Recientemente me he mudado desde Ámsterdam a Barcelona, en busca de horizontes y perspectivas diferentes a los fríos clima y sociedad holandeses, tan diametralmente distintos en las que, a pesar de las desavenencias, me he criado. A pesar de cualquier frialdad que se pueda atribuir a los países de Europa del Norte, no fueron esas las circunstancias que me empujaron a irme a la ciudad de Manu Chao, a la segunda ciudad más grande de España, a la capital de Cataluña; sino la posibilidad de obtener los ansiados "papeles" que te permitan regularizar tu situación legal dentro del Viejo Continente. Un artículo con marroquíes en huelga de hambre, encerrados en una Iglesia y obteniendo su ciudadanía por caridad impulsaron el viaje.

Las primeras impresiones fueron inusitadas, volver a una sociedad que habla y entiende tu idioma, y no poder sentirse exclusivo o exclusivista o con una habilidad especial de emitir opiniones, afectos o insultos sin poder ser reconocidos ni juzgados, como cuando me burlaba gustosamente de holandeses que se divertían por mi agraciado castellano, del cual ignoraban todo significado; la reconfortante (o agobiante, según el caso) presencia del sol y el calor, la playa, en una ciudad híbrida entre los estilos mediterráneo, post-moderno de Gaudí, clásico, Olímpico por las playas recién hechas de Barceloneta y Ciudatella para los Juegos del 92; y a la vez, una atmósfera misteriosamente latinoamericana, como una muestra evidente de alcaldes, arquitectos, políticos, niños bonitos graduados en el exterior e inmigrantes de guerra que trasladaron (copiaron) ciertos modelos urbanísticos y/o arquitectónicos por toda la faz latinoamericana.

¡Qué estafa! Estos miserables teléfonos públicos de Telefónica que casi nunca funcionan o normalmente fallan son sospechosamente idénticos a los de CANTV. Nuestras plazas, edificios, parques, calles, avenidas, semáforos, señalizaciones, establecimientos comerciales y oficinas, muchas veces llevadas a menos, reflejos más o menos burdos de lo que podemos encontrar en la llamada por algunos, Madre Patria. Somos una copia asqueada de España!

Barcelona, Patria de inmigrantes latinos y árabes, confundidos turistas que buscan a alguien que al fin les hable en su globalizado lenguaje. Inmigrantes turcos, marroquíes, dominicanos, colombianos, hindúes, pakistaníes, y venezolanos, con una fortísima comunidad de peruanos, algunos establecidos en barrios apartados, otros insertados en sociedad y con hijos que hablan el castellano y el catalán con un acento indestructible, músicos y actores de la calle muchos otros, y la mayoría, aún clamando en colas larguísimas y frustrantes (¿DIEX?), desde las 5 AM, desinformados, llenos de rumores, tristezas, violencia y complicadas leyes de extranjería (la ultima en promulgarse el 29-1-00 fue declarada inaceptable por Amnistía Internacional). Una ciudad donde debes hablar el castellano al menos para sobrevivir, pero que pide a gritos, una mejora de su catalán, que tan castellanizado se ha convertido, que ha pasado de oficial a casero, y que lucha contra una globalización inminente que promete (al menos, teóricamente) afianzar y cultivar las culturas y comunidades regionales.

España no es lo que yo creía, Barcelona no es la España de mis libros. Barcelona no desea ser España alguna!

Una ciudad donde todas las empresas, establecimientos y hasta oficinas del gobierno están en la web, con algunas de sus funciones a través de la misma y donde la moda educativa es estudiar "Diseño de Paginas Web", en contra del conocido "Secretariado Computarizado" o "Operador de Microcomputadores" tan afamado por la Academia Americana y donde hasta las televisoras han apostado por las Nuevas Tecnologías (¿alguien ha inventado alguna vez algo realmente nuevo, o es solo una sucesión de renovaciones de ideas ancestrales?) con múltiples concursos de participación WAP y por medio de SMS, foros de Internet para sus programas de opinión y flamantes home pages en plan de comunidades virtuales. Una vez mas, me preocupo al darme cuenta que la presentación de Antena 3 es la misma que vi en RCTV en enero del año pasado cuando fui a Venezuela de vacaciones; que aquí llaman 50 x 15 a ¿Quien quiere ser millonario? (50 millones de pesetas por 15 preguntas), que existe una versión totalmente gallegizada del Gran Hermano o Big Brother, que las traducciones televisivas incluyen argot callejero como Keanu Reaves gritando: Esto es una jodida pasada, tío! en Punto de Quiebra. Y más refrescante aún es darse cuenta que no existe ningún tipo de militante, paralizante y/o paralizante canal de televisión como Venenovisión, ningún programa como el mentado Súper Sádico Sensasional(ista), o cadenas maratónicas del Presidente Aznar, sino más bien una gran cantidad de programas de opinión irreverente, surreal, tragicómicos y satíricos como Caiga Quien Caiga o el Informal, abanderados de slogans como: “Seguimos dándole caña al gobierno!” o “Con lo mejor de las peores noticias”, manifestando su claro deseo de criticar ácidamente y sin concesiones los errores de un país que siendo de los últimos de la Unión Europa sigue siendo abismalmente poderoso en comparación con nosotros, o el caso de Crónicas Marcianas, una mesa de debate con personajes tan diversos como escritoras feministas acérrimas, el escritor de telenovelas venezolanas Boris Izaguirre y su homosexualidad abierta, travesti y convertible ante la visita de la también venezolana Ivonne Reyes, directores de revistas del corazón, participantes del Gran Hermano del año anterior, una stripper profesional y un conde transformado en periodista de farándula.

Barcelona, una ciudad a descubrir aún, con su famoso Barrio Gótico y su plaza del Tripping (donde esporádicamente una guitarra y Manu Chao cantan ante un puñado de okupas), su multiplicada cantidad de bares, cafés, discotecas y chiringuitos, su arquitectura híbrida y locuaz, sus playas recién creadas y intenso movimiento cultural y subcultural underground. Ciudad de brutos, ancestrales y católicos colonos, de perseguidos catalanes por la Corona unificante (recuerden que "el castellano nunca se le ha impuesto a nadie", Rey Juan Carlos), de fuerte inclinaciones activistas y que a pesar de todo luchan por salir de la "cola de Europa", capital de una Cataluña que le da asco el flamenco, donde Estopa es visto como una vergüenza, tierra de gentes que no se consideran españoles, pero para el resto de la nación tienen fama de tacaños, causantes de chistes por su mal pronunciación del castellano por ser catalanes. Una ciudad abraza a un venezolano que se busca la vida, en medio de todo este caos que los libros de historia de Arias Amaro jamás reflejaron. ¿!Fucking Franco, dónde está la España una, única y unida?! Esa fue la base de tu terrorismo.