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It´s so easy


Era tan fácil, sólo cruzar la puerta, sólo debía cruzar aquella vieja y querida puerta de madera agujereada que tantas veces le había dado la bienvenida en su infancia, aquella puerta de bisagras oxidadas que siempre había estado abierta después de un día de trabajo en la granja con papá Tati. La puerta de su nostalgia, detrás de la cual siempre estaba mamá Nana esperando con una comida caliente al “hombrecito de la casa”. Era tan fácil, apenas un paso, cruzar el umbral y ya, ya no volver nunca más.

Tan fácil? No, no tan fácil. A sus espaldas escuchaba el llanto de mamá; mamá Nana, aquella que lo había acunado en sus brazos, la mamá de sus amores que siempre había estado a su lado para protegerlo, la mamá que le pedía a papá Tati que no fuera tan estricto, la mamá que le había enseñado a cocinar y a remendar sus pantalones. Aquella que lo había prevenido contra las mozas de Roma y sus tretas para jugar con los campesinos. Mamá Nana y su sonrisa, mamá Nana y sus retos, mamá Nana con sus delicadas arrugas y sus manos habilidosas, mamá Nana, mamá Nana, mamá Nana.
Se dio media vuelta, supo que no debió hacerlo, pero las trampas que le había tendido la nostalgia eran muchas y no podía escapar de todas. Allí estaban aquellos ojos de azul lavado, borrosos por las lágrimas, implorantes. Respiró profundo, junto a la chimenea de barro papá Tati le daba la espalda. Allí estaba todo su mundo, todos sus recuerdos, aquellas cuatro paredes, el techito de paja, los campamentos con papá y sus amigos, las noches contemplando las estrellas tendido en los pastizales.
Las visitas a Roma, su fascinación por las Legiones del César, sus amoríos con las mocitas de ciudad, todo eso le parecía tan distante, no era suyo, era la vida de otra persona. Tan fácil, cruzar la puerta, hacer borrón y cuenta nueva........ no, no tan fácil. “Adiós”, su ultima palabra, papá Tati se dio media vuelta y lo contempló con un orgullo y una tristeza indecibles, “Adiós, hijo mío” respondió con su mentón tembloroso y las lágrimas rebalsando en aquellos magníficos ojos castaños. Jamás había visto a papá Tati llorar, sintió que el también estaba apunto de romper en llanto, pero se contuvo.

Enfiló hacia la puerta y cruzó el umbral. Ajustando su bolsa al hombro, montó en el viejo Asiux y a los pocos minutos la vieja casita se había perdido entre las espigas de maíz. “Este año hubo buena cosecha.....” pensó distante.


Ah! Roma, la milenaria, la que nunca duerme. Roma el centro del mundo, la pedante, la caprichosa, la poderosa era Roma. Tan fácil y apacible era sentirse acogido en su centro.
Tan fácil? No, no tan fácil. El bullicio hostil de la ciudad lo recibió de mala gana. Miradas indiferentes de comerciantes y transeúntes se clavaban en él como un muro de lanzas. Este era un mundo nuevo, desconocido y poco hospitalario. Un sentimiento de desarraigo se instaló en su pecho, y la nostalgia nuevamente volvió a jugar con su corazón apaleado. Tan fácil sentirse cómodo en el cálido seno de Roma... no, no tan fácil.

Entregó su carta de Admisión en los cuarteles y se retiro a esperar que lo llamaran para comenzar su entrenamiento. Tuvo que vender al viejo Asiux por unas monedas para poder sobrevivir en las calles de la ciudad hasta que lo llamaran. Estuvo durmiendo a la intemperie y comiendo pan duro durante los cuatro días que duró su espera. Roma era negra y fría, Roma estaba viva y se divertía con su mezquindad y la infelicidad de sus habitantes. En Roma todo tenia un precio, ya no bastaba con estirar la mano para atajar una manzana o bajar al arroyo para refrescarse. No, en Roma la vida era dinero, sin dinero no había vida y sin vida sólo quedaba la muerte. Tan fácil empezar de nuevo en Roma... no, para nada fácil.

