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Estaba sentado en un banco de la plaza, por supuesto con el termo y el mate, pensando sin pensar, mirando sin mirar…bueno, matando el tiempo, como se dice. Estaba tan distraído que fue llegando la nochecita sin que me diera cuenta.
Decidí regresar y al levantarme de mi asiento sentí aquella voz: -No te vayas, ayúdame.
Sorprendido, miré para todos lados y no vi a nadie. ¿Estoy loco? me dije, y la voz me dijo: -No, no estás loco. Mirá detrás de donde estabas sentado, al lado de ese ser viviente que ustedes llaman árbol. Me di vuelta despacito, con miedo, pues la voz estaba dentro de mi cabeza.
¡Entonces lo vi! Era el muñeco más feo que jamás había visto. Parecía un monstruo, pero en miniatura.
Lo miré fijo y él, con su mano (o lo que parecía serlo) me hizo una seña para que me acercara. No sabía si salir corriendo y tirar todo por el susto que tenía, o patear aquel monstruito.
Lo más extraño era que él parecía conocer mis pensamientos, porque me dijo: -No hagas nada, sólo siéntate cerca de mí y escúchame. Así lo hice pero cada vez tenía más miedo. Con una voz muy suave y pausada me dijo: - Te parecerá mentira pero yo soy ZX18 de Orlec, un planeta que está muy lejos de tu sistema solar, y con nueve planetas más forman otro desconocido para ustedes los terrícolas.
-Pará, pará…le dije, esto debe ser una broma.
Me paré y miré para todos lados, pensando que alguien dirigía este muñeco con un control remoto. Entonces la voz volvió a repetir: -Soy real, soy ZX18, de Orlec.
Me senté otra vez en el suelo, pero no muy cerca de “aquello” (por las dudas). Hablando rápidamente le dije: -¿Cómo viniste? ¿Dónde está tu nave? ¿Qué hacés acá? ¿Son muchos? ¿Nos quieren invadir? ¿Por qué me elegiste a mí? Soy un ser normal y corriente, no me hagan nada.
-Por favor, me pidió. Y su voz sonó como si se estuviera riendo. No pensé que te asustaría tanto, poco a poco te voy a contestar todo. - Antes que nada: Sólo somos tres compañeros de viaje, no pensamos invadirlos, tampoco les vamos a hacer daño. Yo no te elegí a vos, simplemente apareciste donde no había nadie más y tuve que pedirte ayuda.
-Necesito que me ayudes, porque nuestra nave cayó muy cerca de aquí por un desperfecto.
Yo no sabía qué hacer, no pensaba nada y lo pensaba todo. Le pregunté: -¿Dónde cayó tu nave?
-Cerca de acá, a la orilla de un gran mar, me contestó. Yo pensé: cayó en el océano y como viaja en el tiempo me dijo que era cerca. Entonces él me dijo: -No viajo en el tiempo, y me costó llegar hasta acá porque me encontré en el camino con vehículos que casi me pisan, y tuve que usar mi gas defensivo para alejar a dos razas distintas de seres vivos de cuatro patas, tuve que ocultarme de un cuerpo esférico que pasó cerca de mí cuando unos terrícolas chicos lo impulsaban con sus extremidades.
Saqué mis conclusiones y me di cuenta que vino por la calle, se cruzó con autos y otros vehículos, asustó con su gas a gatos y perros y se ocultó de unos niños que jugaban al fútbol.
-¿Para qué lado está tu nave? Le pregunté. Señaló para el lado de la bahía y me dijo que estaba cerca de una edificación muy grande, de la que emanaba un olor desagradable. Comprendí entonces que se refería a Fripur y la bahía, comparada con su tamaño le parecía un gran mar.
Con el susto que tenía no les dije que la altura de ZX18 era de 15 centímetros. Sus piernas o lo que fueren, eran cortas, tenía un cuerpo gordito y lo que parecían ser sus brazos eran largos. Una cabeza bastante fea, con tres ojos, algo que debería ser su boca y una antenita a cada lado como si fueran orejas. Esta sería la imagen del ser de Orlec.
Le pregunté que tenía que hacer para ayudarle y me contestó que debía conseguir arena porque el combustible que usaban en su nave salía de un componente de la misma. En el laboratorio de la nave sacarían ese componente para usarlo como combustible.
Yo pensé: vamos a la playa, llenamos una bolsa de arena y la llevamos hasta la nave. -¡Justamente! Dijo él, eso quiero que hagamos.
-¿Lees mis pensamientos? Dije con asombro. –Si, en Orlec somos telépatas y así nos comunicamos.
-Me tenés que esperar acá. Voy a mi casa a buscar una bolsa y a abrigarme. En el trayecto de ida y vuelta pensé: estoy dormido y soñando. Pero cuando llegué allí estaba él aun. Le dije que para encontrar arena debíamos caminar un poco. -Tenés que meterte en esta abertura de mi abrigo. ZX18 se metió en mi bolsillo y emprendimos la marcha.
Decidí caminar por una calle que no estuviera muy concurrida para que nadie nos viera ya que tenía mucho para preguntarle.
