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CARTA A PERLA

Estimada Perla:

Ante todo, quiero decirle que me cuesta mucho escribir. Más aún, expresar mis sentimientos. Algún día, usted me va a conocer mejor
y entenderá que lo hago porque lo que tengo que decirle me es impostergable.
Soy un cura renegado, que le cuesta entender esta cruz que Dios me impuso. Por un lado es una bendición, pero por otro un calvario, créame. Estoy lleno de preguntas como cualquier otro mortal y no puedo dejar de pensar todas las casualidades que me suceden.
Usted es la mejor prueba.
Hasta ayer ni recordaba su nombre. Y sin embargo en un instante, en un minuto pude ver todo lo que le pasaba y lo que le va pasar en su vida.
Cuesta creer que una mujer con tanto amor y tanto coraje, merezca estar enferma. Porque quiero advertirle querida Perla, que usted lo está y grave.
Debo verla más de una vez, por lo menos todos los días de la semana en el lapso de los próximos dos meses.
No necesita explicarme lo que dijeron los médicos, que le pararon las hemorragias, pero esta no es la cura, esto llevara un tiempo más.
Por otro lado no debe preocuparse, le puedo asegurar que usted vivirá muchos años y que inclusive ese inmenso amor que siente por mí, usted lo volcara en obras y hechos para los más necesitados.
A veces Perla, no sirve parecer feliz, a veces hay que reparar las cosas que nos hicieron infelices antes. A veces Perla, otros nos han hecho daño –intencional o no, vaya uno a saber- pero está en nosotros que nos afecte.
En definitiva está en nosotros hacernos el infierno o el cielo en esta vida. Puede parecerle ahora todo un poco confuso, a usted me la mandó Dios, Doña para que nos complementemos y yo poder seguir con mi misión.
Tengo muchos sueños, pero no los puedo realizar sin su presencia. Esa fuerza escondida que hoy la tiene de males, el día de mañana será una luz,
para construir y levantar una gran obra.
A veces me siento un niño con poderes, que por bendición del de arriba
puedo diagnosticar y sanar a la gente. En el peor de los casos será un alivio, pero siempre ocurre algo milagroso cuando apoyo mis manos.
¿Qué yo se lo explique? Es como una carta de amor, Doña. Uno pone todo el amor y la pasión en las letras, pero el que realmente escribe y pone el lápiz y el papel, ese es Dios, Créame Doña usted y yo vamos a escribir muchas páginas de esas.
Considérelo como una declaración de amor si lo quiere, algunos lo entenderán otros no, yo también necesito de afectos. Muchas cosas me sacaron también a mí desde la infancia. Sin embargo sigo peleándola y luchando cada día.
Espero verla pronto, Cordialmente: Mario



Querido Padre Mario


El otro día, cuando fui a verlo, fue el día más feliz e enigmático de mi vida. Usted no me mira en ningún momento, es mas estaba atendiendo a otra persona, cuando se dio vuelta y puso sus manos sobre mi vientre.
Es como dijo usted un instante, un minuto y un calor empecé a sentir desde adentro y en ese momento ¡Paró la hemorragia, lo que me estaba matando! Nunca voy a olvidarlo. Aún con su cabeza gacha, tiro el cigarrillo que tenía entre sus labios y me miró a los ojos con una dulzura inexplicable y una sonrisa en los labios. Yo me quede inmóvil, la gente alrededor parecía mirarnos y no entender lo que pasaba: Estábamos mudos, quietos, tomados de la mano, mirándonos directamente a los ojos.
El tiempo se detuvo.
Literalmente pasó eso, tomados de la mano y mirándonos a los ojos mil imágenes se me cruzaron mientras usted me prodigaba su energía, de algo bendito que fluye por sus manos.
Fue entonces que le dije, ensimismada: “Padre, dejó de fluir, se ha parado
la hemorragia” y usted me dijo casi retándome con cariño “Pero acaso no
vino usted para eso”. Y luego agregó “yo voy a tratar su enfermedad, pero
El que la va a curar es Dios. Lo suyo no es de ahora, es de hace mucho tiempo, de cinco años por lo menos. No va a ser fácil. Usted deberá venir aquí todos los días”. Luego se apartó y siguió con su rutina. Posando sus manos sobre la gente, diagnosticando con su péndulo…
Yo me quedé como una nena tonta enamorada, que no podía reaccionar, me despabilo su asistente María que me tomó los datos y fue ahí cuando me desahogue en un llanto imparable.
Era incontrolable, no me podían consolar y me sacaron de ahí para no molestarlo. Usted se dio vuelta y me miró por última vez, como suplicándome que volviera. Sin embargo me doy cuenta, por su carta que se llevo otra impresión: que no iba a regresar.
Sin embargo le agradezco que la haya enviado y que ser haya tomado todo este tiempo. No sé que es lo que usted ve. No entiendo que es lo que “sale”
de sus manos. No comprendo como puede saber que enfermedad se trata y como la localiza con su péndulo. Lo que sí sé, querido Padre, es que usted esta tocado por Dios, que irradia amor y paz.
Quédese tranquilo, pronto voy a ir a radicarme muy cerca suyo, para poder visitarlo todos los días y en una de esas, acompañarlo un poquito mas, si la salud me lo permite, y poder mezclarme en sus sueños.
No sé que tiene en mente y cual es la gran obra, pero lo que usted hace
Padrecito no tiene palabras. Espero poder ayudarlo algún día como lo esta haciendo ahora conmigo.
Gracias, de todo corazón. Perla.


