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Visiones de un amanecer

Levantas tu cabeza de la almohada todavía pensando en lo que hace un momento soñabas, recuerdas haber estado en otra cama, con alguien más.
Recuerdas los diálogos que tuviste con ella, diálogos Shakesperianos; recuerdas con claridad las sábanas blancas que rodeaban tu cuerpo maltratado por la batalla, aquellas sábanas blancas que ahora en marrón se han tornado.
Sábanas blancas que a diferencia de las tuyas eran suaves, que a diferencia de las tuyas tenían a alguien más dentro de ellas.
Recuerdas que aquél lugar era lujoso, tenía diamantes en todos lados, todo el lugar estaba rodeado de ellos, si no era como adorno en una vela, era entonces en las paredes obscuras. Al recordar las paredes de aquél lugar volteas a ver las tuyas,
Te das cuenta de que la pintura blanca que pusiste nunca te había gustado, gracias al sueño ahora te das cuenta que siempre has querido diamantes en ellas, hasta ahora te das cuenta de ello, piensas que si no estabas consciente de aquél gusto tan vano,
Cómo ibas a estar consciente de un gusto más grande, piensas que nunca la encontrarás.
Frotas tus sábanas queriendo aparecerla, pensando que con ello las paredes también se tornarán en las del sueño. Después de rascar todo tu cuerpo con las sábanas piensas que no resultará, así que sales de la cama.
Al bajar un pie resuena en tu cabeza el sonido de la armadura en la batalla, eras un caballero cubierto con oro y plata, lidiabas la batalla, recién nombrado Lord.
Sabías que te habían mandado al suicidio, por eso llevabas lo mejor que podías pagar, al pagar por tu armadura sabías que pagabas por tu funeral.
Sabías que esa podía ser tu última mañana, que esa podía ser la última vez en la que vieras a tu amada, tu primera y última vez en la que podías comportarte como un caballero, como Lord.
Terminas con esta visión bajando el otro pie de la cama, ahora sin sonido, sin romanticismo. Estiras tu espalda forzando todos tus músculos a contraerse, deseas que tus sueños fueran verdad.
Vas hacia la cocina, todavía vestido con sólo ropa interior, es cuando sirves tu café cuando te empieza a dar frío.
Tienes aquél amargo sabor de querer seguir en el sueño de caballero. Empiezas a recordar los sonidos de metales chocando, de caballos relinchando y hombres gritando, cuando sacas aire de tu boca en la cocina sale una pequeña bruma, como la niebla que había en aquél lugar en el que peleabas por ella.
Ahí estabas, sentado en tu caballo detrás de un ejército de más de diez mil hombres, tan acobardado como el rey que te había mandado, pero esta vez sí pensabas pelear, y así retando a todas las autoridades de caballeros pasaste al frente junto a la milicia.
Diste unas palabras que a ti mismo te decías para poder juntar el valor necesario para no darle importancia a la muerte.
Les dijiste que los enemigos morirían, que no importaba si morías, lo que hiciste ya había quedado en el pasado, todos los errores y magnificencias, todas las veces que habías hecho el amor estaban ahora dentro de tu sangre recordándote que la vida valió la pena.
Les decías una y otra vez que la pelea no era sólo por un rey que no hacía nada en su castillo, era una batalla para liberarlos de un mandato que tenía que ser desobedecido. Mientras decías que ya no importaba morir, después se los dirías, cuando llevaras tu caballo al frente para matar a los que pudieras.
Todo empezó tan rápido, ni siquiera dejaste que sus mensajeros regresaran, hiciste que sus cabezas rodaran, después, un enorme grito que decía libertad.
Libertad una y otra vez decían, Libertad.
Murieron miles de tu lado, varios de tus mejores amigos fueron asesinados, pero el enemigo había sido derrocado, habías ganado, a pesar de sentir que habías perdido.
Después de revivir todo eso pasa como el trago de café que estás a punto de tragar. Sientes tu garganta dilatarse para pasar el sorbo, puedes disfrutar cada sabor del cual está compuesto, incluso casi por separado.
