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Inicio / Cuenteros Locales / joseluis / Una mañana impensada

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Hace unos días una señora tocó la puerta de mi casa y me dijo que deseaba vivir en mi casa. Le dije que estaba loca y le tiré la puerta en su cara... Volvió a tocar la puerta y estaba vez sacó una pistola. Me quedé helado y la vieja entró. Yo pensé que la mujer iba a robarme pero eso fue lo extraño. Esta me dijo que entrara en mi cuarto, y luego, me pusiera una media en la boca. Me ató con las cuerdas del teléfono junto a una de las patas de mi cama, me amarró las piernas y luego, allí viene lo inexplicable, empezó a desnudarse ante mi. No era tan fea y empecé a calentarme. Quiere sexo, pensaba dentro de mí. La tía, ya desnuda, sacó una serie de fotos y los empezó a dejar por todo mi cuarto. Me fije bien y eran caras de artistas conocidos. Está rematada, totalmente revirada, volví a pensar mientras la vieja buscaba una radio. La encontró y de su cartera sacó un disco y lo puso en la radio. Eran boleros, viejos boleritos que yo detestaba, me hacían recordar los bares de la vieja ciudad en que vivía. Esta cogió un palo de escoba, le puso mi ropa, un globo que había inflado sin que me diera cuenta y empezó a bailar por toda la casa... Esto es una pesadilla, me dije, así que traté de soltarme pero no podía, las cuerdas me hacían daño cada vez que trataba de romperlas. De pronto, el sonido de la radio se apagó. La vieja vino a mi cuarto, tomó el teléfono y llamó a la policía. Luego, empezó a vestirse, recogió sus fotos, sus cartera, se vistió y se fue de la casa... A las tres horas tocaron la puerta los policías, entraron a la fuerza y me desataron. Les conté lo que me había ocurrido y empezaron a reír. Callé y no quise decir nada más. Los oficiales se despidieron, me hicieron firmar mi versión antes, y me quedé solo nuevamente... Miré mi cama y tuve ganas de dormir. Eran las cuatro de la madrugada y a las ocho tenía que levantarme. Antes, tuve que cerrar la puerta con llave. Me eché a dormir y tuve un sueño, uno bien extraño... Estaba en el trabajo y una nueva gerente había comenzado a trabajar. Era la misma loca que había entrado a la casa. Yo no creo mucho en estas cosas, pero, por si acaso, me puse a meditar un poco antes de levantarme. Ya a punto de salir al trabajo, miré si no estaba la loca por allí, no había nadie, así que salí, caminé hasta el punto de subida del metro y esperé... Vi que venía el metro y, de pronto, vi a la loca que estaba tocando una guitarra en una de las esquinas del metro. Subí, y mientras me alejaba, la miraba. Estaba como la viera en mi casa, pero, parecía estar contenta, más bien feliz... Sonreí, y no sé por qué, sentí un poco de envidia por su extraña locura...



San isidro, junio de 2006

Texto agregado el 12-06-2006, y leído por 450 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-06-2006 Está bien. Pero coincido con inakix... la cagaste en el final. Búscale un final distinto desde que estás buscando el metro... te puede quedar más redondo. Eso de la tía tocando la guitarra... no es... lo mejor para concluir tu texto - mucho menos tu envidia. Roelio
13-06-2006 muy bueno, pero al final la cagaste. inakix
 
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