Ese día amanecí deprimido, con el odio impregnado en la piel, acababa de saber, de boca de una amiga, que la mujer que andaba coqueteando desde hacia varios meses se lo había dado a un cafre en el trabajo, me sentía en la mierda, como era posible, lo especial que fui, eso era una completa mentira, ella, lo único que le gustaba era que la trataran como una basura, y por eso ni un beso me llego a dar.
salí esa mañana a la cafetería de la esquina, aun impregnado con el humo del cigarrillo de la noche me senté con el cuerpo pesado sin ganas de mirar a nadie, me pesaba todo la vida entera, me había gastado casi todos los ahorros, por andar detrás de ese culo, por marica, me decía una y otra vez, vi. Una hoja de periódico que servia de mantel y me dedique a leerla, tratando de evitar pensar por un momento, cuando ahí leí la genial oferta de trabajo, era como un cafetín como el que me encontraba, pero quedaba mas hacia el sur, eran las cafeterías que rodeaban al palacio de Nariño, ahí las putas son mas caras, los escoltas andan demostrando su poder de matar al que quiera, y uno que otro agazapado abogadillo con tufillo de grandeza. me fui caminando hasta llegar al lugar y me pareció espectacular, la entrada parecía de burdel, a la entrada te saludaba un ensordecedor cacharro llamado en alguna época lejana radio, con las melodiosas canciones de Carlos Gardel, el aire parecía vidrioso, como si tuviera años de estarse gastando noche tras noche, en una azarosa melancolía viviente, le pregunte por el empleo a un gordo llamado Samuel, de unos 40 años, pero mostrando como 60 de mas, me enseño el baño con un trapero "quiere el trabajo, ahí esta la prueba de clasificación de opcionados" viendo como las moscas se adormecían en el hermoso orinal que habían convertido al lavamanos cubierto de hojas de eucalipto.
Samuel buen amigo tuve yo, luego de varias pruebas, en las que aprendí todos los oficios de un auxiliar de bar, aprendí como Samuel sacaba a los borrachitos que no tenían un peso, a mantener a raya a las prostitutas que se morían por tener algún repetible hombre de las leyes, a los escoltas para que no nos terminaran matando al sacar sus pistolones como miembros viriles, mientras escupían sorbos de aguardiente mientras gritaban, a los taxistas que llegaban con muertos, a los niños vendedores de dulces, a Samuel le aprendí muchas cosas, porque el mundo cambia, créame cuando se mezcla con alcohol.
los días pasaban lentamente en ese lugar, ya casi no me acordaba de esa pena, que me había empujado a ese sitio, parecía como si todos los que llegaba a ese lugar, tuvieran la misma pena, la vida se sentía mejor, mas liviana, entre el aguardiente que me ofrecían, las penas terminaban ahogándose, hasta un día, hecho ya este lugar mi paraíso terrenal, que un sicario entro y disparo a diestra y siniestra a todos los comensales de la bohemia de esa noche, fue muy triste, no por el congresista que termino muerto en los brazos de un transexual llorándole, sino por ese amigo Samuel el gordo, que termino con un balazo en el corazón y un sepelio digno de mendigo, ahora debía comenzar de nuevo, ahora nuevamente me encontraba solo en esta ciudad.