Después te dices a ti mismo que las paredes estarán de otro color para mañana, piensas en el que mejor te sentará, piensas en el azul pero lo rechazas por ser un color muy pasivo. Se te ocurre hablar a un decorador, ya que tú para la decoración simplemente no tienes idea.
Quieres algo industrial, pero no como lo esta ahora, quieres algo industrial con un toque rústico, te dices.
Al terminar tu café dejas la taza en un fregadero vacío, a ti mismo te da fiaca pensar que la noche anterior lavaste todo un montón de filas de platos y vasos que habías ensuciado la semana pasada.
Ahora te diriges hacia el baño, piensas en tomar un baño de burbujas para relajar todo lo que has estado acumulando. Te quieres deshacer de tus problemas, quieres dejar de pensar en que no la has encontrado.
Metes tu pie derecho primero, después caes furtivamente con todo tu cuerpo moviendo así en ondas casi imperceptibles el agua por la espuma que le cubre. Pones un poco de música relajante, de esa que tanto te gusta poner cuando te vas a dormir, piensas que te podrás quedar dormido. Pero sólo empiezas a soñar despierto, empiezas a imaginar un cuerpo tatuado, un cuerpo femenino, el de ella, ella que tanto te hace pensar en que podrías estar todo el tiempo despierto. No te parece normal que te hayas enamorado de una mujer casada, no te gusta la idea de que ella este feliz sin ti. Empiezas a frotar todo tu cuerpo con una esponja con agua caliente, parece que ese frote recuerda varias caricias que te dio tu última pareja, recuerdas sus ojos marrones y cabello negro, con cada caricia que te das recuerdas sus blancas y tersas manos, graficas pobremente en tu cabeza lo que podría ser si ella estuviera ahí, figuras una silueta delgada al otro extremo de la tina, recreas las conversaciones que tenías a diario con ella. Recreas todo pensando que así será real, pero mientras más intentas más te lastimas. Terminas revolviendo el agua con lágrimas.
Decides salir del baño por temor a poder recrear más. Vas hacia tu recámara, en donde tu cama desarreglada asemeja ondas de arena caliente de una playa tropical, una arena blanca con aguas transparentes encima, donde el aire caliente pasa por encima de palmeras y selva de una belleza interminable. Puedes ver, como si fueras la arena, cómo pasa el agua por encima de ti, como se revuelve y parece no cambiar. Escuchas sonar las olas y éstas se convierten en un radio con volumen bajo, es cuando recuerdas haberlo dejado para poder despertar el sueño que tanto tenías. Vas hacia tu guardarropa, abres la puerta y todavía parece oler a aquél aromatizante que compraste la semana pasada. Te desagrada el olor, parece que todo lo que compraste hace unas semanas te recuerdan a ella, ése aromatizante lo compraste con ella en aquella tienda que tanto le gustaba. Sacas tu ropa rápido y sales de ahí lo más rápido posible.
Te pones la ropa para salir un rato, después de que invertiste en esas acciones no haces prácticamente nada. Te dices que hiciste bien en haber comprado esas casas y rentarlas, y en haber contratado a tu hermano para cobrar las rentas. Ahora sólo tienes que ir a recoger dinero en el banco.
Te ves en el espejo y ves un pantalón negro holgado, una playera pequeña con el nombre de tu banda favorita, así como tus zapatos, son unos deportivos. Aunque en tu vida no hay mucho deporte aparte de soñar. Y en éste no tienes reglas. Así como en la vida, nada te organiza.

Sales de tu recámara y bajas las escaleras para poder encontrar tus cigarrillos en la despensa. Escoges una cajetilla que te agrade para ése día, ya que tienes todo una repisa de diferentes marcas.
Decides escoger algo delicado, no tan fuerte. Escoges unos con filtro y de inmediato buscas tus llaves.
Sales prácticamente corriendo de tu casa pensando que así sería más fácil olvidarla, crees que con la posibilidad de que conozcas a alguien más se te disuelva la mente.