Se presentó en los cuarteles, allá donde semanas antes había realizado las pruebas físicas para estar entre la infantería. Fue recibido por las miradas despectivas de los Legionarios, la crema del ejercito Romano: curtidos por soles y batallas, el brazo y corazón guerrero del Imperio, la soberbia armada eran los legionarios. Su capataz lo condujo enseguida hasta sus aposentos.
La sonrisa blanca y cristalina de Antioco lo recibió con una calidez inesperada. Aquellos dientes magníficos súbitamente le hicieron olvidar todos sus pesares y le hicieron recordar sus viejos ideales y la razón por la que estaba allí. Antioco el bromista, el enamorado de la vida y las mujeres, aquel que nunca dormía, el amante de las bebidas y los amigos. Allí estaba también Ajax el gigante, el eterno errante, con sus senderos de polvo y risas y sus ojos profundos y sinceros. Si, sus amigos, su nueva razón para seguir luchando.

La vida en los cuarteles no era mala. Los entrenamientos con el General Maximus eran realmente muy duros, y hubo días en los que se sentía desfallecer. Pero siempre hallaba consuelo en las bromas de Antioco y se perdía entre risas y alcohol en aquellos ojos sin edad, escuchando las formidables historias del buen Ajax y riendo, riendo con risa sincera y transparente. Su vida en el campo estaba tan distante ya. Las cartas de mamá Nana parecían una ilusión, papeles sin sentido que solo venían a agitar viejos fantasmas dormidos.
Roma había cambiado también, estaba ahora llena de luz y risas, los bullicios se habían tornado cálidos y acogedores. Si antes había visto a Roma como una dama negra y perversa, esta era ahora una viejita benévola velando por todos sus habitantes......... Roma debía ser protegida, y más ahora que las hordas bárbaras habían entrado en territorio romano a fuego y sangre.

Ajax fue quien vino con la noticia de que partirían pronto, su voz sonaba excitada y en sus ojos resplandecía un fuego que jamás antes había estado tan vivo. Ajax era un errante, huérfano de padre y madre, guerrero por naturaleza no le gustaba estar establecido en un lugar fijo. Su cuerpo de coloso se impacientaba a las noches entre pesadillas, su espalda se inflaba tanto aquellas noches que parecía querer reventar la habitación. Antioco no se mostró tan ilusionado con la noticia, apenas sonrió desganado y se puso a ordenar sus cosas. Antioco tenia miedo, él también lo tenia.

Había llegado el momento de dejar Roma, dejar aquellos cuarteles que habían sido su hogar por cerca de dos años. Tan fácil, sólo seguir las filas y filas de legionarios, dejarse llevar por la marea humana que partía de la ciudad. Creyó que la nostalgia lo invadiría nuevamente, pero esta vez no estaba solo, iba rodeado de otros miles de legionarios dirigiéndose hacia lo desconocido junto a él. A su lado Ajax y Antioco parecían no tener dudas. Tan fácil? Si dejar Roma había sido fácil.


Antioco miraba las estrellas sin ver, en una mueca vacía, vacía de su usual jovialidad, vacía de vida. Allí yacía Antioco, bajo la luz mortecina de la luna llena. Antioco estaba muerto, muerto de luna. La guerra no había resultado según lo pensado. Los legionarios estaban muy optimistas y se decía que iban ganando. Pero desde la partida de Roma solo había habido hambre, frío y desolación. No habían combatido, sin embargo ya habían muerto decenas de hombres de infantería debido a las fiebres. La comida se guardaba para los legionarios, y la milicia sólo veía las sobras.
Se había corrido la voz que el frente enemigo se acercaba, que pronto habría una gran batalla. Pero no vería en ella héroes como los de la mitología, no habría ningún superhombre capaz de barrer todo el ejercito enemigo de un espadazo. No, solo habría masacre y barbarie, solo habría muerte. Las primeras escaramuzas habían ocurrido apenas aquella tarde. Ajax y Antioco habían combatido en ellas, él no llegaría al frente sino hasta la noche. La muerte para un guerrero era fácil, los hombres como él combatían por la patria, la amistad, la gloria y morían riendo...Encontró a Ajax junto el cuerpo de Antioco, rodeado por aquel mar de cadáveres. Antioco aun tenia los ojos abiertos, ojos huecos y sin alma. Su cara había esbozado una mueca horrorosa, y de su abdomen abierto colgaban púrpuras los intestinos sanguinolentos mezclados con bilis.
Allí quedaba aquel hombre cuya vitalidad hubiera sido capaz de mover una montaña; mañana seria sólo alimento de gusanos. No, la muerte no era fácil, perder un amigo no era fácil, llorar no era fácil.


