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siempre que me siento a esperar en el consultorio de un doctor, la nariz se me congela. tengo que coger un pañuelo y tapármela. esto sucede siempre cuando uno llega antes de la hora. una costumbre de niño. aún recuerdo la primera vez, estaba enfermo y sentía frío en la nariz, sentado en un consultorio. a mi lado estaba mi tía, al otro lado una señorita que tenía en las manos un manojo de golosinas. mi nariz se enfriaba cuando vi que de las manos de la señorita cayó, al piso, un caramelo de menta. salté como un mono y me tiré sobre el dulce que estaba debajo de la silla de la señorita. mi tía se avergonzó, pidió disculpas pero la señorita me miró a la cara y me dio cinco caramelos. ella sonreía, mi tía dijo gracias, y disculpe. yo cogí los dulces y me los metí en la boca. el frío se me fue y al poco rato entramos a la sala del doctor. me desnudo hasta la mitad, a su lado había una enfermera. ella me quitó los calzoncillos y me sentí peor que un perro mojado. qué bonito lunar, dijo la enfermera. esto era verdad pues tengo, aún lo tengo, un lunar justo entre mi pene y mi ombligo. es grande y negro. con el tiempo no ha desaparecido, aún está allí, en medio de mis vellosidades... y ahora, estoy sentado esperando al doctor, y, justamente hay un niño a mi lado, acompañado por una señora... este me mira sin pestañear, me hace recordar mi pasado. hablo con la señora y le pregunto si es su tía. me dice que sí. vuelvo a mirar al niño y le pregunto si tiene frío en la nariz. me dice que sí. le pregunto si quiere un caramelo. sí, sí me gustan los caramelos. la tía se avergüenza de su sobrino y me dice que lo disculpe. le digo que no, que por favor no. saco un caramelo de los muchos que llevo cada vez que voy al doctor y le doy cinco de ellos. el chico se los guarda y uno se lo pone en la boca. el doctor sale y llama al muchachito. antes de que entren a la sala del doctor, tengo un deseo. me gustaría saber si el chico tiene un lunar entre el ombligo y el pene, pero espero a que salga y llegue mi turno para preguntarle al doctor... espero una hora y el chico sale con su tía. este me mira a los ojos y sonríe. le envidio, me gustaría tener otra oportunidad, vivir de nuevo, como si todo hubiera sido un sueño, y la realidad está en el cuerpo de aquel niño que se va con su tía del brazo... entro y veo al doctor, quiero preguntarle acerca del niño pero veo que mi sueño se hace humo, así como el cigarro apagado en el cenicero del doctor. siento frío en la nariz. me desnudo y el doctor y una enfermera me revisan el pene... que bonito lunar, me dice el doctor, provocando la sonrisa de la enfermera. le quiero preguntar, cerrar los ojos y despertar, sentirme de nuevo niño, asustado y con mi tía mirándome un poco asustada, pero no es posible. estoy mal y eso lo noto en el rostro del doctor y en los ojos de la enfermera... de pronto, siento frío en la nariz, busco mis caramelos pero no tengo uno solo, ni un trocito...



san isidro, mayo de 2007

Texto agregado el 31-05-2007, y leído por 538 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-06-2007 Yo mientras màs lejos tenga a los doctores mejor. Me dan pànico escènico,,je. Jazzista
 
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