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"Hay tiempo para todo, sin embargo, no encuentro un instante para mi felicidad".

He llorado con toda la humanidad luego de escuchar la terrible noticia de mi muerte. Hemos ido todo juntos al velatorio y allí estaba, echado dentro una bella caja color madera, sobre una fría losa de mármol blanco. Parecía dormir en absoluta paz. Tímidamente me le acerqué ante la mirada condescendiente de toda la humanidad. Hubo un silencio infinito cuando estuve a un paso del muerto. Levanté la mano en señal de adiós. Quise tocarle por última vez y lo hice, pero apenas le rocé, éste abrió los ojos como si despertara de un largo sueño, se estiró medio acalambrado y, ante mi estupor, salió de la bella caja de madera. Se paró frente a mí y comenzó hablarme en un bello idioma inentedible, parecía cantar como un ángel... Aún estupefacto, quedé mirándole hasta que dejó de cantar aquella melodía, y luego, empezó a caminar rumbo hacia el fondo del velatorio de donde se veía una hermosa luminosidad, tan atractiva que sentí muchas ganas de seguirle. El muerto me miró y me dijo sin palabras que le siguiese. Un impulso me hizo seguirle y le seguí, pero antes de continuar mis pasos volteé a ver a toda la humanidad que había venido conmigo a despedirle, pero no encontré a nadie. Todos se habían esfumado. Me detuve y dudé en seguirle. Volví a ver al muerto que se perdía como una mosca en aquella luminosidad y decidí irme por el otro lado, buscando a cualquier persona que había venido conmigo a despedir al muerto, pero no encontré a nadie. Aquel lugar era tan extraño, ya no había velatorios, ni parques ni autos, ni una sola mosca, no había nada. Era un lugar sin color ni aroma. Era la absoluta inapreciación de todo. Mi ansiedad iba en aumento. Harto de ir y correr de un lado a otro, grité con todas mis fuerzas al cielo o al infierno, a cualquier lado, y, para mi suerte, escuché unos pasos que provenían del fondo de aquel extraño lugar. Este era como estar sumergido en un mar no de agua, era como una brisa grisácea, densa como el humo, fluyendo de un lado hacia otro, un caos palpable, una pecera infinita, mientras seguía escuchando aquellos pasitos cada vez más y más cerca. Desesperado, corrí hacia aquellos pasos, fue inútil, era lo mismo esperar que ir hacia aquel ser, así que me detuve y continué mi espera. Ha pasado el tiempo, en verdad no sé cuánto, pero mucho tiempo, y aún continúo esperando al sujeto de los pasos que cada vez los escucho como si casi palpitaran dentro de mí, como el tic-tac de un reloj que no cesa de sonar más y más cerca. Aun continúo esperando pero ya me siento muy agotado y tengo ganas de dormir. Me he echado en aquel lugar en donde no hay donde apoyarse, es como si estuviera navegando en un río sin color ni ruido, pero, extrañamente, siento cada vez mas cerca los pasos de aquella persona que, a medida que se acerca, veo que todo mi ser empieza a perder su forma, brillo, hasta casi no sentir nada mas que un profundo sueño. He querido esperarle despierto pero no puedo mas, y he cerrado los ojos, justo, justo, cuando siento los pasos detenerse frente a mí. He hecho el esfuerzo por levantarme, abrir los ojos, pero, es imposible, no puedo. Escucho su respiración, siento su mirada llena de una bondad casi infinita pero no puedo verle. El sueño se me ha hecho tan pesado que me ha aplastado como a una cucaracha hasta no sentir ya nada, ni sueño, ni nada, nada de nada...



San isidro, septiembre del 2006

Texto agregado el 18-09-2006, y leído por 302 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-09-2006 interesante inakix
 
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