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Tu día había transcurrido en el centro de la ciudad. Por la tarde, antes del regreso, decidiste pasar un rato en ese bar. Te lo habían recomendado varios amigos. Allí, hay “gatas”,decían, y de lo mejor. “Veremos”, pensabas mientras franqueabas la puerta. Encontraste una mesa libre, alejada del exterior, y pediste una cerveza y algo para picar. En la barra, varias señoritas conversaban y reían. Parecían estar en la pasarela. Una morocha, que compartía conversación con una pelirroja, se te acercó. Pidió permiso y se sentó.

-Hola.

- Hola- respondes-. ¿Sos amiga de la pelirroja?- completas. Te mira con extrañeza, se vuelve hacia su amiga y luego:

- Sí, ¿por...?

- ¿No te importa si te pido que le digas si quiere acercarse? - Tu demanda no deja de sorprenderla. Agregas:

- Por favor, no te ofendas. Sos muy bonita, pero hoy siento particular atracción por el fuego que irradia tu amiga-. Sonríe y se incorpora.

- No hay problema. De gustos no hay nada escrito...-y camina hasta la barra. Conversa con la amiga, y te señala con la cabeza. Finalmente, la pelirroja se descuelga del banco y se acerca. Se detiene al lado tuyo, una mano en la cintura.

- ¿Qué te pasa a vos? Ya nosotras habíamos decidido quién de las dos era para vos...Parece que sos difícil.

- Sentate o andate- tu respuesta no se dejó esperar.

- Sí, difícil el chico...- repitió, y ocupó la silla de enfrente. Se recostó en el respaldo. Hurgaba en la cartera. Sacó un cigarrillo y te lo acercó.

- No fumo- y le hiciste una seña al mozo, que le acercó un encendedor.

- Tampoco tenés vicios... peligroso-. Fumaba y arrojaba el humo espeso hacia tu lado.

- Mi único vicio ahora son las pelirrojas. Pero las originales. Vos lo parecés...

- Tengo la marca en el orillo. ¿Querés verla?

- No es necesario, te creo. ¿Querés tomar algo?-, y aceptó una cerveza. Cuando terminaron, preguntó:

- ¿Y bien? ¿Qué hacemos ahora?- Miraba el reloj. Había comenzado la cuenta regresiva.

- ¿Cuánto cuesta tu tiempo?

- Trescientos pesos las dos horas. Y vos pagás el hotel. No voy a tu casa ni te llevo a la mía.

- Neutral. Parece lógico...¿Y qué hacés por tus clientes?

- ¡Qué pregunta! Lo que hacemos todas. Sin violencia ni cosas raras. Tengo gas paralizante en la cartera...

- Precavida. Me gusta. No te preocupes, soy pacífico por naturaleza. ¿Y qué es lo que hacen todas? Hacé de cuenta que soy un marciano que recién bajó a la Tierra...

- Felatio con condón, coito vaginal, no anal. Podés besar mis pechos, no mi boca, ni cunnilinguis. La boca es una fuente de enfermedades que pocos tienen en cuenta. Yo, sí.

- ¿No te parece que dos horas bastan y sobran para eso? No parecés muy accesible al diálogo franco, ni adicta a la conversación. Tenés todos los frentes cubiertos, salvo la vagina, que ofrecés como limitado premio mayor...

- Lo tomás o lo dejás. No me hagas perder el tiempo-. Metes una mano en el bolsillo y arrojas tres billetes sobre la mesa.

- Ya está pago tu tiempo-, y ella observa con asombro los billetes. Acerca una mano, pero no los toma. Alza la cabeza, seductoramente roja.

- Mirá que sos raro... Parecés un inspector de la DGI. A ver si encima me terminás pidiendo la factura o el tiquet...- y larga una carcajada.

- Si las llamas de tu cabello reflejaran un poco de calor interior, sería más interesante el encuentro.

- Eso no es posible. No está dentro del contrato. A tu edad, deberías saberlo...

- A mi edad...a mi edad, no dejo de sorprenderme con las cosas. Soy medio naif...

- Je,je. Me parece que de naif no tenés ni la sombra, papi...- y empujaba unos hermosos labios hacia afuera. Con la punta de la lengua saboreaba sus dientes perfectos.

- No besar esa boca sería como el suplicio de Tántalo...

- Tampoco hay hilo de Ariadna para que te orientes. Sí, creo que adivino lo que querés. Te repito, no es posible.

- ¿Tenés novio? ¿Querés a alguien, o sos un pedazo hermoso de hielo que cayó del cometa Halley?- Ella rió, y con un gesto rápido, tomó los billetes.

- ¿Vamos, hombre difícil? Esta pelirroja te va a hacer añicos.

- Mmmmm...añicos me hicieron otras, pero el fuego no lo llevaban en el pelo precisamente.

- ¿Y dónde lo llevaban, si puede saberse?- Se inclinó sobre la mesa, acercando la cara a la tuya. Te acercaste más a ella. Le hablaste desde el fondo de la laringe.

- En la mirada, que me dejaba alfileres en el vientre. En la piel que luego parecía hervir con el tacto. En las manos, cuando me revolvían el pelo y bajaban hipnóticas de la nuca hasta el cuello. En las palabras que susurraban en el oído. En la cama y sus gritos desprevenidos. En las uñas que dejaban surcos en mi espalda. En los pasos que acompañaban los míos en frías madrugadas, después de emborracharnos bien en cualquier tugurio...

