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Inicio / Cuenteros Locales / Balthamos / La misma moneda (prólogo): La Noche del vampiro

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Era una noche cerrada, el cielo estaba por completo encapotado, por la calle no se veía ni un alma. Las pocas farolas que había de las calles cercanas iluminaban el callejón de forma lúgubre y tenebrosa. No se veía ni una sola luz en las ventanas de los edificios entre los cuales corría la callejuela. El vapor salía de las alcantarillas, formando espesos bancos de niebla que hacían de la calle un mar de nieblas. A esas altas horas de la madrugada no había nadie más por la calle, tampoco pasaban coches de caballos a toda velocidad. Lo único que se oía era el sonido del viento al arremeter contra las ramas de los árboles y estos, sacudidos, dejaban caer una lluvia de hojas que se agitaban y formaban pequeños montones que al pisarlos producían un leve quejido.

El invierno se acercaba lentamente, cada día estaba más cerca y se notaba en los huesos. No tardarían en llegar las primeras nevadas acompañadas por un frío mortal que helaría hasta a las más resistentes ratas. La pequeña ciudad estaría cubierta en breve por un manto blanco y sus habitantes se irían cerrando en sus casas de piedra y contarían cuentos en las largas noches de ventiscas a la vera de alguna alegre chimenea.

Mientras tanto, una figura solitaria se deslizaba en la noche, de sombra en sombra. Su capa se agitaba al viento, mientras que una capucha le cubría por completo el rostro. Por una calle cercana se oía una conversación. Al menos dos personas. Perfecto, pensó. De forma silenciosa, se encaminó a donde provenían las palabras que escuchaba. Tenía la esperanza de que solo fuesen dos, en el estado en que se hallaba no podría con más.

Llegó a la esquina y pudo escuchar como se iban acercando, les esperaría allí, decidió. Probablemente fueran ladrones o asesinos, nadie estaría por la noche a esas horas de la madrugada. Así nadie les echaría de menos.

Esperó, cuando parecía que ya estaban a punto de pasar salió disparado con el puño por delante. A uno de ellos le partió la nariz, pero acabó de descubrir que en realidad eran cuatro. Problemas, al menos uno estaba en el suelo. Sin esperar a que reaccionaran, se abalanzó contra uno de ellos y le hinco la rodilla en la entrepierna. Ya había dos por el suelo. Los dos que quedaban rápidamente se prepararon para luchar y desenfundaron unos cuchillos.

- No se a que ha venido eso amigo, pero lo vas a pagar muy caro.

- Venid que os de vuestra paga. Siseó desenvainando un delgado sable curvo. Con la refriega la capucha se le había caído y ahora se podía ver su rostro. Estaba mortalmente pálido, con el cabello largo. Se pasaba la lengua por los labios, como quien se prepara para un festín.

Atacó para evitar que los que estaban en el suelo se levantasen. Trazó una rápida curva con su sable golpeando con fuerza en el arma de uno de sus rivales, el cuchillo salió volando un par de metros para aterrizar entre el polvo. Con un movimiento rápido acuchilló algunas veces a su enemigo. Empujó al cadáver contra el otro que se mantenía en pie y aprovechó la confusión para rematar al que le sangraba la nariz. El otro ya se había recuperado y se levantaba sacando una espada y cargando contra el. Con un ágil movimiento se desplazó hacia la derecha evitando la envestida, pero sin darse cuenta se había puesto entre los brazos del del cuchillo. Sin perder la oportunidad le puso el arma al cuello del atacante.

- Date por muerto, ¡rata!

Con un increíble salto, el prisionero se colocó a la espalda del que le había retenido y aprovechó para clavarle los colmillos en su cálido cuello, saboreando su sangre. El néctar de la vida, ya había olvidado su delicioso sabor. Se tomó su tiempo degustando el preciado líquido que le otorgaba la inmortalidad.
Cuando acabó de extraerle la vida que quedaba en el, le clavó su sable de plata para evitar tener problemas cuando despertara con su nueva personalidad.

- ¿Qué... Qué le has hecho a mi amigo, maldito diablo?

