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La clase magistral que dicta el profesor titular de Clínica Médica comienza todos los lunes a las ocho en punto de la mañana. Es invierno y los alumnos de la Unidad Hospitalaria se disponen a escuchar atentamente, mientras se frotan con fuerza las manos o soplan en el hueco de las palmas unidas entre sí. Vos no sabías que esa mañana, cuando esperabas al colectivo en aquella ventosa esquina, tomarías un resfrío tan violento. ¿Por qué no le habrás hecho caso a tu mamá, que casi de rodillas te pidió que llevaras una bufanda y el sobretodo? Con los ojos húmedos contemplás los ademanes y las muecas del profesor. Vas registrando sus palabras en tu memoria y en tu cuaderno de apuntes con precisión. De pronto, un estornudo interrumpe la secuencia de palabras que el nervio acústico envía a tu cerebro. Un fuerte cosquilleo pone fin al reflejo. Al volver a la clase, debés hacer un esfuerzo para retomar el hilo del tema. La idea de que el profesor se haya interrumpido a cusa de tu estornudo te cohíbe. Te sentís aislado, ridículo y estúpidamente enfermo. ¡Maldito resfrío! Con un pañuelo secás tus fosas nasales silenciosamente. Querés asegurarte que no se repita. Tus oídos permanecen tapados, y tragás varias bocanadas de aire. Finalmente se abre uno y, como por arte de magia, vuelven a escucharse las frases magistrales del profesor, que en este momento te está mirando. Sí, te clavó los ojos y te habla, te dicta la clase para que escuches por todos. Pero ignorás que él te ignora; que sólo fijó la vista en tu triste figura porque resulta arduo concentrarse y hablar largo rato para el plural. Y se te ocurre que es algo personal. Que entre ambos existe una situación que los vincula por fuera de la clase y que se relaciona con el estornudo. El hilo de tu imaginación desbordada te aleja cada vez más de la clase. Cuando regresás a ella, escuchás frases que no lográs comprender. El profesor gesticula y señala unos dibujos que no entendés de dónde salieron... Inclinás la cabeza como asintiendo cada vez que te mira, y te tranquilizás. Él se acerca a tu banco, y apoyando mansamente una mano, te da la espalda y continúa con la clase. Ya no te mira; momentáneamente te ha olvidado. Te acurrucás en el asiento, apretado contra la madera. Has decidido descansar un rato entornando los irritados párpados. Te adormecés, hasta que un cosquilleo te llama la atención desde el fondo de la garganta. Cubrís con ambas manos los orificios de la nariz, intentando calmar la picazón con un imperceptible carraspeo. Es en vano. El reflejo está a punto de desencadenarse con toda su intensidad. Resistís un poco más, hasta que todo tu aparato respiratorio decide descargar su furia. Te achicás más, hundiéndote en el asiento. Te ponés rojo, con la cara a punto de estallar. Tus ojos, ardiendo casi, derraman lágrimas a chorros. Los ademanes y la espalda del profesor te cubren de las miradas indiscretas de tus compañeros. El estornudo llega al paroxismo y te espanta su potencial expulsivo. ¡Debe salir silenciosamente, cueste lo que cueste! Te doblás sobre la cintura. Una, dos, tres profundas contracciones te estremecen, pero ni un solo ruido sale de tu garganta. Mientras, algo ha caído al suelo, desprendiéndose de tus orejas. Te agachás y alzás dos pequeños objetos rojizos, cuando una dolorosa puntada en ambos oídos te obliga morderte los labios para no gritar. La clase magistral continúa, ya más silenciosa que nunca, cuando un zumbido insoportable se une al dolor. Empezás a sospechar la verdad. Llevás el pañuelo hasta las orejas, y lo recogés manchado con sangre. Abrís la mano y un escalofrío recorre tu cuerpo. Porque encerrados en la palma aparecen unos trocitos de lo que fueran tus membranas timpánicas y dos pares desgarrados de huesecillos del oído medio.








Texto agregado el 04-02-2004, y leído por 442 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-05-2004 He tenido la suerte de leerlo en tu libro "TU YOU TOI", lo que me ha permitido hacerlo lejos del mundo cibernético, en el silencio de la noche. Un cuento con un argumento que me capturó por la simbología que tiene inserto en él. Tiene un exelente hilo conductor, que me inmovilizó de manera expectante en su desarrollo y, con un final como debe ser para mi gusto, absolutamente sorprendente. Mis estrellas para el genio creador que mueve tu pluma, amigo mío. lionel
04-02-2004 es que tu texto es una verdadera clase magistral del camino de un estornudo, desde su incio hasta el estridente desenlace, ufff muy bueno, descriptivo, con contenido. Lo de las membranas me hizo un poco de brrrr, pero bueno. meci
04-02-2004 Pobre, ¿No es demasiado...? jajaja; muy buenas descripciones, un beso AnaCecilia
 
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