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Un recuerdo es un acontecimiento pasado que se queda grabado en la memoria; sin embargo ¿Cómo se llama el hecho que nunca ocurrió y persiste en nuestra mente?

Les voy a contar una historia que pudo ser real, o lo fue, no lo sé. Caminaba, como muchas otra veces, por el sendero de tierra rumbo a mi pequeña casa de adobe y techo de tejas, aquella ubicada en un remoto pueblo, a donde me asenté, luego de huir del mundanal ruido de la ciudad , del estresante trabajo y la avalancha de citadinos codiciosos y avarientos. Los ahorros amasados tras largos años de tediosa laboriosidad y mis privaciones voluntarias (mejor dicho la falta de oportunidades y ganas de gastar) me permitieron esa excentricidad. Como habrán intuido no me gustaba mi trabajo, nunca me casé, no tuve hijos o amigos entrañables; por lo que, no me ataba nada, ni nadie a mi antigua vida. Así , yo un hombre adulto criado entre autos, concreto, ruido y luces, me encontraba en aquel rústico camino, disfrutando del aire fresco y la profunda tranquilidad del silencio. En esas circunstancias, en que los pensamientos se diluyen transformándose en una centella que excita los sentidos, observé por primera vez a ese muchacho; parado en medio del camino, con la cabeza gacha, como obnubilado por alguna presencia extraña. Aparentemente, no era muy diferente de los otros que vivían en el pueblo, un pantalón sucio, una camisa raída y esa cara cetrina y asustadiza. Me le acerqué y lo saludé a la usanza del lugar , no me respondió el saludo; siendo lo que inicialmente me sorprendió, sólo balbució algo como: “Vamos, vamos al pueblo”. Luego, me siguió, al lado como una sombra materializada. Lo segundo que me llamó la atención fue la mochila que tenía a cuesta, estaba redondeada como si llevara una pelota dentro.

- ¿Vives en el pueblo? Nunca te había visto antes- le dije con sincerísima curiosidad.
- Mi hermano- dijo en forma autómata.
- ¿Tu hermano vive ahí?
- Mi hermano
- ¿Acaso tu hermano esta enfermo o en peligro?
- Mi hermano

Lo agarré de los hombros y lo miré a los ojos; de repente, un terrible impacto incendió mi pecho en un angustioso dolor, eran esos terribles globos oculares, cuyas imágenes rasgadas y oscuras me perturbaron, de tal manera, que caí de rodillas al suelo cubriéndome el rostro con las manos. Un intenso zumbido se apoderó de mis tímpanos; sin embargo, hice el esfuerzo para recuperarme, me sujete del muchacho, jalé la mochila fuerte y traté de pararme, la mochila calló al suelo dejando salir su infernal carga: una cabeza cercenada. Esa masa de carne, piel y sangre rodó en un recorrido interminable, en cada vuelta los latidos de mi corazón se aceleraban irremediablemente; hasta que se detuvo en seco como una roca y observé, nuevamente, pero ahora en esa cabeza, los mismos aterradores ojos que antes advertí en el muchacho, la impresión fue tan grande que me desvanecí al instante.

Habiendo transcurrido algunas horas inconsciente, desperté al sentir una mano callosa en el cuello y una voz lejana: Era Don Máximo, uno de los pocos amigos que pude hacer en el pueblo. El agarrotamiento de mis músculos era intenso, la sequedad me había partido los labios, hice el esfuerzo, me senté y empecé a contarle a mi amigo la tétrica historia. Terminé mi narración, con los ojos brillosos y al borde del llanto, él me respondió con una sonrisa cándida y complaciente “es el Condenado” me dijo, era la primera vez que escuchaba esa denominación; pero la recordaría para siempre, luego me relato el mito que oiría otras veces: Una joven alma fratricida, que vaga de pueblo, en pueblo, con la cabeza decapitada de su hermano, asesinado por él mismo; un maldito, un apestado, un Caín de cara cobriza, cuyas únicas marcas son esos ojos endemoniados que reflejan lo peor de nosotros mismos.

Traté por mucho tiempo de convencerme de que todo lo que había visto era irreal, una fantasía, un espejismo y desterrar de una maldita vez aquella imagen, aquellos ojos; sin embargo, no lo logré, por eso he regresado a la seguridad tediosa y aplastante de la ciudad; y me he alejado para siempre de aquellos lugares donde los mitos y miedos se materializan para enfrentarte.

Texto agregado el 23-05-2006, y leído por 186 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-05-2006 Un tema interesante la injusticia que leo en los pocos textos que le leído. ¿Por qué no prueba, si es que no lo ha hecho ya, en otra línea? Saludos joseluis
28-05-2006 Misterio y crueldad que es denominador común a nuestros pueblos. Espléndida tu narrativa. Yo te felicito. peco
24-05-2006 Me ha gustado mucho tu texto - y yo que soy peruano entiendo a la perfección el ámbito mitológico que recubren a los pueblos aislados. Y es que también he escuchado muchos mitos andinos y éste fácilmente encajaría en el tomo. La manera en que empieza el cuento y cómo lo terminas, lo redondea muy bien. Te felicito, ¡Viva el Perú caraj...! Roelio
 
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