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'HAY UN HEROE EN CASA' Capitulo II

Biografia novelada, inspirada en la vida de Emil Bergman.
(Resumen)
¿Cómo describir una vida sin tiempo como fue aquélla?
Silvina Ocampo
‘Los Días de la Noche’


Un golpe brutal en la puerta de madera sonó como una imprecación de huesos y carne. Pedían abrirla. Nadie se movió, hasta que se oyó la voz del militar polaco: ¡abran en nombre de Polonia y de sus vidas!...
El padre se acercó hacia el cerrojo y espió de forma sigilosa, son polacos del gobierno, dijo, les abriré de inmediato. Todos corrieron a esconderse en el lugar más cercano posible. Un soldado pequeño de ojos de gorrión intentaba sonreír, pero sólo hacía una mueca desagradable.

-¿Usted es el señor Bergman?

-Sí, le responde en un movimiento de cabeza. Pues, tengo órdenes de anunciarle que los alemanes ya están en la puerta de la ciudad, deben evacuarla forzosamente de inmediato. Tome sus cosas, familia y lárguese de aquí si desea seguir con vida.

Padre, cerró la puerta con rabia, pero advertía un leve e indigno temblor, muy lejos de hacérselo saber a las niñas, que escondidas debajo de la mesa comenzaron a llorar; a los niños que sólo le miraban en silencio que en ese momento se abrazaban con madre. En un abrazo donde parecía que cabría el mundo, toda su gravidez e infinitud en un silencio premonitorio. La casa se veía triste, sus paredes que antaño parecían proteger ahora se volvían extrañas y hasta desconocidas. De pronto atinó a decir:
-Pues, todos deberán de marcharse en el carruaje de nuestro vecino, yo me quedaré en la casa hasta que se vea qué se puede hacer...

-Ay, Ay, exclamaba mi madre, sumida en un cansancio de siglos, como si de pronto de nuevo regresara la Santa Inquisición y fuésemos a morir en la hoguera.

Los niños, no intentamos resistencia a las terribles palabras escuchadas. Todos estábamos ahogados por el llanto que no salía, pensábamos sin pensar, es decir cuando el pánico toma por sorpresa la realidad se desdibuja y un gran monstruo desconocido devora los sesos y la inteligencia...

- Vamos, dijo otra vez padre: cuando las cosas están calientes se debe pensar en frío. Nos dio un beso en la frente a todos y nos miró a los ojos y ahí conocí la profundidad de su mirada serena y el amor que nos profesaba.

- Sólo exclamamos ¡padre! y sentimos que lo habíamos dicho todo...

La carroza tirada por un caballo azabache con unos pocos alimentos y enseres, estaría dispuesto media hora más tarde, subieron su hermano mayor, esposa e hijo; otra hermana y el pequeño Emil.

Se acordaba de este modo, cómo fueron percatados por el gobierno de abandonar el territorio polaco antes de que los enemigos ingresaran. Fueron a Eslovaquia, seguidos por grupos de alemanes, pero éstos entraron por todas partes, entonces debieron de huir hacia Rusia, aparcando en Shesinov, siendo casi atrapados en ese lugar, ya que los invasores eran más rápidos, pero no más listos.
Permanecieron con su hermana, su hijo y esposo, hasta la mitad de la guerra, ya que no pudieron más, agotados, regresaron en medio de la misma y en el mismo carruaje, pernoctando en un lugar judío llamado Brishtak.

- Espere, no se apresure, siga con la narración. ¿Cuántos días durmieron en el campo?

-No, en cada lugar donde llegábamos dormíamos en casas de judíos, quienes nos recibían con afecto, recuerdo un lugar llamado Besechizov, donde habitaban familiares de mi cuñada. En la actualidad esa familia reside en Haifa. Cuando ingresaron, lo hicieron por todas partes, entonces no teníamos adónde ir, así que decidimos volvernos a casa, que estaba situada muy cerca de la Sinagoga central de la ciudad.

Era erev de Roshá Shaná *, el sol destellaba sus agónicos rayos sobre la ciudad anunciando la víspera del Año Nuevo. De este modo comienza la historia de la criminología alemana. Porque esa misma noche hubo gritos de terror: ingresaron a la Sinagoga, tomaron sus bancos, objetos ceremoniales y los lanzaron al altar. Nosotros, vecinos cercanos no sabíamos qué pasaba, ni entendíamos nada, sólo por la mañana descubrimos el inútil y vil destrozo.


Tenía otros hermanos que vivían en Kracovia y otro que huyó también a Rusia. En fin, la familia estaba dispersa y no se tenía noticias de unos ni de otros. Por momentos se veía perturbado, mezclando hechos y nombres. Retomando de nuevo desde el comienzo, le salían fluidas expresiones en hebreo, luego en polaco y finalmente en inglés. Se disculpó ante el caos personal, de pronto un suceso que llamaría la atención cortó el diálogo:

-¿Tendría la bondad de encenderme un cigarrillo? Después de algunas bocanadas, Bergman lo deja solo sobre la mesa, donde descansaban sus brazos agotados. Las cenizas se dispersan luego de que las soplara con un aire perdido. Sonrió y era una risa seca, sin ganas, cansada.

