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Y es verdad, cumplo más de quinientos años. Me dice un ángel que en otras vidas fui un gran cirujano, que tuve muchas veces el corazón en las manos. Los ángeles son de todos los tamaños, pero no puedo verlos, soy ciego de nacimiento, pero siento presencias, lindas presencias que cuentan que fui un gran cirujano. Dicen que hoy es mi cumpleaños. Han venido muchos parientes, muchos ni les recuerdo y todos me rezan, me ruegan que cure sus males. Soy un sanador místico. Curo a los malos y los buenos, a todo el que desee curarse. No cobro un centavo, ¿para qué?, tengo de todo. Como, río, cago, duermo. Y una que otra vez viene una hermosa mujer a darme un poco de afecto a mi cuerpo que pide su carne, sudor y lágrimas. Tengo muchos hijos e hijas, nietos, bisnietos, tataranietos, etc. Tengo más de quinientos años, ya parezco un disco rayado, y todos me dicen el inmortal. No es verdad, pues hoy, justo hoy, me viene el sueño de todos los sueños. Deseo descansar, he vivido más de lo necesario. Espero que cuando muera, echen mis sobras al mar. Lo adoro, pues me recuerda tanto a la vida que llevo dentro de mí. Esas olas que revientan, que suenan como un susurro, como una lengua que cuenta secretos que sólo los ángeles saben entender... ¡Qué hermoso es llegar a entender las cosas en general! Pero ellos tan solo me dicen: respira, respira, respira, una y otra vez... Y eso he hecho a lo largo de mi vida, respirar largo y profundo y con ello puedo ver colores, diferentes colores. No sé como nombrarles, pero esos colores los veo en las personas que vienen a verme, tocarme o que los toque para curarlos. Vienen los de colores tenues, ellos son los querendones y que sufren por muchas emociones. Vienen los intensos que son los que les arde el cuerpo. Y vienen los que son claros, esos son los que ya casi están al otro lado de las cosas. Y los ángeles que son colores tiernos, así como cuando me cae la miel por los labios. Pero ahora ya deseo entregarme a esos sueños de a de veras. He dicho a mis hijos que deseo descansar, pero ellos se han echado a llorar. ¿Por qué lloran?, les he preguntando. Pero ellos siguen llorando y yo sé que temen por mí, y eso no es bueno. Todos vamos a tener que dormir, yo no duerno desde hace más de quinientos años, y justo hoy, en mi cumpleaños, deseo dormir. Los ángeles me dicen que ya es hora de mudar de carne. Les he escuchado con gran claridad. Primera ves que han dejado de decirme que respire. Esta vez, parece que me van a arrancar la respiración, debe ser eso la vida, una larga y solitaria respiración... No escucho a nadie ni a nada. No siento más que el ruido del mar, de una mar tan dulce como la miel de las abejas. Creo que veo, y veo algo incomprensible para mí, es una luz que viene y se mete dentro de mí. Me siento muy bien con ella en mí adentro. Tengo ganas de ver y veo por la primera vez, y lo que veo, me encanta... Debe ser el mar, porque escucho una que otra vez su susurro. Debe de ser, aunque este silencio, esta soledad me pone inquieto. Me levanto y empiezo a caminar y noto que camino sobre una tierra sin color ni olor. Debo de estar en un cielo, un paraíso, pero, aun no lo entiendo. Debo de haber nacido y no lo recuerdo... No hay ángeles ni presencias, todo es soledad y todo es pura perfección, aunque no lo entienda del todo... No, no lo entiendo, pero sigo caminando, y seguiré hasta que pueda hallar el camino del entendimiento.


San isidro, febrero de 2007

Texto agregado el 18-02-2007, y leído por 206 visitantes. (0 votos)


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