- Tranquilo, ahora está en un lugar mejor. Contestó irónicamente el vampiro lamiéndose los restos de sangre que quedaban por su rostro. Y ahora, te toca a ti.

Empezó a correr contra el último que quedaba, ya no se acordaba de como se sentía uno tras un abundante trago de sangre. Notaba el poder en sus brazos, en sus piernas, en cada uno de sus músculos. Sentía como cada una de sus células se iba regenerando, recuperando su antigua fuerza. Tanto tiempo durmiendo no le había sentado muy bien. Pero ahora volvía a ser el, un dios entre simples mortales. Podía hacer lo que quisiera, tal vez mordiese a algún niño para criarlo como vampiro, o tal vez engatusaría a alguna joven y le concedería la inmortalidad para que fuese su eterna esposa. Pero primero tenía que acabar con aquel triste insecto.

- ¡Quieto donde estás, monstruo!

Sin perder un segundo que le podría costar la vida sacó de su cinturón una pistola y cuando ya tenía al vampiro encima le disparó a bocajarro en el pecho. Ya nada le podría salvar a aquel ser. Vio como el cuerpo inerte caía al suelo y echó a correr, para olvidar cuanto antes aquella pesadilla. Con las prisas que llevaba no vio a la persona que caminaba por la calle hasta que chocó contra el y ambos rodaron por el suelo.

- Disculpe, no le vi con las prisas. Dijo rápidamente escusándonse.

- No se preocupe amigo. Contestó una voz que le sonaba mucho.

Alzó la mirada y en sus ojos se clavaron los ojos del monstruo al que acababa de matar. Ahora que se fijaba podía ver unos ojos azules muy claros, como el hielo. Notó como aquel ser llegaba hasta su corazón, que lentamente, se convertía en una piedra de hielo y poco a poco dejaba de latir. Ya no tenía escapatoria. No podía moverse, aquellos ojos le habían congelado.

- ¿Dónde creías que ibas? A un vampiro no se le mata tan fácilmente. Sin perder más tiempo y necesitado como estaba, le mordió en el cuello y de nuevo pudo sentir la sangre cálida de una nueva víctima deslizándose por su tanto tiempo seca garganta.

El amanecer se acercaba de forma inexorable, sin vacilar acabó con la vida del pobre desdichado, no volvería a cometer el error de dejar a una víctima viva. Regresó al lugar donde había permanecido en silencio, durmiendo durante tantos años. Pero ya no habría más invernaciones. Había llegado la época del resurgir del gran vampiro que una vez fue. Tenía que recuperar sus posesiones, arrebatadas antaño por una de sus víctimas. Ahora regresaría y llegaría el momento de su vendetta personal. Mataría al usurpador.

Al fin, Luizzic recuperaría lo que le habían robado.



Este es el prólogo del que será una historia más larga sobre la venganza de Luizzic. Estará dividida en dos partes, la primera será "¿Por qué?" y narrará el comienzo de Luizzic y la traición de la que fue víctima. La segunda parte narrará la venganza del vampiro.

Espero que os guste.

Balthamos.

Texto agregado el 19-05-2006, y leído por 362 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
12-11-2006 Estoy de acuerdo con esmeralda. La novela promete. La leeré poco a poco. margarita-zamudio
11-11-2006 Es una historia muy interesante y le das ese misterio que la hace mucho más atrayente/ me gustó mucho, voy por la continuación… sweettsu
09-11-2006 Bueno me había dejado este prólogo. Ahora lo tengo todo un poco más claro. Un saludo!!***** josef
05-07-2006 Este comienzo me deja intrigada, en especial después de haber leído las primeras partes del comienzo... Veo un personaje fuerte, que te dará para narrar una historia increíble. Un fuerte abrazo. Sigue con ella, no la abandones. Ikalinen
25-05-2006 porque siempre somos los malos de la pelicula? jajja genial seguid por cierto habeis leido mis memorias? quizas le sean de interes, narro desde mi vida en mi antal bilbao, hasta mis pasos en el seminario jesuita en roma, los aquelarres en francia, las caminatas en el sena.. oh k tiempos! salut! G. vampire
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