...¿Dónde estábamos?, ¡ah!,..¿Dígame, qué hicimos para recibir esto?...Pegó un golpe contra la mesa y le brotaron unas gotas de sangre. Un pequeño clavo se le incrustó dentro de la mano. ¡Ay! ¡Mierda! Se le oyó decir, sumido en una catarsis en donde el dolor de la nueva herida le ayudaba con la otra, con la que sangraba hacia años...


En fin, la familia estaba dispersa y no se tenía noticias de unos ni de otros, aclaró como si de pronto toda la memoria se prendiera de la voz y la expulsara desde unos viejos vasos comunicantes. Ya no le pertenecía lo que contaba, se había alejado tanto tiempo de aquello que hasta se fastidió de las preguntas.

Nunca olvidará cómo tuvo que dejar a su grupo de amigos, escuela, para entrar a trabajar como esclavo con sólo doce años y medio, siendo el Fermín de la familia. De mañana concurría a la escuela pública de su ciudad natal y por las tardes el estudio se completaba en los talleres y cursos de la Bet hakineset, donde también se estudiaba la Torá, lectura y escritura del idioma hebreo. Ahora todo estaba perdido: jamás volvería a la escuela, por lo menos de esa forma sistemática...

También allí aprendió algunas canciones que cantaban los niños de la época, como de las que las tropas aliadas que los soldados cantaran sobre los principales jerarcas nazis.
En coro al salir de la escuela en sus últimos días, los jóvenes se reunían y disertaban sobre posibles tácticas e invasiones. La guerra había comenzado y los Salmos se entretejían en sus mentes con canciones soeces que reían hasta desternillarse de la risa. Cantos que subyugaban a los niños en una situación anómala, era instalarse en un estado de ilegalidad que les diera un principio de coraje, libre de ataduras que trae toda enseñanza aleccionadora.

"Hitler sólo tiene una pelota,
Göring tiene dos pero muy pequeñas,
Himmler tiene algo similar,
y el pobre viejo Goebbels
en absoluto no las tiene..."


El pánico envenenaba las calles cual sibila rastrera, se movía zigzagueante tomando todo cuanto se le ofrecía a su paso. Calles, restoranes, negocios de comercios, casas de familia. Lo peor de todo no era ver como el terror se infiltraba por las paredes, ya que era lo material lo menos importante. El miedo, rumor, pánico. Personajes con alma propia nos tomaba por sorpresa. Lo peor de todo era lo intangible, el temor a lo desconocido, a lo que no se tiene certeza.

Así una dimensión distinta se abría a nuestros ojos, donde el sentido del tiempo no tenía sentido y la inmovilidad era una carga difícil de sobrellevar. Los estertores del ruido, la ignorancia a lo que vendrá.... Lo peor de todo, era no saber qué era lo peor…


En el fuego de guerra cuando se esta solo y sin ser observado, produce un choque emocional indescriptible. Pero, de todo, la fatiga, el sentirse indefenso, ver como poco a poco te has quedado solo en medio de la nada que no tiene nombre es una situación que traspasa los límites humanos. Quién ha partido a la guerra sabe de qué hablo. Emil buscaba algo dentro de sí, no era el recuerdo, ni el pañuelo sepia que había estrujado entre sus manos fibrosas y húmedas, no; era la memoria que no estaba, porque estaba perdida, bambolearte de un lado del cerebro al otro, de un lado del corazón al otro. Sí, dijo luego de un largísimo lapso, el dolor, cuando nos acostumbramos a él, quedamos en su sombra y caminamos en cuatro pies convertidos en bestias que rumian, se sacuden, bostezan y aúllan. No, de eso nadie más que yo puede dar testimonio. He visto como han tomado niños desde el cuello y los han estrujado hacia la pared del mingitorio. Donde los coroneles iban a evacuar sus heces condecoradas con estrellas de victoria. No, eso no se comenta. No, eso no se puede decir. Porque la bestia, que es el hombre ha caído más bajo que un alacrán. Sin embargo, al ver sus cuerpecitos sin vida, recortados por todas partes a mi alrededor, me he arrodillado y tomado un vientre, un pecho, una carita y los hice míos, y me los llevé al pecho y les canté una nana, como mi madre me cantaba a mí. Y en cada uno de ellos fui ese niño y esa madre y esa guerra y esos trozos de carne... ¿Y en medio de tanto dolor, quién era yo?...

Texto agregado el 06-09-2007, y leído por 258 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
20-09-2007 Soy porra para comentar pero decirte que tienes talento es poco, mis 5. letras_latinas
14-09-2007 Leí el capítulo anterior. Y este me atrapó. Pareciera que los hombres no aprendieron de la historia. Sigo leyendo. Shou
07-09-2007 El primer capitulo lo lei y me impacto de tal manera que no me atrevi ha hacerte un comentario. Mas alla de la excelente narracion (nos tienes acostumbrados), el tema que estas desarrollando en este texto es magnifico. Parece que el mundo no escarmento y continua a estar enfermo. maravillosa***** alexandrocasals
07-09-2007 Una narración que impresiona. sereira
07-09-2007 Esta novela promete. Espero el tercer capítulo con ansias. margarita-zamudio
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