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Sería una noche como otra, pero no fue así. Llamé a un buen amigo, uno de esos que daría su tiempo para escucharte sin juzgarte. Conversamos de cosas, mujeres, películas, libros, más libros, más mujeres, etc. Paseamos por las calles llenas de gente de verdad, vestidas de manera real. Viejas, viejos, jóvenes, chicas con sus pantalones apretados, muchachos llenos de semen en los ojos, ladrones, fumones, policías, etc. Nos sentamos en un café y pedimos cafés.

Una bella chica se sentó frente a nosotros. Estaba sola, usaba un vestido color naranja, sin zapatos, con unos dedos perfectos como dedos de bebé. Mi amigo se paró y se fue a sentar a su lado. Ella lo recibió con una sonrisa. El se puso serio, quizá feliz, quizá era el color de la noche, el color del amor… Me paré del café y decidí irme sin despedirme de nadie.

Caminaba por las calles hasta quedar solo, casi sin un solo auto pasaba por donde estaba. Sentí temor, de esos que tienes cuando llegas a una esquina oscura. Me detuve y miré hacia arriba. Estaba lloviendo, era hermoso todo, era la noche perfecta. Nada faltaba, estaba solo con la noche. Busqué un lugar para cubrirme de la lluvia y encontré un pedazo de piedra en la misma esquina. Me senté y me quedé mirando la noche. Era hermosa…

De pronto escuché el sonido de una puerta. Era una casa al lado de la piedra en donde estaba sentado. Me paré y vi que era un señor bastante mayor. ¿Qué hace acá?, preguntó. Le respondí que nada, que nada, que tan solo miraba la noche. ¿La noche?, se dijo, y luego, alzó los hombros y entró a su casa, cerrando la puerta tras de él. Me sentí incómodo y decidí continuar caminando… ¿Adónde? ¡Qué importaba hacia donde! Vi el brillo de la estela de la lluvia en la pista y decidí caminar ese camino, y no paré hasta llegar al barranco de las playas del sur. Me quedé así, al filo de la vida y la muerte y sentí deseos de saltar, de acabar este sueño copioso de belleza y torturas…

La voz de un policía me detuvo. Se me acercó y me pidió mis documentos. Se los mostré y me dejó solo. Le vi alejarse y le vi quedarse parado cerca al abismo, al igual que yo. Me le acerqué y me pregunté si pensaba tirarse. Me puso una cara de piedra y me dijo cosas muy duras que tuve que irme lo mas rápido que podía. Pero la noche estaba bella y así seguí, caminado sin parar hasta sentirme agotado. Encontré una banca cubierta por un árbol y me eché a descansar… siempre mirando el color de la noche.

Ya estaba amaneciendo cuando me di cuenta que no deseaba ver el nuevo día, como un vampiro. Me fui corriendo a mi casa y me tumbé en mi cama. Vivía solo. Sin hijos ni perros, ni gatos, nada… Apenas cerré los ojos quedé dormido, y vi el color de la noche… Es posible que jamás haya despertado, porque, quien escribe esto, es el otro, aquel que vive entre sueños y realidades… Y, la verdad, es mejor, amo la noche, su color, aroma y su misteriosa forma de arrastrarme a escribirle y escucharla…


San Isidro, Agosto de 2007

Texto agregado el 02-08-2007, y leído por 355 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-08-2007 esta de la patada, muy bueno, me quede pegado, y es que yo tambien amo la noche y salgo a caminar algunas noches solo, y cuando llueve es un regalo de dios. eldiablox31
02-08-2007 La historia es interesante y necesita varias correcciones para lucir como merece, esencialmente en la estructura y lo estilístico. No obstante, es fluída la lectura y agradable el mensaje. Voto por una reedición mejorada. leobrizuela
 
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