El Despertar.


Cuando se derramaba el cielo y caía la lluvía torrencial sobre las láminas de zinc que cubrían el techo de su humilde casa en el barrio El Rastro, Uxbal sentía esa sensación de tranquilidad, seguridad y agradecimiento por ese líquido cristalino que satisface el cuerpo sediento y conforta el alma y que el cielo manda como señal de amor y poder. Su cuerpo se relajaba y un profundo sueño entraba en su frágil cuerpo de niño soñador. Su abuela decía que los techos de láminas son los mejores porque conversan con el cielo. -Les gusta hacer ruido con la lluvia y durante las noches claras son el espejo del firmamento-.
Ni los aguacero o el ruido ensordecedor de los gatos en celo peleándose por el premio en disputa o el sonido de las ruedas metálicas con los rieles estoicos del tren nocturno que pasaba frente a la casa ni el ruido endeble de las cenizas que lentamente como espuma caían desde el volcan cercano podían alterar el descanso nocturnal de Uxbal. Asi pasaban los días hasta que Aura le desarmó el alma. Fué en un piñata durante un cumpleaños de su hermanito menor que la vió por primera vez de cerca. El rubor le apareciò sin llamarlo, se secaron sus labios, la garganta se le estremeció y su cerebro se blanqueó cuando le tendió la mano y lo invitó a que pasara adentro. No salió de Uxbal palabra alguna y de su garganta solo se escuchó un gemidito gutural irreconocible. Sentía que las rodillas se le doblaban y mariposas en el estomago revolvíendose agitadamente. Afortunadamente los padres la llamaron en los momentos que le empezaba un bahído frio y temía caer al suelo como zapote maduro. No queria delatar su enorme exitación de haberla conocido, pero el impacto de su apariencia personal era prueba irrefutable que habia quedado hechizado. Durante el alboroto de la piñata no volvíó a cruzar palabra con Aura y regresó taciturno a casa.
No quiso labarse la mano en varios dias para evitar que la fragancia de su perfume impregnado se extingiera con el paso del agua. Aura pasó a formar parte de sus fantasías durante las noches de lluvia y de jolgorio de gatos. Pasaba las noches en vela creando escenarios mágicos donde la besaba en un rincón de su puerta o en el destartalado sofá de su casa. Otras noches la imaginaba apretándola contra su cuerpo hasta dejarla sin aliento
Los días siguientes fueron una pesadilla asfixiante. Llegaba tarde a la escuela o dejaba de ir, perdíó el apetito y el sentido del tiempo. Sus ojos solo estaban atento al techo de lámina. Su madre sospechando de ese infierno cervantino callaba como una cómplice de esos extravíos juveniles mintiendo a su padre sobre los resultados escolares. Pero además fueron momentos de lecturas oportunas donde poetas cláscos lo acompañaron en la penunbra de la noche o en los calores de verano. Esperaba que sus sonetos le sirvieran de inspiración para iniciar la ansiada conversación con Aura. Pero no fue asi. No pudo superar la timidéz que le exprimia el aliento y aniquilaba su voluntad ya de por si endeble. No pudo hablar con Aura pese a que intencionalmente pasaba frente a su casa esperando una oportunidad. En en ocasiones la veía parada en la puerta como una centinela del Olimpo, pero las piernas paralizadas y el temblor de sus manos le impedían acercarse.
Con el tiempo Aura desapareció del barrio y Uxbal no la volvió a ver. Noviembre empezaba y con ello el fin de año escolar. Esto significaba salir de la ciudad para visitar primos y tíos que vivian en el campo. Poco a poco Uxbal fue venciendo la timidéz, pero hoy, muchas décadas mas tarde la recuerda como si fuera la primera vez que la veía con su vestido azul con listón y moño en su pechos incipientes y su sonrisa de canción y ojos de eterna primavera. Fue la experiencia de un niño donde el sonido de la lluvia y la guerra de los gatos fueron testigos de las veladas interminables de su primera ilusión .