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Paradojas

Si están leyendo esta carta es porque yo ya me encuentro fuera del mundo. Cuando terminen de leer este documento espero que comprendan las razones que me llevaron a abandonarlos tan repentinamente.

Yo soy un físico teórico destacado sólo en mi ambiente universitario, con un par de publicaciones internacionales interesantes, pero sin nada muy importante que aportar a la ciencia universal. Hoy, y por casualidad como casi todos los grandes descubrimientos, me topé con ciertas antiguas fórmulas, las junté con otras, agregué algunos términos y realicé otras operaciones que prefiero no comentar, hasta que di con un resultado sorprendente. Había descubierto una fórmula para crear oro. A partir de algunas materias primas que se pueden obtener en el jardín de nuestras casas y otras que podemos comprar en el supermercado, yo soy capaz de crear la cantidad que quiera de oro, de una pureza y perfección extraordinarias.

Mis orígenes están en la clase media, nacido y criado por una familia muy esforzada que tuvo que hacer muchos sacrificios para que yo pudiera llegar a obtener mi primer título universitario. Trabajando y estudiando logré seguir mis estudios de doctorado, hasta que finalmente pude dedicarme al trabajo que tengo en este momento, investigador y profesor universitario. Ese título me ubica en una escala social media alta, quizá más alta que media, es decir, estaba en el centro de la mira de nuestra sociedad consumista. Soy el individuo perfecto para nuestro sistema consumista, aquél que ha ascendido en la pirámide y que debería estar deseoso de consumir, gastar, tener y luego desechar para comenzar nuevamente el ciclo, una y otra vez, haciendo funcionar la maquinaria que traga y traga y que activa la otra maquinaria que produce y produce, aquella que es la que nos da los empleos necesarios para poder continuar tragando y tragando.

Imaginen todo lo que ocurría en mi cabeza en el momento en que di con la fórmula. Podía tener lo que quisiera. De la noche a la mañana tenía la posibilidad de poseer todo lo que se me ocurriera. Mis problemas comenzaron cuando pensé: ¿Qué es lo primero que me gustaría tener? ¿Qué hace la gente cuando desea gastar dinero? Mucha gente decide comprar oro, pero yo podía tener todo el oro que quisiera.

En el mundo de la física teórica se usan mucho las paradojas. Eso es quizá porque no tenemos la posibilidad de jugar con experimentos reales, como los otros físicos, y necesitamos de algún tipo de juego que nos permita colocar a prueba nuestras hipótesis. Cada vez que aparece una paradoja en nuestro mundo teórico, es una dura prueba para quienes inventan las teorías, porque las paradojas pueden terminar por destruirlas si no logran ser explicadas.

En esos momentos yo me encontraba frente la primera de varias paradojas. Yo no tenía dinero, pero si podía tener mucho oro que podía cambiar por dinero. ¿Qué se puede hacer con el dinero? Una decisión normal sería comprar oro. Necesitaba resolver esa paradoja antes de poder continuar con mi lanzamiento en picada al consumismo.

La solución parecía simple, pero me llevó a otros caminos más complejos. La gente compra el oro porque es una forma de asegurar su inversión, el oro no pierde su valor, al contrario, aumenta con el tiempo. ¿Significaba eso acaso que yo debía producir y producir oro, e ir acumulándolo en bodegas para que su valor creciera con el tiempo? Claro que no. A mi no me interesaba aumentar el valor del oro, sólo me interesaba el valor que tenía en ese momento, el momento en que lo producía, y el momento en que pensaba gastarlo.

¿Qué sucedería si yo comenzara a producir y producir mucho oro, en cantidades industriales, equivalentes a la producción mundial? El valor del oro en todo el mundo comenzaría a bajar. La gente que espera en forma confiada que sus inversiones en oro aumenten de valor las verían bajar y bajar. ¿Por qué? Obviamente por que el principal valor del oro no está en su belleza, no está dentro del mismo oro, está en su escasez. Gracias a que el oro es suficientemente bello y muy escaso es que alcanza un gran valor comercial.

