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Día tras día como un reloj, y casi siempre, a la misma hora hace lo mismo. De poco sirve que sepa que la estoy mirando, ella parece ignorarme. Es todo un ritual la forma en que lo hace. Lo ha hecho tantas veces que con solo cerrar los ojos puedo verla. De tanto verla le conozco todas las curvas de su cuerpo. Incluso podría contarle los lunares que lo adornan tan picaramente.

Mi nombre es Ronaldo. Pero no es de mí de quien quiero hablar sino de la vecina que vive al frente de donde yo vivo.

Ella es joven, de unos veinticinco años. No se su nombre ni se donde trabaja. De ella no se nada. Solo se que viste muy a la moda. Tanto su ropa exterior como la ropa interior son de muy buen gusto. Cuando llega a casa tan pronto cierra la puerta, se apoya en ella y saca uno a uno los zapatos, pinzándolos por los tacones y los lanza de un certero puntapie hacía el sofá que está justo en el centro de la sala. Luego se acerca al mismo, los agarra con una mano y contorneando su cuerpo se dirige hasta su alcoba. Enciende la luz. Se acerca al armario. Deja los zapatos dentro de él y mirándose en el espejo del armario, lentamente se va quitando la ropa al compás de una música inaudible, al menos yo no la alcanzo oír.

Poco a poco su joven y esbelto cuerpo va quedando semidesnudo. Sólo le quedan encima unas diminutas braquitas y un sugerente sujetador. Poco le importa a ella que su ventana este abierta y yo la este mirando.

Así semidesnuda se dirige al cuarto de baño. Tapona la bañera y abre los grifos del agua. Luego se pone delante del espejo del tocador y se empieza a desmaquillar. Siguiendo el ritmo de la música que antes comenzara en la habitación.

A veces un silbido se me sale de la boca, que creo que no llega a sus oídos y si en algún momento le llegó hizo caso omiso de él.

Cuando termina de desmaquillarse, se acerca a la bañera mediada de agua templada. El vaho que desprende el agua empieza a empañar los espejos del mueble. Pausadamente termina de desnudarse y se introduce en aquella gran pileta blanca. Se recuesta en ella lentamente disfrutando del suave y templado líquido que va mojando su suave y dorado cuerpo. Echa gel para hacer espuma y al poco tiempo casi no se le ve dentro de esa abundante espuma. El tiempo que está en esa bañera no lo se. Pero cuando sale de ella así mojada su cuerpo brilla haciéndolo mas provocativo. Se seca lentamente haciendo de ese secado todo un ritual. Coloca otra toalla en su cabeza y cuando esta seca con la toalla alrededor de su cuerpo, se dirige al frigorífico y se sirve un vaso de zumo.

Se acerca al contestador telefónico y… lo que pasa luego nunca pude averiguarlo ya que un gran trapo de colores es colocado, por mi dueña, encima de la jaula donde vivo y así evitar que a altas horas de la noche comience con la cantinela que en alguna oportunidad me han enseñado.


Texto agregado el 02-02-2004, y leído por 722 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
29-03-2004 Vaya suerte la del pajarillo aquel.... misterioso
05-03-2004 "¡Antropofílico!" oía que le gritaban desde jaulas vecinas. Poco entienden los pericos de parafilias, por eso prefería desear las hembras de especie humana, criaturas mucho más ricas en matices. El de este loro es sin duda un gusto adquirido, como el gusto por la libertad; haciéndome propaganda. Saludos. Al_Dope
22-02-2004 La personificación fantástica Francisco, en ocasiones inanimada, en tu caso en el protagonismo del reino animal alado, siempre da vida a un cuento. En este lo has logrado con éxito. Un abrazo, cielo. Gabrielly
03-02-2004 Buenísimo, disfruté leyéndote Saludos catalanes¡¡¡ monilili
02-02-2004 Muy bueno, jjaaja, ese final excelente :) burbuja
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