Las cartas son una ficción, no así su historia:

El Padre Mario Pantaleo nació el 1ro de Agosto de 1915 en Pistoia, pequeño pueblo de Toscana, Italia. Su padre, Don Rafael Enrique Pantaleo, procedía del sur de la península y había emigrado al norte, en busca de mejores oportunidades. Allí conoció a Ida Melani, formó su hogar, y en el curso de los años nacieron además de Mario, sus hermanos Andrés, Inés y Salvador.

La familia se dedicó a la producción de seda natural y prosperó económicamente, pero eran tiempos políticos muy confusos y cuando el Padre Mario nació, Italia ya estaba sumida en la Primera Guerra Mundial. Decía el Padre Mario: “Yo nací durante la guerra, eran años duros. Supongo que mis padres no querían que yo viniera al mundo en aquel momento de zozobra, eran tiempos crueles”.
Como muchos europeos, los Pantaleo emigraron a América, en busca de paz y progreso. En los años 20 llegaron a nuestro país y se instalaron en Alta Gracia, Córdoba. Mario, siendo aún pequeño, fue internado en un colegio salesiano, y allí permaneció hasta regresar a Italia, años después. El pequeño Mario, había dado pruebas precoces de su vocación religiosa. En el patio de su casa, en Pistoia, a los cuatro años de edad, jugaba a ser sacerdote. Se cubría los hombros con una fina tela alargada, y sobre una mesita colocaba un pedazo de pan y una copita de agua. Mojaba el pan en el agua, lo elevaba al cielo como consagrando, y luego repartía las migas de pan a las palomas que se posaban en el jardín.

“Io sono un prette” respondía Mario a los sorprendidos familiares que habían observado su juego. Ya antes, a los tres años de edad, Mario sufrió una neumonitis aguda, dolencia que lo puso al borde de la muerte.
Viéndole en peligro, su madre Ida rezó fervorosamente por su salvación. Más tarde reveló que la imagen de Santa Teresita se apareció luminosamente en un rincón de la habitación del enfermo. El Padre Mario recordaba confusamente este episodio porque era muy pequeño, pero la devoción por Santa Teresita perduró en él hasta su muerte.
A su regreso de Argentina, su tía Rubina, lo internó en un seminario en Arezzo. Posteriormente pasó a Viterbo y finalmente se ordenó en Salerno, al sur de Nápoles, el 3 de diciembre de 1944, a los 29 años de edad, y sobre el final de la Segunda Guerra Mundial. Años antes, siendo seminarista, había conocido al Padre Pío de Pietrelcina, de la Orden de los Capuchinos, quien ha sido beatificado en Mayo de 1999 por el Papa Juan Pablo II.
Entre ambos se había desarrollado un gran afecto, y el Padre Mario lo visitaba y se confesaba con él.

