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Inicio / Cuenteros Locales / mi_mundo_paralelo_y_yo / Una oportunidad para la cordura

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Últimamente oscilo entre la más profunda euforia y la depresión cabalgante y consciente. Eso debe ser vivir. He ser de esas pocas personas que aún creen posible la paz sin violencia, es por ello que la otra noche viendo un documental, que hablaba de los últimos años de vida de John Lennon, una culebrilla emocional se me movía por dentro, eso que experimentas cuando te sientes parte de algo, cuando compartes un sentimiento plenamente, entonces es cuando me gusta saberme humana e incluso me enorgullezco de ello. Toda aquella gente cantando no movió nada, dirán algunos, no es cierto, la gente mueve a la gente, una palabra tira de otra y eso es lo que forma aquellas frases que todos usamos recurrentemente como las de Sigmund Freud, Óscar Wilde, Friedrich Nietzsche o ¿por qué no? Ernesto Ché Guevara (a quien no le guste la selección de personajes que hice puede rellenar una hoja de reclamaciones al finalizar la lectura, su utilidad va a ser la misma que la de una hoja real...).

Como dije antes llevo semanas oscilando y mostraré cuánto. Trabajo en una tienda, que es visitada en su mayor parte por amas de casa semi-ociosas. Una (una de tantas) de ellas está algo desequilibrada y ha decidido invertir parte de su tiempo libre en torturarnos psicológicamente a mi compañera y a mí. Ella, llámesmola Compradora C, compra algo no sin antes explicarte de qué color tiene todo el mobiliario de alrededor y en qué posición tiene colocados los muebles con respecto a la ventana; su mayor terror es que alguien pueda verle desde la calle mientras se desviste. Pobre mujer. Cuando piensas que ya se ha decidido por algo con un determinado color, es más, cuando lo ha colocado sobre el mostrador para pagar, la compradora C lo coge de nuevo y desaparece hablando consigo misma por uno de los pasillos de la tienda. Tú te dices -no pasa nada, total, me queda una hora más de trabajo y al menos esto me tendrá entretenida un rato-. Error, transcurrida media hora lo de aquella mujer deja de ser entretenimiento para convertirse en lo que sería un homicidio en toda regla si en algún instante decidiera saltarme aquello que llamamos leyes, ética, moralidad y tal. La compradora en potencia se golpea suavemente la cabeza diciéndome a mí y al mundo lo desastrosamente indecisa que es, asegurando, además, que al día siguiente volverá para cambiarlo por otro artículo (cosa que ha hecho ya varias veces). Autocontrol, Ángela, recuerda: violencia 0. La la la la. Anda, mira, el loro de la tienda de al lado vuelve a desgañitarse en un nuevo intento fallido de una fuga consentida. Me da una lástima enorme ese bicho. Por lo que me han contado antes sus plumas eran largas y coloridas y no graznaba cual urraca en celo, ahora lo que queda del animal es un engendro despeluchado de dos colores que grita -Hola- y -guapa- a diestro y siniestro, incluyendo en la categoría de -diestro- y -siniestro- a señores barbudos de enorme barriga, que pueden ser de todo menos -guapa-. Si algo bueno tiene ese loro desequilibrado es que consigue que me olvide de la mujer de mediana edad, que se golpea la cabeza junto al mostrador por ser tan enfermizamente indecisa. Sí, es la compradora C. Pero por si esto fuera poco, al momento, aparece otra de las llamadas -clientas insistentes-. Ésta es una que no ve bien ¿y qué hace? Pues cogerte literalmente del brazo llevándote por distintas partes de la tienda para que le vayas leyendo los precios y si puede ser, debatas con ello a falta de un buen café, acerca de la diferencia entre el acero inoxidable y el cromado...mi amiga indecisa continúa danzando por la tienda, en un baile que sólo sus voces interiores y ella entienden.

Por suerte, los comercios tienen un horario de cierre y hay maneras de mostrar una amable hostilidad de última hora. Ejemplos: no retroalimentar comentarios absurdos, no asentir, bajar la verja metálica de tal modo que sólo una espalda en forma se pueda permitir traspasarla, apagar algunas de las luces de la entrada, quitar la música de la radio, dejar las cosas sobre el mostrador haciendo más ruido del debido, sacar la escoba y, en el peor de los casos, mojar el suelo...

Luego, sales a la calle y ves una enorme luna de traje blanco rodeada de estrellas bailonas. Silencio. Suspiras, sonríes.

John Lennon pidió una oportunidad para la paz, yo, además, pido un poco de cordura para el mundo. En época de rebajas, dos.

Texto agregado el 23-01-2008, y leído por 242 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
20-11-2009 Yo, como siempre, llegando tarde a tus textos, Ángela. Qué lo parió, qué identificado me siento con lo que escribiste. A veces creo que me tomaría un vuelo trasatlántico sólo para irme a tomar un café con ustedes para así poder divagar de todas estas cosas tan simples, tan cotidianas pero que tan bien observamos y tan bien nos definen. Otra cosa: Leer el comentario del Cumpa Nomecreona, me hace pensar que ese vuelo debí haberlo hecho hace un par de años... Un abrazo. OrlandoTeran
09-02-2008 Pues si, Y seguro que la señora C no fue vendedora en tiempos pasados. +++++saludos antoniana
27-01-2008 La soledad del ama de casa "semi-ociosa"... Pobrecilla. sophie
25-01-2008 Bueno ese humor resignado!! Los paréntesis muy oportunos y sí, es una lástima lo de los loros... xung0
25-01-2008 "All we are saying is give buy a chance" En los momentos de mayor difucultad aparecen los hombres (en este caso mujer) con la fortaleza de cambiar el mundo o que a las compras pueda acceder cualquier persona, sin importar credo, raza, origen o estado mental. Abrazo E.T. 2 woody
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