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CALEIDOSCOPIO

Párpados gruesos y labios brillantes hinchados, la espalda arqueada hacia atrás y una mano siempre en el vientre, más que sobrellevando un peso, sintiendo la vida que crece en su oronda panzota, la que le ha quitado la cintura y cree que para siempre. Entra en la calle estrecha y atiborrada de gente que se mueve de un tenderete a otro. Día de mercado callejero. Se acerca a la parada de ropa interior de mujer. A su lado izquierdo, cuarentona a punto de resbalar a los cincuenta, a punto de escurrírsele el agua entre las juntas de los huesos, a punto de abandonar el valle verde y jugoso para entrar en el secano. En su mente y en su corazón, el último delirio adolescente le redondea la mirada y da seda a su tacto cuando tantea las prendas, buscando aquellas que ardan mejor en la pira de esta noche, entre alientos recortados. La morena vendedora trenza una canción gitana entre sus dientes. Contonea sus nalgas y sus pechos mientras peregrinan sus ojos azabaches entre pestañas como juncos, ribeteadas de carbón, controlando mercancía y clientela. Sus manos hablan, blandas y curvilíneas, entre bragas y sostenes mostrando la mercancía: “¡A tres y a dos… A tres y a dos! Vocifera cortando la canción y siguiéndola de nuevo en voz muy baja. Un viejo, jefe de familia, con su cetro de verga de toro seca y empuñadura de cuero fileteado y tachonado de puntas de metal, no pierde detalle de todo lo que ocurre a veinte pasos a la redonda. Ahí, desde un sitial de anea y bajo el dintel de un sombrero de paño verde, su viva mirada está presa de un hombre delgado y torcido como tronco de olivo, que arrastra sus pasos entre las mujeres con la cabeza a medio camino del pecho, la boca abierta blanda, desdentada, brillante de saliva y un cigarrillo que hunde en ella hasta la mitad cada vez que lo chupa para absorber el humo. Un caballo salvaje pisoteó sus meninges y las dejó hechas papilla, solo aptas para distinguir lo grueso de sus instintos con sordina. No recuerda a aquella chica que un día le hizo sentir que hay cielos que se pueden acariciar aquí en la tierra, nunca piensa en sus padres, ya no, ni en su hermano pequeño, en nada que no sea conseguir un pan para comerlo mientras camina con sus piernas dobladas por las corvas y pide alguna moneda para calmar su desesperación por meter más caballos en sus venas y morir, de paz no conquistada, durante unas pocas horas.

Ladra, vicetiple, la sirena de un coche patrulla, los habitantes del mercado no se asustan, están acostumbrados a esos chillidos metálicos pero estos se aproximan y antes de poder reaccionar, varios viandantes caen rodando arrollados por una moto enorme que quiere abrirse paso para huir de la pasma. Una mano gorda y fuerte lanza, preciso, un cetro de verga que se incrusta entre los radios de la rueda delantera, la elasticidad y dureza del material opone tal resistencia que provoca una frenada en seco, haciendo saltar por los aires al perseguido. En su pesada inercia, la moto arrastra consigo por la acera a una mujer embarazada, empujada por la caída de esta, una cuarentona se debate entre las bragas y sostenes del tenderete y como si la situación removiera algún atisbo de nobleza residual del alienado drogadicto, aprovechando que la cabeza del motorista quedó a sus pies, después de impactar contra uno de los puntales de una parada de plantas y flores, le pisó el cuello con una de sus rodillas y esperó que llegase la policía. Todos le aplaudían y él sonreía mostrando sus tres o cuatro dientes, guardianes de la cueva de su boca.



Texto agregado el 19-11-2007, y leído por 311 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
12-05-2008 Descripciones y narración de lujo para una historia que no se les queda a la zaga. Me ha gustado mucho leerlo. Un saludo de SOL-O-LUNA
11-12-2007 interesante y muy ingenioso, muy rico en imágenes, ...me gustó mucho ***** nocheluz
07-12-2007 Un texto cuidado, personajes interesantes. Me ha gustado. sophie
29-11-2007 Una descripción impecable de ese mercado, que no dudo es muy especial. Muy buen cuento, historias de vida. Siempre es un placer pasar por tus letras. ****** Shou
27-11-2007 Amigo, leer una historia tan bien narrada, además de la sonrisa que despierta, despierta el espíritu. Un beso y mis estrellas. Magda gmmagdalena
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