La batalla no comenzó sino hasta la mañana siguiente. Los bárbaros atacaron el campamento romano de improviso. El grito del centinela goleó su corazón como un martillazo. El rugido embravecido de la horda se fue levantando hasta inundar el aire y nublar la razón. La milicia salió a su encuentro, detrás los legionarios terminarían de barrer la basura.
Tan fácil correr hacia la pared humana que se movía hacia él. Tan sólo poner un pie delante del otro, tan sólo gritar hasta quedarse sin voz. A su alrededor el enjambre humano que lo acompañaba se abatía locamente hacia la batalla. Sentía sus piernas deshacerse con cada paso, como si fueran de arena. El aire se había vuelto súbitamente pesado como el plomo, cada bocanada era un latigazo a sus pulmones. Y el miedo, el miedo irracional que nacía en su pecho y se expandía por su cuero cabelludo helándole la nuca. Tan fácil? No, correr hacia la muerte no era fácil.


El choque fue brutal y salvaje. Los gritos de angustia y miedo, y el rechinar de las espadas; la muerte revoloteando a su alrededor. Instintivamente busco a Ajax en medio de la batalla, necesitaba algo conocido, algo querido o supo que se volvería loco. Ajax se encontraba ya debatiéndose contra la tormenta de lanzas que lo acometía. Su espada danzaba una danza de plata y sangre, se arremolinaba, bajaba ya plateada y volvía a bailar teñida de escarlata. Allí estaba su compañero de historias, su amigo del alma, Ajax el serio, el filosofo, el guerrero, el hombre, hombre, hombre...
Un bárbaro embistió contra él, era apenas un niño. Tres veces se cruzaron sus espadas en el aire, haciendo saltar chispas. Por fin el niño perdió el equilibrio y expuso su cuello imberbe. Sólo un sablazo a la yugular, apenas un giro de cadera, apenas acabar con una vida, tan fácil... Los ojos espantados del muchacho lo miraron desde sus cuencas. Ojos vivos, vivísimos. No como los de Antioco vacíos y sin luz, mirando la luna. Ojos claros, puros como los de mamá Nana, francos como los de papá Tati, maravillosos y llenos de vida.


La daga penetró por la boca de su estomago desgarrando carne y órganos. Estaba fría y fue una sensación casi placentera. Cayó de rodillas como sin quererlo, poniendo las manos en su herida. Iba a morir, tan fácil morir. Sólo cerrar los ojos, sólo dejarse llevar. Podría haber puesto barro en su herida y tratar de contener la hemorragia. En otra dimensión la batalla estaba en su apogeo, desde la distancia la voz de Ajax lo incitaba a la pelea. Pero para qué? Si morir era tan fácil, tan jodidamente fácil.

“It´s so easy, so fucking easy”




Nota del CHEwy:

Bueno, acá estoy escribiendo de vuelta. La vez pasada me leyeron dos personas, así que eso hizo que valiera la pena volver una vez más. Esta historia es casi una reflexión de este año para mí. Dejar mi casa y mudarme con mi viejo, empezar la facultad, conocer nueva gente......aahhhh, hubiera pensado que seria más sencillo. Y es que las cosas se complican cuando las pensamos, cuando nos ponemos a dar vueltas sobre los mismos temas, “a darnos manija”. “Nuestro intelecto puede ser mas agobio que bendición”, leí una vez en una carta de Magic: pero es justamente nuestro intelecto el que nos da la noción de lo que es verdaderamente estar vivo. Sí, mas vale, seria mucho más fácil vivir si sólo pensáramos en comer y cagar, pero para que joraca estaríamos vivos? Sólo por instinto, para traspasar nuestros genes a la próxima generación? Estoy muy contento de estar vivo, pero por sobre todo agradezco la oportunidad de darme verdadera cuenta de que estoy vivo. Hasta la próxima vez. Ah! el título por supuesto es de un tema de los Guns and Roses. Muy buen tema.

FELIZ AÑO NUEVO!!!

Texto agregado el 03-01-2004, y leído por 541 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
03-03-2007 Excelente y metaforico. Una joyita. solyceres
08-01-2004 Esta segunda parte del cuento está llena de adrenalina. Me gusta tu descripción sobre la muerte y lo ironico de las preguntas en medio del relato. Buen trabajo. chachi
 
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