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LA TRAMPA DE TUS OJOS

Tengo que confesarte. . . Verte otra vez sonriendo fue el recuerdo de la brisa fresca de una noche de verano en la playa bailando abrazados, escuchando susurros de amor mezclados con el crepitar de la pequeña fogata casi tapada por la arena.
Y tus ojos desmayados entre las chispas del fuego que moría ante el amanecer sobre el mar y la memoria de tantas caricias fueron por un momento el mejor recuerdo de mi juventud. De los años sin tiempo ni obligaciones de retorno a la realidad, sin porqués ni cuándo. Solo vivir.
Me sonreías desde tus recuerdos todavía ciertos y yo que sin saberlo tambien guardaba dentro de mí el sabor de tu piel. La conexión fue inmediata, química onda o como quieras llamarlo cuando las mejores canciones vinieron a mi mente. Y el deseo. Y tambien la gente que apurada a nuestro alrededor puso nuevamente mis pies en la tierra cuando bajé las escaleras y en la puerta te vi besar al hombre del que después supe era tu marido. Y crucé la avenida por centésima vez sin mirar hacia atrás como era ya mi nueva costumbre, dejar pasar la vida por la vereda de enfrente.
“El amor esta a la vuelta de la esquina” decía siempre mi hermano de la vida convencido de que yo no era así y que de alguna manera tenía que perdonarme a mi mismo.
Pero tus ojos almendrados otra vez me sonrieron y ésa noche nueva las soledades desaparecieron. Aunque tampoco quise mentirme y armar una historia de una sola sonrisa que a pesar de mis múltiples “no porque” golpeó mis fibras de hombre como nunca antes.
Al día siguiente volví a encontrar tu mirada atenta ésta vez mirándome seria pero sin preguntar nada.
-Quiero verte pero fuera de aquí, en otro lugar- me animé y te dije esperando nada cayendo en la trampa de tus ojos.
Entonces salimos del viejo edificio y cuando bajamos del auto tomados de la mano y caminamos hacia la noche la ciudad iluminada salió a recibirnos apagando apurada de a una las luces de las torres regalándonos la intimidad deseada, dejando solo el reflejo de la luna en tus ojos que recorrían lugares conocidos de los que nunca supe si eran un mal recuerdo para vos.
Tomar tus manos y acariciarte nuevamente fue para mí entender por fin el sentido de todos los porqués que nos trajeron hasta este reencuentro y a que solo por esta vez quisieras develar el enigma de quién soy. Y tus labios, solo tus labios atentos y expectantes cuando los míos se acercaban a sentirte con nuestras manos ya entrelazadas sobre la mesa de cristal de ese bar frente al río entre copas de champagne y cómplices miradas de reojo.

Con solo rozarnos inmediatamente nos reconocimos como propios en la cama de ése hotel que encontré por casualidad.
Con la luz apagada subí el volumen de la música que se mezcló con el presente de tu piel y mi deseo de hacerte mía hasta el final y la canción me llevó a recorrerte desde tus labios hasta tu vientre, cuando encerrada mi boca entre tus piernas ya no pensé más y me dejé morir.
Y yo sin verte supe que eras vos y no otra la mujer que decía “si” y enseguida “no” mientras a pesar de la oscuridad tapabas tus ojos y decidías entregarte al más puro placer de a dos.
Llegar despacio saboreando todo tu cuerpo entre gemidos y jadeos de placer tuyos y míos fue saber que al principio y al final éramos nada más que un hombre y una mujer descubriéndose dentro de la más bella fantasía convertida en realidad en la relatividad del tiempo de apenas unas pocas horas juntos. Una dulce y corta historia de amor real.
Después y ante tu milésima duda, cigarrillos y caricias en nuestras manos y aunque tantas veces nos habíamos regalado el infinito espacio de estar juntos piel contra piel entendí que si preguntaste fue porque simplemente querías conocer el lado oscuro del hombre que dejé que conocieras hasta el escudo protector que nos pusimos contra enamoramientos fáciles a los que los dos estábamos tan acostumbrados.
Y aunque nuestros presentes hoy son tan distintos a cada momento aprendo que tus vidas y las mías tienen tanto en común.
Pero ya no me acostumbro a dejarte extrañándote. No quiero hacerlo aunque sé que seguiré siendo el mismo, el que había llegado hasta aquí sin querer intentar volver a ser feliz como el más estúpido de los hombres.
Y porque a veces me confundo derramé tinta sobre éste papel pensando en vos el relato sobre el más bello de nuestros momentos. Después tus ojos cambiaron y tu mirada se humedeció y yo hombre al fin no entendí ni siquiera el último de tus sollozos cuando acomodando tu falda y tu pelo frente al espejo iluminado de azul dijiste “no puedo hacer ésto, ninguno de los dos lo merece”.
Y si al principio no comprendí fue porque tus caricias todavía estaban sobre mi piel caliente cuando de a poco regresé a mi realidad.

No hubo despedida. Sólo tu mirada nuevamente ingenua y alegre cuando giraste tu cabeza para ver como me iba y así la primera noche fue la última cuando para no lastimarnos me dejaste escapar de la trampa de tus ojos.

Texto agregado el 20-05-2008, y leído por 85 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-05-2008 Interesante, el tema eterno: un hombre conoce a una mujer y claro se enamoran. Me decia un amigo este sera un tema aun en el año 2056. Me gusto la forma en que lo narras, ¿habra alguien que no haya tenido un añor prohibido? digo, aparte que la adrenalina lo hace apetecible y disfrutable al máximo, los finales o pueden ser tragicos o ademas nos dejan cicatrices. Bien narrado ese sentimiento, no se como llamarlo: de te quiero mucho pero esto no puede ser y entonces entramos a un vacio existencial. Aunque siempre existe la posibilidad de renunciar a lo que se tiene e irse con la mujer o hombre amada (o). dinosauro
 
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