Aquella figura indefinida integrada en la oscuridad del horizonte, pertenecía a aquel hombre que cada día cuando el sol llevaba ya algunas horas retirado en su aposento, contaba unos puntitos de luz en el firmamento mientras la noche era testigo de su alma desnudadose ante el infinito.

La melancolía de la oscuridad llenaba su ser, una hermosa sinfonía de paz acariciaba lo más profundo de su alma, mientras que millones de luciérnagas suspendidas en el firmamento, centelleaban formando un caleidoscopio multicolor en los caudalosos ríos que surcaban la piel de su rostro.

La luna, sabia inspiradora de los enamorados brillaba por su ausencia, respetando aquel momento de soledad, conocedora del dolor de un hombre cuya alma vaga por el universo buscando a su gemela.

Su corazón desgarrado tiño de rojo la negra oscuridad, convirtiendo las tinieblas en purpúreo mar en donde poder ahogar sus penas.