- Hablás bien, debo reconocerlo. ¿Escribís?- Había regresado al respaldo, y fumaba otra vez. Pediste otras cervezas.

- De vez en cuando. No me dijiste si estás enamorada de alguien...

- Ni lo pienso hacer. Son cosas mías. Soy una profesional. Y sobre todo, me cuido. Me cuido mucho.

- Parecés más una psicoanalista que una...

- Prostituta, sí, decilo. No me ofende. Es una profesión como cualquier otra. Poco trabajo, bien pago. Te permite hacer lo que querés en el tiempo libre. Estoy terminando psicología. ¿Cómo lo adivinaste?

- No adivino, deduzco. Pero no me dijiste si sentís afecto por alguien...

- Tengo novio. Pero somos libres, cada uno hace lo que le parece, y cuando coincidimos...Además, por si te interesa, a veces trabajamos juntos. Es caro, pero a algunos los vuelve locos. Él es muy hermoso- y sus ojos brillaron por primera vez-. Atendemos hombres, mujeres y parejas. La multitud no es lo que más me gusta, pero rinde.

- ¿Y qué es lo que más te gusta?- Llevaste el pico de la botella a tu boca y la vaciaste. Hiciste un gesto al mozo, solicitando otra vuelta.

- Yo, no gracias- rechazó ella- ¿Lo que más me gusta? Aunque te parezca mentira, los niños. Cuando termine me voy a dedicar a psicología infantil.

- ¿Y vas a dejar esto?

- Claro... es decir, no sé. Veremos cómo me va. Dicen que el comienzo es difícil, y yo ya estoy acostumbrada a un tren de vida que no creo poder abandonar fácilmente...

- ¿Y crees que después de esto vas a estar emocionalmente apta para involucrarte y ayudar a tus pacientes niños?

- No creo que tenga nada que ver...¿Por qué lo decís?

- Te voy a dar un ejemplo: Viene una madre con una niña de cinco o seis años, que dice que la niña, desde que se cayó de un árbol y se lastimó los genitales, está rara, no quiere hablar. La madre dice que el padrastro, o su pareja cambió después de eso, y viene borracho por las noches. La niña le huye cuando lo ve. Y no habla, no dice nada, aunque hay una sombra tenebrosa en su mirada huidiza. ¿Cómo tratarías esto?- Ella te miraba con los brazos cruzados, como diciendo “Si serás hijo de una gran puta”. Te preguntó, evidentemente molesta, con un murmullo.

- ¿Por qué me estás diciendo esto. Sos un morboso, sos un cerdo morboso como todos los que...

- ...¿trato?- completaste.- No te estoy jodiendo. A diario, o casi a diario llegan casos así o peores al Hospital donde trabajo. No soy morboso, conozco el paño.

- Y vos pensás que yo no sirvo para eso. Ya lo veo...Pero te equivocás. Siempre he hecho lo que me he propuesto, y las cosas no me van tan mal- . Encendió otro cigarrillo. La furia también había encendido su mirada. Brillaban sus ojos con alucinante belleza. Comenzaste a sentir un cosquilleo en el diafragma. “¡Ojo con eso!”, pensaste.

- Yo no prejuzgo nada. Odio los prejuicios. Simplemente digo que, en psicología infantil, el afecto, el calor humano, es esencial. Y eso, se tiene o no se tiene.

- Vos pensás que yo no lo tengo, te equivocás. Con ustedes, es así, no con el resto de la gente....preguntale a mi amiga...- y se volvió hacia la barra, pero ya no estaba. Te conminó:

- ¿Y bien...? ¿Qué hacemos? ¿Vamos o no vamos?

- Caminemos un rato, y después cada uno a sus cosas, ¿de acuerdo?- propusiste-. Me resulta más completo, por decirlo de alguna manera, conversar con vos y mirarte, que entrar con el pito, asépticamente en tu vagina...- Ella rió.

- Como vos quieras. El dinero es tuyo, y lo gastás como más te guste...

- ¿Será posible que alguna vez aceptes tomar una copa y charlar conmigo, fuera del trato comercial?- Caminaban lentamente por una vereda transitada. Al llegar a la esquina ella se detuvo y te contestó.

- No me parece una buena idea. Pero te agradezco la invitación. No sos un cualquiera, y al fin y al cabo, terminaste gustándome-. Se puso en puntas de pie y te besó levemente en la boca. Le tomaste una mano fría y se la besaste. Le tocaste el pelo como quien acaricia a un niño.- Si andás por aquí, no sería raro que me encuentres por la tarde en ese bar... Y no te cobraría la charla otra vez-. Arrojó un beso al aire, se volvió y se marchó. “Charla cara, dirían los muchachos. Más cara que una hora de psicoanálisis”, pensaste, mientras emprendías el regreso.

Texto agregado el 30-05-2008, y leído por 209 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
31-05-2008 ¡Qué bueno está el relato! Interesante diálogo e historia, profundizando en la psicología de los personajes, tan reales y tan ficticios como la vida misma y todo impecablemente escrito. 5 supernovas, jajajaja... maravillas
 
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