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Quédate un rato, me dijo el moreno de la calle. Nunca le había visto, tan solo había salido para buscar un cigarrillo a la tienda cuando todo esto ocurrió… En la puerta de la tienda me choqué con una señorita de no más de veinticinco años. Era alta y guapa. Vestía todo de rojo, incluso sus labios estaban pintados de rojo, sus uñas también, zapatos igual. Le pedí disculpas y ella me miró a los ojos y sentí que me quedaría mirándola por el resto de mi vida. Sus ojos eran grandes, celestes y entornados por espesas pestañas negras… Sus cejas eran gruesas, y me hacían sentir algo lujurioso. Gruesos labios se entreabrieron y dijeron que la disculpara para luego irse como un sueño, una fotografía animada por un instante. La seguí con los ojos hasta verla subir y alejarse en un auto totalmente negro y con lunas oscuras. Entré a la tienda y pedí una cajetilla de cigarros. Me los dieron y cuando estaba por encender uno, escuché una voz preguntándome si me había gustado la chica de rojo. Le dije que más que eso, me ha hechizado. Hubo silencio, me sentí extraño, como observado por algo malo. Miré de donde prevenía esa voz y vi a un hombre grueso, moreno y vestido con gran elegancia. Si le gusta puedo conseguirle una cita, dijo. Le miré y no respondí. Agradecí al bodeguero y me despedí de él y del elegante moreno…

Ya estaba lejos de la tienda cuando vi en mi camino a cualquier parte el auto negro estacionado frente a mí y con sus potentes luces encendidas. Estoy soñando, me dije. No, no es un sueño, escuché una voz a mis espaldas. Era el moreno. Lo miré con desconfianza cuando la puerta del auto se abrió. Luego, sentí que unas manos poderosas cogían mi antebrazo, jalándome con firmeza y suavidad hacia el carro negro. Me dejé llevar hasta estar frente a la puerta. Y allí estaba la chica de rojo, sonriente, con ese traje rojo y esa piel tan rosada como el poto de un bebé. Pasa, me dijo. Subí al auto y éste cerró automáticamente sus puertas apenas entre, arrancando sin importarme hacia donde fuera. Yo seguí mirando esos hermosos ojos celestes y sentía que ellos me chupaban la vida… No sé cuanto tiempo estuvimos mirándonos, pero hubo un momento en que sentí que brotaban gotitas de sudor por mi frente, dejando mojado una parte de mí traje. Ella sonrió como si soltara un bufido por la nariz, mostrando unos dientes perfectos. ¿Por qué no hablas?, preguntó. Le dije que era la chica mas linda que había conocido jamás. ¿Puedo besarte?, le pregunté. Se acercó hacia mí y sin pensar nada, la besé en sus rojos y carnosos labios. Nunca antes había sentido lo que es una mujer cuando besa de verdad. Sentí que llenada mi alma de una energía parecida a la dicha, al éxtasis total. Quedé con los ojos cerrados luego de que ella me besara, sintiendo que estaba en un sueño o en una realidad demasiado mágica para mí. Cuando abrí los ojos, aún ella continuaba a mi lado. ¿Adónde vamos?, preguntó. Le dije si podíamos ir a mi casa. Dijo que sí. Fuimos, y cuando llegamos, ella bajó primero. La seguí. La guié hacia mi casa y cuando estábamos por entrar, el elegante moreno apareció en la entrada de mi casa. Nos estaba esperando. Quedé sorprendido pues no recordaba haberle dicho el lugar en que vivía. Ella entró, y cuando iba a seguirla, el moreno me pidió que esperase con cortesía y sutileza. Está bien, le dije, y esperé, esperé hasta que pasó demasiado tiempo. Miré al moreno y este movió la cabeza en señal negativa. Pasó más tiempo. De pronto escuchamos un terrible grito adentro de mi casa. ¡La chica!, pensé. Volví mi mirada hacia el moreno pero este estaba subiendo con gran rapidez al auto negro, para luego desaparecer por la calles de la ciudad. No lo entendí, pero intuí que si entraba a la casa iba poder averiguarlo.

