sobre su abultado vientre, que comienza a llenarse de hormigas. Qué lindas, piensa el hombre, trepan y trepan con sus bonitas patitas peludas.

Acercando lentamente la taza a la mujer, le susurra.

- ¿No quieres tu té amor?. Ándale toma un poquito aunque sea. Te va a caer bien.
Una mano temblorosa se mueve hacia el recipiente humeante.

- Sólo ten cuidado con la sangre, no vayas a manchar la taza.

II

Abre los ojos. Le toma tiempo reconstruir el rompecabezas de su vida.

Mientras reconoce su cuarto de siempre, piensa que no hay nada peor que despertar desnudo y solo, con una jeringa colgando del brazo. Tendrá que poner un poco de maquillaje en el pequeño moretón que deja la aguja, pero primero lo más importante, correr al baño y vomitar, y luego, por supuesto, bañarse.

La tina se llena de millones de gotas de agua, que reciben su cuerpo como si fuera una gigante bolsa de té. Ahí está su madre enjabonándole la cabeza, mientras el barco de plástico flota sin rumbo fijo entre sus pequeños deditos del pie izquierdo. La mano entra y sale del agua salpicando el piso del baño, plaf, plaf, plaf, “¿Qué vamos a hacer con este niño tan juguetón eh?”. Sus labios se doblan como si besaran el aire. “...bueno, está bien, un besito chiquito pero si prometes no mojarme más...”. La madre se agacha, lo besa en la frente y sonríe. “Qué bonito niño, ahora a enjuagarte la cara...”.

La luz del crepúsculo flota en el agua de la bañera que empieza a adquirir un color lechoso. Pronto oscurecerá y tendrá que salir. Agarra el pequeño libro donde anota las citas. Claudia. Clienta frecuente. Lentamente cierra el libro y piensa que todavía hay tiempo para sumergirse una vez más.

Sale de la bañera, se seca y se contempla desnudo en el espejo. La barba a medio crecer, las arrugas que aparecieron hace un año y que poco a poco comienzan su implacable invasión del cuerpo, el sexo dormido que pende y se balancea de un lado a otro penosamente. Piensa que tal vez le quedan un par de años más y entonces tendrá que conseguir otro trabajo, o casarse con alguna mujer rica, de esas que requieren compañía o que necesitan de alguien que pretenda escucharlas.

Voltea a ver el agua turbia que quedó en la bañera y retira el tapón que mandará sus recuerdos felices por la coladera.

Adiós.

III

El cuidador del puesto de flores lo ve bajarse del coche y lo reconoce.

- Ya casi vamos a cerrar señor.
- Son sólo cinco minutos.

Siempre el mismo ritual. Un ramo de flores que mantenga su cordura en aquel infierno.

- Dame esos dos girasoles grandotes y relléname el resto con rosas. Con una docena será suficiente.

Siempre la misma elección. Las rosas para ella y los girasoles para él. Rosas vulgares para iniciar la ficción del amor, para desatar los impulsos hormonales “Ay que lindo...”. Toda la atención centrada en las rosas. Cliché tras cliché alimenta ese deseo que tienen de ser amadas, comprendidas, “Que hermosa te ves hoy...”, alagadas. Nunca notan los girasoles hasta tiempo después, como una anomalía en el ramo. Y es verdad, porque no son para ellas.

Sube al auto y se adentra en la zona acaudalada de la ciudad.

Se detiene frente a la puerta de madera techada con hiedra recién podada. A lo lejos ve al policía que cuida la entrada y que momentos antes lo dejó pasar libremente sin preguntas. Todos cómplices. Se ríe. Alguna vez lo llamaron misántropo. Nunca le habían hecho un cumplido tan grande.

IV

- Te gustan los girasoles ¿verdad?.
- Si, son las flores más bonitas. Mi mamá dice que son los espejos del sol.


V

La puerta se abre.

- Hola amor, ¿cómo estás?.
- Muy bien Claudia. Por cierto, te traje esto.
- Ay que lindo eres.
- Hoy te ves hermosa.
- Gracias precioso. Entra, no te quedes ahí parado.

Ahí está el jarrón de siempre, sin flores y con agua. Ingenuo pensar que no esperaría el ramo. Los tallos se sumergen por fin en el agua cristalina, chapotean en lo poco que les queda de vida. Afortunados.

- ¿Estás sola?
- Claro amor.
- Bien, ¿hoy como lo quieres hacer?.

La mujer se ríe por dentro ante la pregunta y la falta de tacto. Él lo nota y también sonríe en silencio. Por un momento las máscaras han caído.

- Necesitas relajarte un poco amor, espérame tantito.

La mujer se aleja por el pasillo y a lo lejos le grita que se siente. Él se quita el saco y se afloja la corbata. Antes de voltear a ver las cortinas adivina que están cerradas. A lo lejos, los dos girasoles lo ven, ocultos desde el mar de rosas. Extrañan al sol.

La mujer regresa con un platito y dos pajillas de plata. No se dicen nada, sólo inhalan en silencio. El hombre ríe por dentro y piensa “Amor en polvo”.

- ¿Verdad que así está mejor cariño?

Él sabe que no está mejor. Sabe que en unos minutos se sentirá solo, follando a esa neurótica de los grandes pechos caídos con odio, con desprecio, viendo a los girasoles que distraerán su mente de esos labios medio despintados y rodeados de saliva seca.

- Si, mucho mejor amorcito. ¿No quieres tomar algo antes?.
- No nene, no tengo sed. Mejor me espero a mi té de la mañana.

No logra hacer tiempo. Mejor empezar de una vez.

El hombre se levanta y se acerca a la mujer que permanece sentada. Con un rápido movimiento le besa el cuello y le aprieta los pechos. La mujer lo empuja.

