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7/3/1937

Queridísima Madre:

Te escribo desde el frente.

Las bombas no cesan de caer, mi patrulla sé esta volviendo loca de ver tanta sangre, yo les animo pero aún así no pueden seguir luchando. En el campamento es imposible de entrar, ya que el olor es insoportable, pero eso no es lo único, sino que entrar es algo que una persona humana no podría aguantar ni un segundo, ya que hay gente sin piernas, otros que no se puede saber quien es ya que tiene la cara desfigurada, los brazos y las piernas amputadas, pero estos soldados murieron por su patria, dicen los generales, en cambio yo digo que es una vida menos, una vida desaprovechada, pero lo peor debe ser el cartero al entregar las cartas de muerto o de desaparecido.

La guerra, mucha gente cree que es algo bueno, ya que se conquistan países o ciudades, pero... no piensan en los soldados que mueren, sino en los beneficios que le puede dar el nuevo país o la nueva ciudad conquistada.

Cada día aquí es una prueba de supervivencia. Conseguir matar al otro soldado antes de que él apriete el gatillo, es un reto para algunos soldados, para mí en cambio, cuando aprieto el gatillo, se me encoge el corazón, pensando en la pobre familia que no volverá a ver a su ser querido.

Para mí la palabra guerra significa muerte, odio, llantos y miedo. Miedo para las familias que defendemos, al ver las ruinas de sus casas tras una bomba aérea. También miedo por sus maridos que mueren en el frente, por los hijos que mueren desnutridos de la escasa comida, pero lo que nunca se les quitará será el estruendo de las bombas y de las metralletas, o soldados llorando.

Las guerras acaban, eso es lo que se cree, pero en menos que canta un gallo otra guerra comienza, pero lo único que se puede hacer es rezar, rezar por los soldados para que vuelvan a casa sanos y salvos, pero sobretodo rezar por las familias que nunca volverán a ver a sus hijos o maridos.

Te escribo esto, ya que no puedo mostrar en ningún momento debilidad delante de mí pelotón, pero me costo mucho al conocer que Gonzalo nos había dejado para siempre, ya que al perder a mí hermano..., pero yo te animo a que no pierdas la esperanza, de que esto se acabara dentro de poco. Te quiero con locura, y te echo mucho de menos, un besazo tú hijo Pedro.



Capitán de la 3ª compañía de infantería.



Al terminar la carta, me levante de un brinco, y dije:

-levantaros, se acabo el descanso.-

Los soldados se levantan desganados, cogen sus fusiles, y se ponen en marcha.

Algunos van sin afeitar, otros con las botas rotas y otros llenos de vendajes. Por algunas de estas causas íbamos bastante lentos, pero al estar en un bosque muy denso, tenemos que estar alertas, ya que nos pueden hacer alguna emboscada.

Íbamos tranquilamente por el bosque, cuando oí unos ruidos a la derecha, pero no le di mucha importancia. Seguimos andando, pero sentí, como si alguien nos estuviera observando, y mi sospecha, se hizo cierta, cuando oí unos ruidos a la izquierda. Mandé cuerpo a tierra, unos treinta fusiles dispararon, mataron tres soldados de diez que llevaba la unidad, e hirieron a otros dos. La unidad esta aterrorizada, no se como calmarles, estamos acorralados. El radio a muerto, con lo que no podemos contar con los refuerzos, no sé que hacer, no se les ve.

La noche se acerca, y los enemigos no dan signo de vida.

No queremos que anochezca muy rápido, ya que cuando anochezca vendrán a por nosotros, pero sobre todo porque queremos descansar. Por la noche, he planeado irnos mientras ellos vienen, puede que nos choquemos con alguien pero los que no se tropiecen con nadie puede que consigan escapar, por esta vez.

Nadie puede dormir, ya que el miedo sea echo dueño de ellos.

Mientras tanto, yo me pongo a escribir:

8/3/1937

Madre mía:

Te echo mucho de menos. Creo que voy a volver pronto a casa, no sé cuando, pero seguro que será dentro de muy poco.

Aquí va todo muy bien, vamos entrando menos en combate, pero hasta que no se halla conquistado la última ciudad no se acabara.

Te escribo esta carta sobre todo para que te animes, te alegres y te despreocupes de cómo estaré, o si ya me han matado, porque dentro de poco no te podré escribir, pero te aseguro que recibirás noticias mías.

Con todo el cariño y amor tu hijo que te quiere Pedro.


Capitán de la 3ª compañía de infantería.

Anocheció, todos estamos listos...

Aún con la carta que le he escrito a mí madre, estoy muy nervioso.

Con una señal, empezamos todos a avanzar, los enemigos también avanzan. Se empiezan a oír los primeros disparos y...

En Andorra...

Llaman a la puerta, y María apresurada va abrir. Abre y...

Un soldado con una gran bolsa, le saluda, es grande y con una mirada bastante tranquilizadora, y le da tres sobres, le saluda, y se va. María coge los sobres y los palpa. Dos sobres están bastante arrugados, en cambio el otro parece que ya lo ha tocado alguna otra vez. Se sienta en su sillón de piel marrón y empieza a leer.


20/3/1937
Sra. María:

Lamentamos comunicarle la muerte de su hijo Pedro. Murió valientemente en el frente, no sabemos como poder consolarla, ya que no hay palabras, para expresar la gran perdida de su hijo Pedro, pero Pedro será recordado como un héroe, mi más sentido pésame.

Cuartel general del ejército.

Las lágrimas se le iban cayendo, pero al ver las otras dos cartas, se le fue un poco el llanto y abrió una de ellas.

7/3/1937

Queridísima Madre:

Te escribo desde el frente.

Las bombas no cesan de caer,...


Cuando acabó de leerla empezó a leer la otra:

8/3/1937

Te echo mucho de menos...

Mientras María iba leyendo esta ultima carta, sus ojos se fueron cerrando, hasta que se quedó dormida sobre el sillón, con la carta de su hijo en la mano.

Texto agregado el 20-03-2004, y leído por 245 visitantes. (0 votos)


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