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Inicio / Cuenteros Locales / caio / UN MANIQUI EN EL CONFESIONARIO

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Creía que nada me podía sorprender. Mis oídos han sido testigo de innumerables proezas del atrevimiento humano. El dolor y la desesperación con que muchos envuelven este confesionario, hace que uno se prepare para escuchar lo inimaginable… Bueno, inimaginable hasta que la confesión supera cualquier límite que pueda fraguar la imaginación.
- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida, padre.
- Haber, hija cuánto tiempo hace que no te confiesas…
- Nunca me confesé
- ¿Nunca, hija?
- Nunca, padre.
- Eso quiere decir que ni siquiera has recibido la Comunión.
- Ni siquiera fui bautizada. Es más, no se cuál es mi nombre.
- ¿Cómo que no sabes tu nombre?
- No lo se porque nunca lo necesité. Las veces que querían algo de mi, simplemente me cargaban bajo el brazo y me colocaban en el lugar que ellos consideraban que se podía lucir mejor un vestido.
- ¿Quienes son ellos? ¿Tus padres?
- No, mis dueños…
- ¿Tus dueños?
- Si, padre, soy un maniquí y es por ellos que estoy acá…
- Lo que me faltaba… un maniquí en el confesionario. Haber… y cómo te llamo… en fin, cuenta, hija, cuenta.
- Si, padre, ellos son los dueños de la tienda donde vivo y trabajo. Donde cada semana me convierto en el espejo de miles de mujeres que buscan sentirse bien y verse bonitas. Allí es donde comienzan a gestarse los sueños incontenibles de las mujeres de hoy y donde mi angustia se transforma en el más efectivo de los verdugos.
- A que se debe tu angustia.
- Ya no quiero ser un maniquí, padre. No quiero ser el modelo de una muerte silenciosa. Necesito que me perdonen.
- No se cómo perdonarte… eres un maniquí, no veo de qué forma hacerlo…
- Yo si, padre. Vístame como uno de sus santos. Eso, será como una absolución para mí. Ya no iré de un lugar a otro ni me cambiaran a cada instante de vestido. Seré un puente entre la tierra y el cielo y no un camino ancho que oculta la verdad.
De la Sacristía tomé unos ornamentos de las Hermanas de la Caridad, envejecí un poco su rostro y lo coloque cerca de la entrada de la iglesia a un costado del confesionario con el nombre de la Madre Teresa. Su destino sigue siendo un espejo sólo que esta vez allí sólo se refleja la vida.

Texto agregado el 17-11-2006, y leído por 254 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-02-2007 Una excelente reflexión sobre la imagen. Buen cierre, con un toque de humor que permite distenderse del resto de la reflexión. ***** cromascape1963
01-02-2007 Realmnete para pensar, es muy buena la forma de como tocas los temas de la fribolidad y de los santos, en un maniqui.Unos serven para la vida en el mundo y otros para la vida en ñlol espiritual, aunque los dos sean solo imagenes. marsolesca
02-01-2007 buenisima frase, Ya no quiero ser un maniquí, padre. No quiero ser el modelo de una muerte silenciosa.. sta muy bien, muy buena la idea, ****** un abrazo! LaMillan
23-11-2006 Jajajajajaja, excelente, nene. Abrazos y estrellas. JEF_aLAS
 
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