Prendes tu cigarro, la flama amarilla con fondo azul y un extraño rojo, el rojo pasa por toda la flama y se queda en el cigarro. Guardas tu encendedor y sigues caminando mientras sueltas el humo; puedes ver como pasa el humo del cigarro por tu boca, como recorre tus pulmones y regresa a la boca. Las ondas del humo son todo un arte, son firmes y curveadas, piensas que se parecen a tu vida. Primero todo borroso y después simplemente lo bueno se disuelve.
Ella se fue, y simplemente no puedes aceptarlo. Parece tan difícil.
Al seguir caminando te percatas de que el clima está perfecto, es como una nube depresiva post-lluvia. Te encanta ése término, te encanta ése día. Después de un rato de caminar por la acera te das cuenta de que tienes que hacer algo respecto a ella. Quieres hablarle de tus sueños y compartir otros en la cama. Aunque crees que ella te rechazará vas a su casa. Con este pensamiento en mente sigues caminando, caminas sobre una acera gris de la que antes no te habías percatado. Cada paso que das resuena en tu mente como un pedazo de vida incompleta. Incompleta por el sueño, incompleta porque no está ella. Desde que yaciste ése pensamiento con desesperación no puedes dejar de sacar cigarrillos de aquella cajetilla que hace unas horas permanecía completa. Te preguntas si en verdad valdría la pena. Si en verdad quieres estar con ella, te dices que tal vez sólo quieras estar con alguien, con una figura de ella desconocida, sólo quieres si silueta.
No quieres que ella te disfrute de nuevo. No que te parle de nuevo. Ya no, no quieres seguir pensando en ella. Te parece mejor ir al lugar en el que la conociste para probar tu suerte, tal vez puedas ver su silueta.
Caminas frente a la casa de aquella preciosa mujer, al caminar por ahí puedes ver su sonrisa en tu mente, puedes ver su cabello y otra vez, con ayuda del sol, sus ojos marrón. Todo pasa por tu mente tan rápido como se va. Sigues caminando y deshaces todas esas imágenes con el humo del cigarro que soplas hacia la casa. Sabes que está vacía, que ella debe de estar en otro lugar, piensas eso, porque tú siempre estabas con ella, y nunca estaban en casa.
A dirección contraria del humo de tu cigarro caminas, caminas tan rápido como puedes, caminas tan rápido como puedes disimular. Junto a la casa por la que pasas está un árbol, un árbol viejo, fuerte y frondoso, puedes decir eso porque la banqueta que le cubre las raíces ahora ha quedado completamente rota por su fuerza.
Caminas con la vista baja, viendo por un segundo la rota acera por la que pasas, subes de nuevo la vista y la ves pasar, ella ya ni te recuerda. Ella que tanto representaba en tu vida ya no te recuerda. Es cuando te das cuenta de que siempre fue así, siempre fuiste tú quien le dio mayor importancia a la relación, ella nunca participó mas que en recibir, le diste todo, y a ella no le importó, al menos no tanto como a ti. Piensas en esas inconsideraciones mientras recibes una sonrisa, tal vez todavía te recuerde, empiezas a creer que su falta de interés era sólo imaginación tuya. Ella te saluda, te saluda amistosamente con un beso en la mejilla, así como todas tus amigas lo hacen, piensas. Pregunta por lo que has hecho los últimos días, por los días en los que no han estado juntos. Es entonces cuando le dices que quieres dejar de pensar en lo que pasó entre ustedes, quieres una nueva relación. Entonces ella te apoya, siempre fue una buena amiga, incluso después de haber recibido la noticia de que ya no querías estar con ella, porque no parecía estar funcionando, le dijiste.
Entonces terminas de hablar con ella y regresas a tu caminar, ambos terminan contentos, no hay resentimientos ni sentimientos parecidos, no hay oposición. Con una sonrisa en tu rostro decides prender otro cigarro, ahora con las palabras de buena fe de una ex es más probable que encuentres a alguien.

Texto agregado el 14-04-2004, y leído por 199 visitantes. (0 votos)


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