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Inicio / Cuenteros Locales / mi_mundo_paralelo_y_yo / Las sonrisas son manchas que no se van con facilidad

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Esta noche volví a soñar. Quizás empecé antes pero la seguridad me vino cuando el despertador me gritó algo terrible en un idioma espantoso que aún no he conseguido descifrar pero que debe ser similar al Morse, porque consta de muchos pitidos aunque todos se me hacen iguales. Y digo que soñé, porque soñando volví a mi antiguo colegio y mis amigos estaban allí, bien, cierto, estaban bastante crecidos pero ahí estaba Carlos con su agobio por el examen de matemáticas del día siguiente con el cual no pude evitar sonreír, sonrisa que se me ha marcado en la almohada y no sale ni con lejía (las sonrisas son manchas que no se van con facilidad si son de calidad). También estaba Teresa, aunque ella sí era pequeñita, pequeña y pelirrojísima como siempre, con esos dientes que son la envidia de quienes compran fundas o gastan millonadas en ortodoncistas, y como no, Tatiana, haciendo de gusano de la red con su chándal verde fosforito, muerta de risa, gritando y provocando que Carlos y yo nos retorciéramos tanto que no pudiésemos practicar aquello que inocentemente llamábamos volleyball. ¿Qué le vamos a hacer si somos de la generación en la que varias series televisivas mostraban niñas de piernas eternas y ojos infinitamente brillantes que se desgañitaban golpeando elípticos balones para llegar al super campeonato mundial y galáctico del citado deporte?

Por soñar, soñé, que los setos del patio habían crecido, aquellos que nuestra amiga Celia en sus peores pesadillas veía arder porque un fin de semana tuvo la suerte o la desgracia de contemplar en la televisión la película “Llamaradas”. Sin embargo, estos setos no ardían, se alzaban un par de metros para que ni los de dentro pudieran salir de aquella burbuja, que nos habían inventado, ni los de fuera tuvieran acceso a esa especie de paraíso, de oasis artificial sito en medio de un descampado cercano a un parque cuajado de jeringuillas. Cada año celebrábamos que San Nikolaus nos traía, clase por clase, mandarinas y nueces, que el conejo escondía en recónditos lugares los perfectamente pintados huevos de Pascua, danzábamos en aquelarre bajo la luna una noche al año con faroles (Laterne), que nuestros torpes dedos y los más ágiles paternos habían elaborado y cantábamos, en círculo alrededor del fuego al sol, a la luna y las estrellas. También celebramos con Pink Floyd de fondo la caída del muro.

No importa cuántos años transcurran, recurrentemente vuelvo al colegio aunque esta noche, además, a la salida hubiera ciertos ingredientes fantásticos que no dejaron de darle un toque divertido. Había un pequeño que transportaba en sus manitas un móvil con forma de noria cuyos adornos eran huevos duros pintados con sonrientes caritas, que guiñaban los ojos, y unos cinturones que parecieran dar forma a la cintura que, como todos sabemos, los huevos no tienen. Cerca, por la carretera circulaba un vehículo gris y al lado, uno del mismo tamaño pero hecho en papel y conducido por un perro que no paraba de reír. El coche era rosa y amarillo el guardabarros. El director del colegio, bajito y regordete portaba un gorro de sultán que, bien mirado, siempre debió llevar en las clases de filosofía porque no le sentaban nada mal ni la pluma morada ni la gema. Los calcetines de la profesora de naturales salían corriendo en tropel, verdes, amarillos… y sus adornos detrás intentando atraparlos. Creo que aquí acabó el sueño o tal vez no pero sabéis que uno no siempre recuerda todo lo que ha vivido en el mundo onírico. De todo ello, me quedo con la posibilidad de haber vuelto al cole por unos minutos y descubrir a viejos amigos y seres fantásticos que siempre debieron estar allí pero no se dejaron ver.




A mis viejos amigos

Texto agregado el 24-05-2007, y leído por 343 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-08-2007 Este cuento me da envidia luigghi
07-06-2007 aquello que inocentemente llamabamos volleyball jajaajja, cuantos recuerdos me dio esa frase, yo tambien 'jugué' en Educacion Física (já) a 'volleyball' o una mezcla entre volleyball y ese mitico deporte playero, (quiza llamado jugar 'A que no se caiga') en el que dos juegan a ver cuantas veces pueden pasarse la pelota sin que se caiga al suelo. Nuestros partidos de Volleyball eran algo asi como Wimbledon, es decir, todo se basaba (y acababa) en el saque. que momentos. Gracias por revivirmelo. ESo si, sabes q me debes un cuento serio. abrazo apeman
29-05-2007 Es cierto las manchas de las sonrisas son dificiles, yo tengo ahora una que a ver como me la borro, esta tarde tengo reunión de la comunidad y no me tomaran en serió, y las goteras hay que quitarlas +++++saludos antoniana
24-05-2007 ¿Teresa es novia del tal Morse? si no, que me lo presenten, a mi me gustan los pitillos... digo, los pitidos... jip jip. Tzub
24-05-2007 Precioso, tierno, divertido. Todo eso es tu cuento y más. Me encantó. 5* KONE
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