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Karil caminaba de un lado a otro del jardín acarreando herramientas, juntando parvas de hojas rojas y palitos cortos del árbol mayor, que poco a poco se desnudaba mientras avanzaba el segundo mes de Nimba.
La maestra lo miraba ir y venir, transpirando a pesar del fresco día que trascurría, sin dejar de pensar por qué tanta prisa para algo que debía hacerse con paciencia y placer.
—Karil— Le dijo— Camina por entre las plantas como si estuvieras a punto de pisar un pichón de pájaro. No las azotes, rózalas apenas, sintiendo como te acarician la piel.
El muchacho la miró un instante y su cara se relajó bajo la transpiración y el pelo pegado a las sienes. Una ráfaga de viento movió las ramas del árbol mayor y una lluvia de hojas cayó sobre él pegándosele en el cuerpo y regando el césped verde. La maestra lo miró sonriendo y levantó los hombros como remarcando lo inevitable. El aprendiz continuó sus tareas esta vez en el estanque. Avanzó decididamente entre las matas pero súbitamente frenó su carrera y quedó frente a un arbusto verde oscuro que presidía el conjunto de plantas junto al agua. Con delicadeza cortó con sus tijeras las ramas secas que no habían resistido el verano, las dejó dentro del carro que contenía los desperdicios y sacudió suavemente las ramas firmes para librarlas de las hojas muertas. Terminado el trabajo giró su cabeza y miró a la maestra que seguía ubicando plantines a lo largo del camino que conducía hacia la pérgola. La mujer, que había visto lo ocurrido, bajó la mirada sobre la tierra sonriendo.
El estanque quedó libre de hojas que flotaban y de las plantas acuáticas que empezaban a replegarse hacia el fondo preparándose para el sueño del frío.
Karil caminaba ahora entre arbustos altos que lo ocultaban. La maestra percibía su trabajo por las ramas que se movían a su paso.
— ¿Te has fijado que el tiempo pasa de distinta manera cuando te haces conciente de cada planta que te rodea?— Le dijo en voz alta para que la escuchara.
El muchacho se asomó de entre las ramas y le dijo:— También puedo sentir los distintos olores a pesar de que ya no tienen flores.
La maestra asintió y siguió con los plantines hacia la pérgola.
El sol siguió subiendo en el cielo de la mañana y el muchacho avanzó hacia árbol mayor y sus ramas desplegadas al cielo.
—A pesar de lo alto, siempre puedes pensar que es como un enorme padre que te invita a subir sobre sus hombros.—Dijo la maestra. Karil pensó en su padre y en cuando era niño y lo subía sobre sus hombros para ver pasar el desfile de ofrendas para las fiestas de las cosechas. Subir por el tronco no fue difícil y encaramarse sobre las ramas fue distinto ese día.
—¿Crees que se parece a mirar el desfile desde los hombros de tu padre?.
Karil la miró sorprendido desde lo alto, la maestra giró sobre sí misma y volvió a sus plantines. Conocía desde niño a Karil y lo recordaba especialmente en los desfiles de la cosecha. Era el niño más hermoso y más sorprendido por los colores de los carros festivos, era también su hijo y sabía casi todo lo que pensaba.

Texto agregado el 28-11-2006, y leído por 284 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-01-2007 Me gustó. Muy buena la descripción del jardín y de la relación del chico con las plantas. lesu
 
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