me encontraba una noche de sábado en uno de los agujeros de esta ciudad, llamado molin blue, un antro de perdición, donde solo veías lesbianas, gays haciendo fila para entrar al baño y niños huérfanos vendiendo dulces entre las mesas, las drogas y la prostitucion era el pan de cada fin de semana, me encontraba ya un poco mareado después de unas cuantas cervezas, con Carlos, un gay que me quiera mucho, y que frecuentaba este lugar de mala muerte de vez en cuando, yo me deje invitar, claro esta, sin pretensiones mas allá de tomar algunos tragos y estar bien vigilante con Carlos, claro esta, porque el me tenia unas ganas impresionantes, soportaba sus sonrisas y entupidas conversaciones sobre la vida, por unas cervezas, ya que mas vaciado que yo, no creo que haya, en medio de las copas, que van y vienen, veo entre la multitud una niña de unos 19 años, con una cara de inocencia colectiva, labios carnosos, y unas piernas bien uniformadas, mujeres que salen de los cajeros de los bancos, de las recepciones, de todo un día sobrellevando la carga de ver a los clientes morboseandolas con sus ojos, para eso las contratan, me decía Carlos, esa es la cara de la empresa, pero viéndolo bien es el trasero de la misma, que todos los clientes desean, me fui hacia la barra, a atraer mas cervezas, cuando de pronto volvió a cruzarse en mi camino, con los ojos encharcados, la pare con una mano sobre su hombro, ella buscando consuelo, me contó si pedirlo, como su jefe, ese gusano de mierda la había traído hasta acá, pensando, que como ella era una pobre muchacha de barriada, podía tener sexo, además de con el , con otros tres amigos mas de la oficina, un enano, y dos adoratrices, por ser una recepcionista, por eso por ser nadie, este maricon, cree que puede hacer lo que quiera conmigo, como si yo fuera de su pertenencia, como si fuera la revista playboy con que entra al baño a cagar, la saque de ese bar de mierda, y caminamos un rato, mientras sus lagrimas se secaban con el frió viento de los cerros, llegamos a otro bar, llamado, la tusa jamaiquina, y aunque uno al entrar parecía estar flotando entre nubes de marihuana, era mucho mas sensible entre sus congéneres, ella muy cariñosa con este extraño, me invito a unas copas, algo genial viniendo de una mujer, y mas de una completa desconocida, al tratar de levantar el animo de esta alma decaída, la invite a bailar, y entre las cervezas y el son jamaiquino, terminamos en una residencia, muy a mi gusto por lograr mi objetivo, y el de ella también, verla dormir a mi lado, mientras yo la protejo de los males con mis brazos.