-¿Son todos parecidos? Fue mi primera pregunta. Me dijo. –Hay dos sexos, para reproducirnos. Nos diferenciamos por los órganos sexuales y porque las hembras tienen dos ojos en vez de tres.
Su planeta es mas pequeño que nuestra luna, y de éstas ellos tienen tres y un sol. Sus días y sus noches eran más cortos que los nuestros. Su comunidad era una sola sociedad que abarcaba todo el planeta y era gobernada por un consejo de ministros y un único principal o sea un presidente.
Todos podían ser integrantes del consejo y también presidentes. Todos éstos se elegían cada tres años. En su sociedad, por ser única, eran todos iguales. Vivían en pueblos, o comunidades, como ellos los llamaban. El sistema de enseñanza era libre: cada uno estudiaba lo que más le gustaba. Tenían una sola religión. No tenían cárceles porque allí los delitos eran menores y al individuo que lo cometía se lo aislaba de la comunidad, trabajaba para ella en distintos quehaceres y tenía que estar completamente solo mientras duraba su condena.
Su religión los reunía una vez cada quince días para orar a quien ellos creían su creador. Un pastor, o sacerdote, como lo llamaran ellos, dirigía estas sesiones que se hacían en templos tan grandes que podían dar cabida a toda una comunidad.
Se realizaba control de natalidad. Cada pareja podía tener solamente tres hijos. Este control lo realizaba la organización de salud de cada comunidad. Esta misma organización controlaba las enfermedades que había, que eran pocas y ninguna grave. Normalmente los orleanos vivían hasta los ochenta años.
No tenían guerras y las catástrofes climáticas podían ser grandes temporales o tifones, y por supuesto estaban preparados para enfrentarlos. El clima presentaba dos estaciones: fría o calurosa.
Sus naves viajaban a la velocidad de la luz y por lo tanto controlaban la navegación interplanetaria. Viajaban por el universo para conocer las distintas culturas, adquirir más conocimientos y hacer ellos mismos nuevas rutas en la inmensidad del espacio.
A todo esto llegamos a la playa, juntamos la bolsa de arena y regresamos al lugar donde se suponía estaba la nave. Ya habían pasado cuatro horas desde que conocí a este ser y yo todavía pensaba que era un sueño.
Allí estaba la nave. Parecía un tubo de metal, como un trozo de caño, pues era alargada y cilíndrica. Cuando me acerqué a ella vi que en cada costado tenía ventanas. Su frente también era la mitad tipo ventana. Y tenía unas patas que era su tren de aterrizaje.
De pronto se abrió una puerta sobre un costado y se deslizó por ella una rampa que tenía muchos recipientes en los cuales deposité la arena como me dijo ZX18. Al momento de terminar, los recipientes fueron hacia el interior de la nave y se cerró la puerta.
Este ser me dijo: -Gracias, terrícola. Jamás nos volveremos a ver, pero tú, de acá en adelante vas a creer cuando oigas decir “se avistó un OVNI” Ahora ya sabés que ustedes no están solos en el universo. Nadie te va a creer que tuviste un contacto con un extraterrestre, pero para que tengas un recuerdo nuestro, guardá esto que es una de las monedas de mi planeta. Y me dio una moneda muy chiquita con signos muy raros.
De la nave, que tenía aproximadamente un metro veinte de largo por un diámetro de setenta centímetros, se escuchó una voz que decía: -ZX18, ¡Partimos! Se abrió una puerta, el orleano subió a la nave y con un zumbido fuerte, ésta partió. Se elevó más o menos cien metros, y después de un segundo desapareció de mi vista por completo.
Me quedé mirando el agua de la bahía. En eso aparecieron dos pescadores veteranos y uno de ellos me preguntó: -¿Usted vio esas luces en el cielo? Y yo, mirando la minúscula moneda que me diera ZX18, le contesté: -No, no vi nada y hace rato que estoy acá. Entonces le dijo al otro: -Te lo dije: el vino nos hizo mal. Vámonos.

Texto agregado el 27-06-2008, y leído por 266 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
19-09-2008 De verdad que es un cuento de una imaginación espléndida, me parece realmente fantasiosa, con un buen contexto y prosa ágil, buen cierre y buen desarrollo que no se hace perder nunca el hilo de la historia. Para mi este es una de sus mejore obras mi querido amigo cerrense. pekejimenez
02-08-2008 Me dejé llevar por la imaginación, y te he visto recorrer el camino con el pequeño extraterrestre en el bolsillo... Muy bueno, amigo!!! Un abrazo. neus_de_juan
28-07-2008 lindo cuento, la ideas es mescla de lo cotidiano y lo otro, eso que no sabemos con certeza si existe, muy bueno los cuentos son mi debilidad, felicitaciones, JAvier mjr10
21-07-2008 Encantadora historia. Siempre he pensado que si de verdad uno tuviera un encuentro asi, por ninguna razon habria que contarlo. Me gusto mucho. galadrielle
20-07-2008 Una bella historia de ciencia ficción planetaria y extraterrestre; muy bien contada y todavía está por ver si los extra terrestres existen... pero ¿no existimos nosotros? Luego qué somos jejeje. Saludos! josef
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