Nadie sabe como son los Quibor Tachilts, pues excepto a la especie ox-onte, todos los demás son invisibles. Pero todo el mundo, por lo menos aquí en el norte, aseguran que existen estos pequeños aunque no le tienen miedo. Los Quiboc tienen la organización logística más avanzada conocida, y un listado de todas las personas de cada pueblo, y casi todos sus pequeños sufrimientos.

Con sus uñas mugrientas rasgan de sus víctimas esos pellejitos junto a las uñas y dejan la carne viva en esa pequeña porción del dedo que lo roza todo. En la noche, silenciosa y pacientemente le sacan filo a cada hoja blanca y la rocían con un extracto anti-cicatrizante para que cuando la gente se corte por descuido, nunca sanen.

Vigilan cuando duermes para sigilosamente untar en tus labios una cera grasosa que hace crecer espinillas justo en el borde de la boca, donde más duele extirparlas. Organizan a los zancudos e informan a hormigas y moscas sobre lo que ven cuando entran a las casas; lo peor es que hacen planes de ataque para ellos. Están muy atentos para cortar los bostezos con un susto y evitar los buenos estornudos justo antes que sucedan.

Molestan a los paranoicos persiguiéndolos un rato cada día, y a los esquizofrénicos los asustan disfrazándose de pelotas azules y hablándoles susurradamente. La gente del norte los tiene sin cuidado, pero pensándolo bien, son criaturas peligrosas.