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Inicio / Cuenteros Locales / evadevicente / A TRAVÉS DE LOS OJOS DEL SUEÑO

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“Nunca había llorado, ni siquiera de niño
Y no lloraba ahora, salvo ante su secreta herida”
(Elegía: Dylan Thomas)


1
Me supongo de muchas maneras
Pero en cualquier lugar fuera de este mundo;
En donde me veo a mi misma parada bajo el portal de flores,
El que se abre para dar paso a ciegos gobiernos de paladines y reyes,
Que entonan su propia canción, casi un himno de ecos.

Me supongo de ciertas maneras
Sumergida en una vocinglera negatividad, quizás,
Condescendiendo a que mi cuerpo desnudo, lívido, casi sin gracia,
Flote en un mar de estrellas que se destrozan con suaves roces,
Suaves roces de este perfecto y malvado aislamiento,
Digno de mis amputaciones de antaño.

2
Me figuró que la tristeza es una criatura engañosa
Que a veces se disfraza de consuelo;
Aquel falso apaciguamiento que nace de los días grises y sin confrontaciones.
Imaginó que así debo sentirme por dentro,
Como la loca de esas noches lluviosas,
Como ojos que no reflejan belleza,
Sino la grotesca imagen de un ser al cual le han cortado sus alas,
Aquellas con las que alguna vez volaría hacía el frío plateado,
Hacía esta irrealidad que hechiza,
Hacía cualquier lugar fuera de este mundo.


3
Me vislumbró de 5.000 formas oscuras,
Todas parecidas a un querubín de semilunios ancestrales,
Todas avanzando solazmente en las esperanzas rosas sin razón,
Creyéndose el desarrollo de un curso ventoso,
Que me llevan a odiseas de épocas doradas,
Las que escriben y describen sus clepsidras y oráculos de beldad
Sobre un llano pergamino bizantino.

Me supongo un sin fin de crujidos ecuánimes,
Los que vuelan en torno a mi lápida caída y gastada por los siglos.
Sospechó que este helado viento del norte,
Arañará mi cara que simula un manto de inacción,
Un amor monstruoso e inmortal;
Algo que reina en las desgracias de mis recuerdos infantiles.

Me atribuyó los espionajes y las guerras que renacen
Del perdón de los pecados,
Que se engarfian en amaneceres misteriosos y sin recompensas.

4
Me supongo en lo hondo de la habitación, en el fondo del espejo,
Reventada de droga antes de la medianoche,
Con el caótico estupor de los ya idos, no de esta existencia torturante,
Sino de esta realidad que aliena todos los sentidos
Que alguna vez habitaron en esos cuerpos de músculos y esponja.

Me presumo como siempre
Con una terrorífica quietud de enfermedad y muerte;
De sueños con olor a piel
Como sabiendo que todo lo que los años destruye puede ser recuperado.

Me atribuyo el crematorio en donde desaparecerán las huellas
De la infinita humillación adolescente.
Esta hipótesis no cesa aunque enmudezca y se pinte de colores estentóreos.

Me defino como el frío, hecho del tiempo y la distancia,
Del miedo y la tristeza;

Texto agregado el 16-07-2007, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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