Cuando en 1946 el Cardenal Caggiano le solicitó al Papa Pío XII el envío de sacerdotes a la Argentina. El Padre Mario Pantaleo comprendió que su destino se le presentaba con toda claridad y decidió regresar al lejano país que había conocido de niño. Fue a ver a su confesor para despedirse.
El Padre Pío, bendiciéndolo, le dijo: “Ve hijo mío, estás en tu camino, tu también has sido elegido para una singular misión. Adiós hijo, adiós”. Después de varios destinos, en 1968 se radicó en González Catán, donde realizó su portentosa obra de servicio y amor a la comunidad.

El Padre Mario Pantaleo falleció el 19 de agosto de 1992 en la ciudad de Buenos Aires, a los 77 años de edad, y sus restos descansan en González Catán, en el Mausoleo levantado frente a la casa, hoy Museo, donde transcurrió su vida. Ese era su deseo y expresamente lo estableció en su testamento. Años antes, en un viaje a Italia, y visitando con su hermana Inés el cementerio donde descansan sus padres, afirmó: “González Catán es mi lugar. Allí están mi gente, mi tierra, mi iglesia y mis ilusiones. Es el lugar que he elegido para mi último sueño”.

“Ya falta poco, y cuando me haya
ido sobrevendrá un gran silencio,
se sentirán solos. Pero luego algunos
comenzarán a volver y otros nuevos
se irán sumando poco a poco.
En un período corto, aquí estarán
miles, con ustedes, conmigo”.

Y sus vaticinios se están cumpliendo. Tras el silencio que siguió a su muerte, los continuadores de su obra, que el Padre Mario Pantaleo conoció y eligió, vieron primero el regreso de algunos, luego de muchos; y hoy incalculables peregrinos lo visitan en su mausoleo y lo albergan en sus corazones.

Con el nombre de Obra del Padre Mario se conoce a la totalidad de los distintos servicios y acciones sociales desarrollados a partir de la extraordinaria capacidad de amar de quien fuera su fundador, el Pbro. José Mario Pantaleo, conocido, admirado y amado por sus amigos y seguidores simplemente como el Padre Mario.

La Obra del Padre Mario (OPM) es una organización no gubernamental sin fines de lucro, fundada hace mas de 30 años por el sacerdote. Llevada adelante por dos fundaciones por él creadas, la Fundación Ntra. Sra. del Hogar y la Fundación Pbro. J. Mario Pantaleo, fue declarada de Interés Nacional en 1993.


FORMAS DE CONTACTO

Informes
Teléfono: 02202 424 000
E-mail: informes@padremario.com

Obra del Padre Mario Pantaleo
Conde 5670 - González Catán
Km 31 - Ruta 3 - Buenos Aires
Tel: 02202-424000

Administración
Tel/Fax: 02202-434149 /430306
E-mail: administracion@padremario.com
www.padremario.com





Texto agregado el 23-01-2008, y leído por 609 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
07-06-2009 Muy hermosas las cartas y todo lo que me he enterado en tu bello escrito... Una gran obra con todo el amor de un Dios en quea veces solo creemos por pura necesidad... betsyhaab
30-01-2008 bueno me tocó muy de cerca, no solo porque conocí Padre Mario, sino que hay algo que me une y me conduce siempre a él. Quiera que leas una carta que publiqué http://www.loscuentos.net/cuentos/link/332/332539/. te cuento que quien me la escribió era amigo de la infancia del Padre MArio, tal vez si la lees comprendas lo que estoy intentando decir. besos y******por tus letras MAtilde mancuspia
29-01-2008 Gracias, conmovedor. nefftali
27-01-2008 person por la mala dactilografía, me emocionó. MAGAROSA
27-01-2008 mcs, llegue a vos por casualidad, y estoy encantada con este escrito, en vida de mi mamam y ya fallecido el padre Mario, obto el milagro de dalvarle la vida, los medicos del Hospital Italiano solo nos dijeron "recen" a mi hermana y a mi, ahi apatecio una señira q nos dio una imagen del Padre q cada vez q entrabamos a terapia, poniamos debajo de su almohada para luego devolverla asu dueña, al dia soguientem fui al mausoleo, apoye mi mano en la mano de bronce...mi madre vivio 7 años mas...q mas te puedo decir.GRACIAS POR TRAERLO A RECUERDO DE MUCHOS Y A Q OTROS LO CONOZCAN! MAGAROSA
 
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