Apenas entré a mi casa noté que todo estaba destrozado. Me han robado, pensé. Miraba mis cuadros, libros, fotos, y todo tirado por el piso. ¿Qué ha sucedido?, pensaba. Iba a llamar a la chica de rojo cuando me di cuenta que jamás le había preguntado su nombre. Cogí el teléfono y llamé a la policía. Salí de mi casa y los esperé en la puerta de entrada. Al poco rato llegaron y juntos entramos. Revisamos todos los cuartos y cuando llegamos al baño encontramos el cuerpo desnudo de la bella muchacha tirado en un charco de sangre, tenía algo en las manos. Nos acercamos y vimos que era un corazón… Nos fijamos en su cuerpo y vimos una enorme abertura en el centro de su pecho. Quedamos helados. Nos miramos hacia las paredes y vimos que estaban pintadas con sangre. Eran textos en un idioma desconocidos. Había figuras de hombres de cuellos largos y cuerpos gruesos y pequeños. Nos quedamos mudos y llamamos a policías especializados.

No tardaron en llegar. Estos me observaron con detenimiento y me llevaron hacia un auto negro con lunas polarizadas. Ya adentro me pareció que era el mismo auto negro de la chica de rojo. Y cuando me fijé en el chofer me di cuenta que era el mismo negro elegante de esta historia. Le miré y este me miró a mí. ¿Qué está sucediendo?, le pregunté. Nada, no pasa nada, respondió. Te aconsejo que no preguntes nada… De acuerdo, le dije. Fuimos manejando hasta llegar al centro de la ciudad. Bajamos e ingresamos a una elegante casa. Dentro había muchas personas, todos ellos usaban una máscara. Siéntate, me dijo el moreno. Me senté y uno de ellos me dio un vaso con algún trago. Lo tomé y en ese instante comencé a perder la conciencia, y supe que me habían drogado…

Cuando abrí los ojos estaba en una calle totalmente desconocida. Me paré y vi a una señora que me hablaba en un idioma extraño, desconocido. Recordé mis clases del Liceo y supe que era el alemán. Luego me di cuenta de que estaba en otro país. Me fijé en lo que yo llevaba y noté que estaba vestido con gran elegancia. Me puse las manos en los bolsillos y encontré una cartera llena de Euros. La billetera tenía una nota. La abrí y vi la foto de la hermosa mujer de rojo en la parte posterior. Leí la nota: Esto es un cuento… Lo cerré y guardé la foto en mi bolsillo. Comencé a caminar por las calles, buscando un hotel para descansar. Lo encontré luego de andar por medio día. Subí a mis habitaciones y me puse a descansar. Tuve extraños sueños, pero no podía recordarlos. Miré por la ventaba y vi a muchas personas paseando por las bellas calles de Berlín. Estaban en Primavera. Me gustó lo que vi. Cogí mi saco y salí a la calle a pasear. Y en una de esas calles pude ver a la misma chica vestida de rojo caminado por la acera de enfrente. Iba a decirle algo, cualquier cosa pero no lo hice, vaya a ocurrirme otra extraña experiencia y allí sí que enloquecía. Aceleré mis pasos y entré una bodega cualquiera. Pedí unos cigarrillos al dependiente con gran dificultad del idioma, con suerte me entendió. Y cuando salí fumando a la calle vi al mismo negro mirándome con gran atención. Aceleré mis pasos y llegué al hotel en que vivía. Vi por la ventaba y no vi el auto ni al moreno… Miré mi cama y me puse a descansar. Mañana, cierto, pensaba, mañana será otra vida… Cerré los ojos y dormí por mucho tiempo hasta que escuché que alguien tocaba la puerta. Me levanté y miré a través de la cerradura y vi que era el elegante hombre de negro. Me vestí, mientras seguía tocando la puerta del hotel, y escapé por la ventana del hotel.

Escapé, corriendo como un poseso por todos lados, y luego viajé a otro país del viejo continente. Y de tanto viajar me volví en un viajero, o en un fugitivo. Nunca he vuelto a ver a la linda chica ni al elegante moreno. Pero siempre, al doblar una esquina, o al ver cualquier carro negro, tiemblo como un niño que no desea saber si duerme o continúa despierto…


San isidro, enero de 2007

Texto agregado el 07-01-2007, y leído por 319 visitantes. (1 voto)


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