- No amorcito. Hoy quiero hacerlo en la recámara.
- Pero siempre lo hemos hecho en la sala.
- Pues hoy me da la pinche gana de hacerlo en la recámara. Al fin y al cabo la que paga aquí soy yo.

Jalándolo frenéticamente de la camisa, la mujer lo aleja de la sala por el pasillo y luego por las escaleras, hasta que el sonido de los dos pares de piernas desaparece en la penumbra.

En la sala reina la calma. Una hormiga yace muerta en lo que ha quedado de cocaína y sobre la mesita junto al sillón, un par de girasoles que ahora no ven a nadie.


VI

- Quítate los pantalones.

Nunca había estado en la recámara de una de sus clientas. Sólo sexo en la sala, en la cocina o en el estudio. Tal vez por el recuerdo de los maridos. Gira la cabeza y ve sobre la cama una foto de la feliz pareja. Compadece en silencio al esposo y se quita los pantalones.

Ve a la mujer ya desnuda frente a él y el infierno se dispara. Esa mezcla de odio y repulsión que por alguna razón dota a su pene de una fuerza que no comprende. Es como si ese órgano fuera un ente individual y perverso. La náusea aumenta notablemente cuando la mujer se agacha y posa los repugnantes labios sobre el objeto de su deseo.

-Mmmm que rico amor. ¿Te gusta?.

El hombre se horroriza y voltea de un lado a otro en vano, buscando el consuelo de los girasoles que esperan pacientemente escaleras abajo. Trata de refugiarse en las fotografías color sepia que lo observan impávidas del otro lado de la habitación. Generales de la época revolucionaria con sus poblados bigotes y sus medallas colgadas del pecho. Mujeres con sus vestidos largos y lazos en el pelo. Primeras comuniones de niños que tal vez estén ya muertos, con sus rizos fabricados y sus trajes de marineritos. Imposible hallar consuelo en las decenas de ojos muertos que lo contemplan a través del vidrio sucio de la vitrina. Acusantes.

No hay escape. El pene entra y sale de aquella boca repugnante una y otra vez, potenciado por la violenta repugnancia del hombre que llora en silencio a sus ausentes girasoles, mientras siente ese impulso incontrolable que sube rápidamente por su columna vertebral. A lo lejos, sentada en el quicio de la puerta, su madre lo ve con una ligera sonrisa. Entonces se da cuenta. Ha dejado de ser él.

VII

El hilo de sangre que cae de la boca al piso ya ha formado un diminuto charco rojo, casi negro, rodeado de pequeñas gotas que saltan más lejos con el movimiento de la penetración.

Siente como el rímel se mezcla con sus saladas lágrimas en un río negro que fluye por sus mejillas dejando una penosa estela negra que finalizará en sus bamboleantes senos.

En las uñas pintadas, trozos de piel de la bestia que la penetra brutalmente por detrás. No más intentos de escape.

Con repugnancia escucha el gemido final, un gruñido grotesco y luego el silencio. Unas manos voltean su cuerpo con violencia. Contempla la cara sudorosa. Los ojos completamente abiertos e inexpresivos. Un falo que comienza a languidecer.

Con lentitud trata de levantarse pero sus manos resbalan en la sangre. Impotente, apoya la espalda en la pared. No puede más.

NEGRO.

Un caminar de pies descalzos la despierta. A veces le cuesta mucho trabajo respirar. Lo hace un poco más excitante. Burbujas de sangre se forman en cada exhalación y revientan. Blip blop.

El cuello marchito yace de lado, imposible levantarlo.

Los pies regresan por el pasillo.

- Ya te traigo tu tecito, mira que rico huele.

Siente la hilera de hormigas que trepan por su pierna hasta el vientre. No tiene más lágrimas, está seca. Mueve los ojos pero sólo puede ver el suelo por la posición de su cabeza. Trata de mover los labios. Silencio.

Un aliento húmedo acaricia su oído izquierdo.

- ¿No quieres tu té amor?. Ándale toma un poquito aunque sea, te va a caer bien.

Ha dejado de sentir dolor. Los tendones de su brazo se tensan lentamente y lo levantan. Sabe que si en verdad la taza tiene su té estará caliente y se quemará al tocarla. Necesita ese dolor para saber si sigue viva.

- Sólo ten cuidado con la sangre, no vayas a manchar la taza.

La mano, que pareciera lo único vivo en ese cuerpo destruido toma la taza. Así se queda, sosteniéndola en el aire durante varios segundos, sin respuesta. Nada.

Las dos figuras desnudas permanecen sentadas en el parquet. Luego, un murmullo débil, casi inaudible.

- Gracias amor.

Mientras observa el piso de madera, imagina el humo de la taza de té que no puede ver, bailoteando en la oscuridad y haciendo millones de figuras efímeras que nacen y mueren en milésimas de segundo. Intenta mover el cuello pero un dolor palpitante se lo impide. Murmura.

- Coges divino.

Afuera, los niños comienzan a salir con sus mochilas de colores. Unos caminan y otros corren, con la esperanza de no llegar tarde a la escuela.

Texto agregado el 16-05-2006, y leído por 436 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-07-2007 Es diferente pero lleno de fuerza, bastante interesante. Mil besos mágicos hadaa
01-08-2006 Carayy!! que relato!! no habia leido nada igual!! sencillamnete asombrosoo!!! aunque creo q muy buen trabajo *****Felicidades gfdsa
20-05-2006 Por cierto: también el cielo. BlackElk
20-05-2006 Hao!!! Joven guerrero, buena caza!. Ambicioso tu relato es, necesito digerirlo con calma. BlackElk
 
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