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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La pena del grillito Jaime (Final)

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-¿Y se puede saber quien es ese amigo?- preguntó la ratita, con su consabida suspicacia.
Paquito se vio en la obligación de explicarle todo,-Sólo sé que es un ratoncito blanco. Así me lo dijo una señora cucaracha.Es menester que yo lo encuentre.
-¡Ah! Debe ser el prófugo. Es el único ratón blanco que he visto por estos lados y un gorrión me contó que se había escapado una noche antes de que le inocularan una peligrosa sustancia.
-Buen dato me das ratita. Te estoy muy agradecido. ¡Ah! Y que bien te queda ese rouge en tus labios- le dijo Paquito, que también era un galante niño.
La ratita se sonrojó y se alejó meneando sus caderas.

Como Paquito era astuto, pensó en los posibles lugares que elegiría para ocultarse, un prófugo de la justicia. E hizo guardia con mucha paciencia hasta que, una noche cualquiera, apareció el famoso ratoncito, que se había dejado crecer sus mostachos, para despistar a sus posibles perseguidores.
-No temas nada- susurró Paquito y Emilio pegó un brinco. –No te busco a ti, sino a un grillito que desafina como los mil demonios.
Al escuchar esto, le entró el alma al cuerpo al ratoncillo y atizándose sus bigotes, se dispuso a escuchar.
Después de un corto diálogo, Emilio convino en llevar a Paquito al lugar en donde se encontraba Jaime, el grillito.

La pieza que tocaba el insecto, se destrozaba a cada acorde. Tanto así, que el grillito tiró lejos su bandurria y se acurrucó en el rincón más oscuro de su escondite.
-Yo te sanaré- escuchó decir Jaimito y sintió que su corazón le saltaba fuera de su pecho. Pero al ver las facciones finas y bondadosas de Paquito, intuyó que se encontraba delante de un ser digno de su confianza. Por lo que, resignado, pero deseoso de salir de ese estado tan molesto, trepó a la mano del niño, quien, hablando con mucha suavidad, logró hipnotizarlo.
-Duerme, duerme, pequeño grillito. Todo está en armonía, la paz está en cada cosa. Nada sucede, todo está bien. Cuando despiertes, a la cuenta de diez, todo habrá pasado y recuperarás tu alegría.

Dicho y hecho, una vez que Jaimito abrió sus ojos, todo le pareció más hermoso, se sintió radiante de alegría y para probarlo, tomó su aporreada bandurria y le sacó notas de gran maestría. Jaimito estaba curado.

Desde entonces, por las noches, la suave música del grillito, llenaba de paz ese hogar y ya nunca hubo reclamos por desafinación alguna. Muy por el contrario, los vecinos corrían entusiasmados para deleitarse con tan dulces acordes.

Con respecto a Emilio, cierto día se topó con la coqueta ratita Martina y ésta movió sus pestañas de tal forma, que el ratoncito blanco no pudo menos que enamorarse de inmediato de tan bella fémina. No se casaron, sólo convivieron, sabedores que los papeles legales no iban a servir de nada porque se los comerían en cualquier momento. Pero vivieron felices y tuvieron dos lindos ratoncitos jaspeados que le dieron un hermoso sentido a su existencia.

Y este cuento pasó por un zapatito roto y allí se encontraba el grillito Jaime para colocarle música de fondo...



F I N










Texto agregado el 05-07-2008, y leído por 221 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-07-2008 O sea, Paquito era hipnotizador. Muy bien. Un abrazo. galadrielle
05-07-2008 me gustó Martina, una ratona que sabía lo que quería divinaluna
05-07-2008 Muy inteligentes tus ratoncitos. Y les llamamos animales. ¡Qué locura la nuestra! Saludos. ketti
 
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