Las reflexiones anteriores me llevaron a una segunda paradoja. El valor que las personas le dan a las cosas depende de la escasez de las cosas. Si alguien desea profundamente algo y ese algo, de un momento a otro, se vuelve muy fácil de conseguir, entonces el valor de ese algo para quienes lo deseaban va a disminuir, pudiendo incluso dejar de interesarles totalmente. ¿Alguna vez cuando niños, quizá escondidos de sus padres, tuvieron la posibilidad de comer todo el helado que querían? ¿Recuerdan qué les sucedió? Seguramente comieron mucho menos de lo que pensaron que eran capaces y terminaron sintiendo que el helado no les gustaba tanto como creían.

Ahí estaba yo, quien siempre había deseado poseer más cosas, de las mejores, de las más caras y ahora podía poseerlas todas, en las cantidades que quisiera. En ese momento dejé de desear todas esas cosas porque perdieron todo su valor y dejaron de interesarme. ¿Quería una mansión? Podía tener miles, en el lugar que quisiera del mundo. ¿Quería un automóvil de lujo? Podía contratar a los mejores diseñadores del mundo y hacer cuantos quisiera. ¿Quería viajes? Podría hasta ir espacio.

¿Han escuchado acerca de las personas que ganan premios millonarios en juegos de azar y que luego de algunos años están en la ruina? Yo ni siquiera tenía esa satisfacción, el volver a mi estado actual, porque mi maquina de producir oro podía tener una capacidad infinita de producción, estaba seguro que nunca se me acabaría el dinero, siempre podría tener más del que pudiera gastar.

Sólo me quedaba una solución a la segunda paradoja: nunca usar esa máquina para producir las cantidades industriales de oro que tenía pensado.

Han pasado sólo veinte minutos desde que la fórmula final apareció en mi mente, desde que la euforia casi me hizo exclamar “eureka”, desde que creí tener el mundo a mis pies, desde que aparecieron dos paradojas. Mi vida hasta este momento había sido agradable, mi salario me debería alcanzar para vivir mejor que bien, pero siempre vivo con pequeñas deudas, siempre gasto un poco más de lo que recibo, bueno ya les expliqué que soy un sujeto ideal de nuestro sistema consumista. Mientras termino de escribir esta carta aparece la tercera y última paradoja. Mi estilo de vida me obliga a gastar siempre un poco más de lo que recibo. Podría utilizar mi máquina para crear sólo ese poco de más que me falta mes a mes, pero mis necesidades crecerían cada vez más porque gastaría cada vez un poco mas, lo que llevaría a que la cantidad producida por la máquina fuera cada vez mayor y terminaría víctima de la segunda paradoja. La única posibilidad que me queda es no usar nunca la máquina, ni siquiera para producir pequeñas cantidades de oro.

No me creo capaz de soportar la vida en esta sociedad sabiendo que puedo tener más y más, sabiendo que si me dedico a tener infinitamente más, voy a desear infinitamente menos. Creo que nuestro sistema me moldeó demasiado bien y que no soy un individuo que pueda seguir viviendo en él sabiendo lo que ahora sé.

No intenten buscar la fórmula, porque está totalmente destruida, y dudo que en los próximos siglos vuelva a producirse la misma casualidad que me llevó a ella. Sólo espero que cuando este accidente vuelva a producirse, el sistema en el que vivan nuestros descendientes le permita al descubridor seguir viviendo.

Adiós al mundo.

Jota

Texto agregado el 27-10-2006, y leído por 475 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-01-2007 Ah, pícaro engañador: convertiste en paradoja lo que no es más que un sofisma. Dame la fórmula y verás como acabo con el hambre de muchos, sin que el sistema se altere. Leobrizuela
27-10-2006 una narracion bastante buena, muy interesante y que te hace reflexionar... arcano20
27-10-2006 Sabia decision. Excelente narracion, muy reflexiva. Aytana
 
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