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Inicio / Cuenteros Locales / joeblisouto / Los amigos de mi padre (Cap. 2)

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DOS

Dicen que la gente que no tiene esperanza muere... No es tan cierto. Hay gente sin esperanza pero con algo así como un motivo, un sentimiento, un amigo que ama... Eso es lo que sentí mientras leí uno de los capítulos del manuscrito de mi padre. Era una especial novela en donde cada capítulo tenía el nombre de un señor que, supuestamente era uno de los amigos de papá. Eran doce capítulos y debo decir que cada personaje tenía algo de mi padre, y cada uno de ellos volvió a vivir dentro de mí. Agrego al mismo tiempo la belleza y el sentimiento con que está hecho dicho trabajo pues, en cada uno de ellos, hay un dibujo hecho a lápiz y, recordando algo de los amigos de papá, les recuerdo un poco. Casi pude hablar con ellos después de leer la obra de papá. Por la noche tenía un sueño con cada uno de ellos. Fue un bello viaje y a pesar de que no todos fueron sus amigos, al menos, él los amaba como si le pertenecieran sus pequeñas historias… “La vida es un cúmulo de historias entrecruzadas y algunas veces no se encuentran, como una recta que no es más que una circunferencia de radio infinito…

TRES

Sus ojos negros eran en verdad negros, como huecos de abismo, pero, cuando sonreía brillaban muchas lunas en cada uno de sus dientes. No gustaba bañarse por lo cual apestaba, pero ese olor era como el de los perros callejeros, solitarios que no esperan mas una sola cosa llamada afecto. La primera vez que nos vimos él se puso frente a mí y dijo que él me pegaba, dándome un cabezazo en la frente... Mi primer impulso fue el de llorar pues tenía once años y estaba en el primer día de clase junto a miles de chicos como yo. Le empujé y noté que gustó mi reacción. Fue normal porque tras de mí estaba el controlador con un palo lleno de lengüetas de cuero, delgado y húmedo que al entrar en contacto con mis piernas hoz sentirme que ya no las tenía, haciéndome sudar de dolor, pero, mas fuerte fue mi miedo al verme frente a un hombre de escasos cabellos blancos y con un rostro verdoso y lleno de huecos, con una voz carraspeada y profunda, como si saliera de un campo santo. Algo me dijo. Le entendí sin decir una palabra, nada... Siguió mirándome hasta sentir que mi cuerpo empequeñecía hasta volverse un puntito negro, un chupo pegado al piso. La risa de todos los demás compañeros rompió el estupor en que me hallaba. Luego, otra voz sonó y como si fuera la largada de unos caballos de carrera, partimos hacia nuestro salón. Me senté en la primera mesa que encontré y pata mi suerte estaba el muchacho de ojos negros con oquedades. Le sonreí sin saber lo que hacía, y supe que tras mi sonrisa, lloraba. Mi compañero me cogió mi maleta y leyó mi nombre. Me llamo Pantaleón. Le di mi nombre y su sonrisa fue como el Sol de un nuevo día para mí. Fue mi primer amigo...


Texto agregado el 15-09-2008, y leído por 237 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-09-2008 que bella historia. me encanto, la seguire leyendo, me entusiasmaste. un abrazo desde venezuela carolina52
 
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