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Perdón a los lectore. Por error borré este capítulo, por eso ahora aparece al final.


Y para la pequeña comarca que era San Miguel en ese entonces, siguieron siendo Los Maine, a pesar de ser solo dos...
Terminados de enterrar sus muertos, Pedro y Sofía Maine, levantaron sus cabezas por primera vez uno frente al otro, sus ojos azules se encontraron, y fue un momento eterno de incertidumbre , hasta comprender que un lazo de sangre los vinculaba.
Pedro, el mayor de los varones tenía entonces diecinueve años; Sofía, la menor de las mujeres, trece.
Si de algo no debían preocuparse era de las finanzas. Su padre había logrado una muy buena situación económica, y había transmitido a sus hijos las virtudes de una vida austera y ordenada en cuanto a sus costumbres.
Lo cierto es que pasado el duelo, cada cual en su sitio de la casa, compartiendo un desayuno, Sofía le preguntó a Pedro qué harían en adelante.
-Lo acostumbrado- fue su respuesta, y últimas palabras intercambiadas hasta diez años después.
Primavera del ´29
, Arnoldo Blois estaba al frente de las Damas de la Caridad, un grupo de jovencitas de buena familia, que colaboraban con la Parroquia , hacían oración, peregrinaban a Luján , y también se divertían, cosa que no le disgustaba al curita Blois...
La concurrencia a la misa diaria , había colocado a los Maine en la mira del cura, que buscaba aumentar el número de fieles en su iglesia.
Era costumbre que los domingos, los vecinos más antiguos del pueblo, lo invitaran a tomar mate con pastelitos, su debilidad.
Fue para una fiesta de San Miguel Arcángel que al cura se le ocurrió darle solemnidad a la ceremonia.
Había escuchado sobre Los Maine, del arte de Pedro con su música, de los bordados de Sofía. Le pareció buena oportunidad para acercarse a pedir su colaboración para tan importante festividad en el pueblo.
La casa había adquirido un aspecto fantasmal, con sus inmensos ventanales, sus árboles altísimos . Los jacintos azules endulzaban el aire con su aroma y las fresias rodeaban los árboles, dando un toque de romanticismo al solar.
Blois hizo sonar la campana que estaba adosada a la pesada reja de entrada. En unos segundos , la delgada figura de Pedro Maine caminó hacia él.
Era la hora de la merienda, Pedro lo invitó a pasar. Como era costumbre, con Sofía compartían las comidas en absoluto silencio. Pero en esta ocasión fue diferente.
Blois venía a convocarlos a participar de las festividades patronales. Así que tras su propuesta, cambiaron algunas palabras sobre la actividad que les proponía el cura.
A partir de ese día, Pedro y Sofía , serían algo así como dos íconos de la Parroquia.
El con su música celestial, ella adornando los altares con manteles bordados por sus manos angelicales, llenando de flores los jarrones, acomodando la ropa de ocasión para el cura, los utensilios para la ceremonia .Habían encontrado la forma de incorporarse a la vida sin proponérselo.
Los años fueron pasando, la espalda de Pedro se fue agobiando, pero su música seguía acompañando las misas, como así también la labor de Sofía.
Esta modalidad que llenaba sus vidas parecía que no tendría fin, hasta que apareció un aprendiz de brujo, un tal Naldo, aficionado al órgano y a su novia, Melly.
CONTINUARA

Texto agregado el 13-07-2008, y leído por 138 visitantes. (0 votos)


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